Capítulo 6 - Una tirita sobre todo

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—Está bien, pues cuando quieras —comenta mientras se coloca mirándome directamente

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—Está bien, pues cuando quieras —comenta mientras se coloca mirándome directamente. Sube las piernas al banco de piedra y las cruza como si fuera un indio. ¿Por qué se llamará así? Es una interesante pregunta, sería un buen tema de investi-. Mierda, ya me estaba distrayendo. Tengo que contárselo, pero... ¿por dónde empiezo?

Aunque él se haya dado cuenta de algunas cosas, es imposible que lo sepa todo... ¿lo mejor será empezar por lo más importante, no?

Siento cómo me tiemblan las manos. Mierda, deja de dudar. Tú puedes, tú puedes, tú puedes. Me abrazo a mí mismo con la intención de esconder las manos, pero también noto el frío que hace.

—¿Tienes frío? —me pregunta. Asiento levemente sin mirarlo. Al momento siento mis hombros algo más pesados.

Me giro para mirarle y veo que me ha puesto sobre los hombros la chaqueta que traía bajo el brazo todo el tiempo.

—Te quedará bastante grande, pero estoy seguro de que también te da algo de calorcito —sonríe. Me encojo dentro de la chaqueta en respuesta y uso mis manos para cerrarla. Es tan amable conmigo. Y como dijo, me queda gigante, casi me cubre todo el cuerpo.

—Gracias —susurro. Ya sé por dónde empezar.

—¿Recuerdas al hombre que nos trajo, no? —pregunto.

—Claro. ¿Se llamaba Guillermo, no? —asiento rápidamente —he supuesto que sería tu padre, ¿me equivoco?

Sabía que lo malinterpretaría.

—En cierto sentido sí que lo es —comento, una mueca confusa aparece en su cara, pero no le doy tiempo a preguntar —lleva trabajando para mis padres desde no sé cuánto tiempo. Siempre he estado a su cargo, así que en cierto modo es como un padre para mí, ya que él siempre ha estado ahí para mí.

Termino volviendo a cerrar la boca y escondiéndome aún más dentro de la chaqueta, si es eso posible, pero él no comenta nada. Está callado, dándome paso a seguir hablando. Y no puedo rechazarlo.

¡Vamos, Lucas, sigue! Haz las cosas bien por una vez. Y por extraño que resulte el darme ánimos a mí mismo, funciona. Tengo miedo, lo sé, pero no puedo poner una tirita sobre esto, como siempre hago sobre todo.

—Mis padres son dos grandes empresarios. Concretamente, uno creó la empresa y el otro es su asistente en todo ello, por así decirlo —empecé a explicar.

—Cuando ellos me adoptaron, yo era prácticamente un bebé aún. Por lo tanto, da igual lo que digan, son mis padres y los quiero, pero... —se me traba la lengua, justo en esta parte. ¡Por Dios, Lucas, sigue! Él mismo ya lo ha deducido, seguro.

Siento cómo empieza a temblarme un poco el ojo. Cálmate, joder, calma.

—Pero cuando me diagnosticaron autismo, todo pasó a ser un cumulo de sobreprotección absurda. ¡Lo dije! LO DIJE —sé que siempre me han protegido por miedo, pero no soy de cristal.

Mi extraño compañeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora