La mayoría de la gente desea vivir en las grandes ciudades; Londres, Estados Unidos, Madrid. Yo solo quería silencio. Era exasperante ir diariamente en horario concurrido al resto-bar en el que trabajaba día y noche, además de tener que conversar y servir a muchas más personas por día de las que había en la calle. Toda mi energía era consumida por esas interminables interacciones. Solo quería llegar a casa para callar todas las voces de mi alrededor, y descansar las facciones contracturadas de mi cara por tanto sonreír. Al menos daban propina.
Había llegado cinco minutos antes de mi turno, así que terminé el tabaco armado que reposaba sobre mis labios y después de sentir el sol pegándome en las mejillas y hombros decidí entrar. Tenía que ponerme el uniforme, cambiar los menús del desayuno por los del almuerzo, y alistar todas las mesas para que estén listas. La rutina me gustaba, tal vez por el control que me generaba o el entorno, tenía compañeros de trabajo muy cordiales y amistosos. No se sentía un ambiente competitivo sino todo lo contrario; esa complicidad que aparecía al olvidar los cubiertos y ya tenerlos esperando en la barra era lo que más me gustaba, además de las propinas...
Al dejar mi mochila mediana de cuero negro en la taquilla de empleados divise a Lidya entrando por la puerta tan campante como siempre, con sus zapatillas lilas y sus bucles medio desarmados al viento. A Lydia llevaba conociéndola hace casi un año, cuando apenas me había mudado con mamá y estaba buscando trabajo para poder costear sola un pequeño departamento cerca de la avenida donde quedaba el bar.
-Ell! llegaste temprano. -me dijo con una de sus sonrisas radiantes, jamás me arrepentiría de haberla conocido, es simplemente un mimo al corazón. Las guías de la vida aparecen en el momento indicado y de la forma más inesperada, no como el resto de las cosas. -Creí que iba a tener que hacer todo el trabajo sola.
-¿Por quién me tomás? -no era de llegar tarde, de hecho, siempre llegaba con cinco minutos de ventaja. Que decida entrar a un horario distinto es otra cosa, pero por suerte eso ya no sucedía, y menos en el trabajo. -A veces creo que me confundís con Arash.
Lo que era difícil porque éramos como el agua y el aceite.
-Si, tal vez exageré, pero no me culpes, el fin de semana estuve sola como una almeja. -Lidya trabajaba todos los días de la semana, de lunes a lunes, no sé cómo le daba el cerebro y las piernas. Eso es porque se lleva las mejores propinas.
-Al menos no tuviste que dividir las ganancias. -busqué el lado positivo para que de alguna forma me perdonara por descansar dos días de este infierno de platos calientes y clientes desorbitantes.
-¡¡Si tuve!! -grito y menos mal que el salón estaba vacío y todos los clientes se asentaban en el patio al aire libre porque la habrían escuchado. -entró una chica nueva, me olvidé de contarte, es re buena onda. Le mostré todo lo que debía aprender y además nos pasamos los números para estar al contacto de cualquier cosa. Ojalá se quede mucho tiempo, los fines de semana se explota de gente y al estar sola tengo miedo de equivocarme. ¡Imaginate que se me caiga un plato encima de alguien! Solo por el apuro y por lo distraída que soy ¡creo que tengo TDAH! -bramó casi dramatizando como si realmente tuviera ese trastorno y no supiera controlarlo. Osea, si es un poco distraída y si, puede que sus movimientos motrices tengan cierta complicación... Pero de ahí, a TDAH, es un salto muy grande.
-¿Cómo podes trabajar toda la semana, estudiar, no dejar tu casa hecha un lio y seguir socializando? ¿Eres Superwoman? -realmente no entendía cómo hacía para vivir así; yo solo con la pequeña interacción entre cliente y cliente ya quedaba exhausta, cual niño después de un día entero en la pileta. Pero ella podía hacer todo eso y conservar el humor tan alegre y la sonrisa postrada todo el día en la cara. A veces envidiaba su actitud, es decir, ¿Quién podría hacer todo eso y al final del día no querer matar a alguien? Al parecer ella. Lidya era feliz con cualquier sensación que la reconfortaba y parecía que socializar no le gastaba la energía vital como a mí, sino que se le recargaba con un voltaje full como una línea de cocaína. O más o menos...
-Solo lo hago y ya, además me gusta. La gente suele ser linda ¿Sabías? -me dijo mirándome los ojos, como si intentara buscar algo más, aparte de mi desconfianza y desmotivación a conocer a alguien. No podía perder ese control también.
-No lo creo, yo ya conocí a la gente necesaria en mi vida, no necesito más puestos; Si alguno se fuera, dejaría ese puesto libre, pero desocupado -encogí los hombros para luego atarme los rulos en la parte alta de la cabeza, odiaba tener todos los pelos en la cara, pero necesitaba que mis rulos se vieran, al fin y al cabo, es lo único que me gustaba de mí, además de mis ojos.
-¡Por favor Elara!! Tenés 21 años ¿Que te detendría a conocer a alguien? -dio vuelta los ojos al notar mi indiferencia respecto al tema. Ella podrá no entenderlo, pero suficiente energía gasto para conocerme a mí misma, no alcanza para alguien nuevo.
En ese momento entró Arash por la puerta. Él era el que peor me caía al principio; podía llegar a ser súper cordial, pero como dije, éramos el agua y el aceite, así que si nos combináramos... Bueno, se convertiría en una explosión de chispas.
-Hola -saludo seco y distante, como normalmente estaba. No conocía mucho de su vida aun, pero él sí mucho de la mía; de todas las personas que podría llevarme a una isla para sobrevivir, sería a él, por ahora.
-¡Hola Arsh! -respondió Lidya explosiva y cariñosa como era previsto, corrió a darle un abrazo rodeando, con sus bracitos, su ancho tórax.
-Te dije que no me llames así, Liv -le recordó Arash utilizando el apodo con el que se refería a Lydia; estos dos sí que eran algo raro. Aunque él era la persona más distante que conocía, hablando del rubro "sentimientos", no dejo de rodearle la cintura con sus brazos hasta que ella se separó. Al final era un corderito disfrazado de lobo feroz con cara de pocos amigos.
Comenzaba a repasar los vasos con un trapo para que Liv los llevará a las mesas sin atender, cuando Arsh se acercó y apoyó todo su peso en el mostrador; cruzando sus brazos y sonriendo mientras me miraba. -¿Vos no me saludás? -miraba con ojos curiosos, como si intentara descifrar por qué no lo saludé o por qué andaba tan callada.
-Simplemente estoy trabajando, vos llegaste 20 minutos tarde. Deberías hacer lo mismo. -y sin más, dejé el salón para ir a acomodar sillas y mesas al exterior. Tal vez debería ser un poco menos dura, solo que sus cambios me confunden; un día estaba charlatán y soltaba chistes y al otro saludaba lejanamente y hablaba poco y nada durante la jornada. Puede ser que una persona tenga días buenos y días malos, pero no por eso alejas a la gente de tu entorno.
Me había apegado bastante a Arash; después de todo evito que me despidieran y fue la persona más incondicional que conocí al llegar acá. Aunque después de unos meses comenzó a alejarse sin razón aparente y luego de pasar años sintiéndome sola creí que él iba a ser la persona que no me dejaría; al parecer me equivoque y con el tiempo comencé a no depender más de su atención y solo fingir que eso no me dañaba.
Tal vez su gesto esa primera vez me hizo creer inocentemente que sería como un hermano y poco a poco lo fue siendo; aunque algo ausente, como todos los de mi alrededor.
Cuando llegue solo buscaba un trabajo, no dos amigos que me ayudaran a salir del pozo en el que estaba, o tal vez siga estando. Era muy complicada la situación y más raro aún que te acompañen dos completos desconocidos que solo viste por primera vez hace dos semanas y se acercaran sólo a preocuparse por tu estado mental, ya que te veías demacrada.
A fin de cuentas, los guías llegan en el momento indicado, aunque de la forma más inesperada.
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Las Notas Del Alma
RandomLas Notas Del Alma. La vida suele ser muy impredecible, aunque, normalmente las personas traspasan situaciones que muchos esperarían, la primera caída, la primera pelea, la primera tristeza, el primer amor.. Lo impredecible es el momento en el que l...