Capítulo 35

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Cuando abrió los ojos, su cuerpo estaba increíblemente pesado. Era como si tuviera un montón de rocas pegadas al cuerpo. Sentía hormigueo y dolor y con un ardor esparciéndose secretamente por todo lo largo de su columna, enterró la cara en la almohada y comenzó a gemir. El olor era bastante diferente de lo que podía percibir en su casa y al levantar la cabeza con una sensación increíble de incomodidad, descubrió entonces que le dolía también la frente. Estaba mareado, su boca estaba increíblemente seca y su cuerpo entero había temblado porque era evidente que estaba en un terrible mal estado, incluso si no lo veía con sus propios ojos. Naito levantó la manta con sus brazos y la subió hasta cubrirse la mitad del torso, sin embargo, sus articulaciones estaban demasiado maltratadas, hacía frío y no le quedó más remedio que cerrar los ojos para tratar de dormir. En ese momento escuchó el sonido de la puerta abriéndose. Y al despegar sus párpados, observó a un hombre bastante familiar parado frente a él: Rayan, que se había convertido en un joven estúpido de la noche a la mañana, sostenía una bandeja en las manos que estaba increíblemente cargada de comida. Vaciló, y luego se acercó lentamente… Se afirmó de la bandeja, la colocó sobre la mesa y puso su mano inmediatamente después en la frente de Naito. Las finas cejas de Rayan estaban todas fruncidas.

–Tu fiebre es alta.

Si le estaba subiendo la fiebre, entonces era evidente que por eso tenía tanto frío. Naito pensó un poco al respecto, pero no pudo hacer lo suficiente como para llegar a comprender lo necesario o armar un plan. Rayan le había metido medicina en la boca, sosteniendo su cuello igual a si fuera un animalito recién nacido, dejó correr el agua por sus labios entreabiertos y cuando finalmente lo hizo, Naito tragó agua como un buen niño, se tragó la medicina y cerró los ojos por apenas unos momentos. Miró hacia arriba y vio a Rayan. Cuando lo acostó, extendió su mano temblorosa, agarró su manga con fuerza e hizo mezclar sus ojos azules con los suyos que ya eran infinitamente negros.

–Si digo que lo siento, por todo lo que hice… ¿Entonces volverías a la capital? Tengo miedo por ti.

Rayan cerró la boca ante el sonido de palabras tan inesperadas como esas y luego, lo miró en silencio y bufó. Naito parecía tener prisa por su respuesta, porque agarró las mangas de Rayan con todavía más fuerza que antes y dijo:

–Vuelve con tu madre.

–Vas a ir con tu padre entonces.
Naito suspiró. ¿Por qué no le estaba prestando atención ahora? En el pasado nunca fue así y, utilizando palabras un poco más sensibles, podía incluso decir que era un buen hombre que obedecía y pensaba antes de actuar.

–Piensa en la realidad. ¿Cuánto tiempo crees que puede durar esto? Padre, o tu madre, vendrán a buscarnos. Te van a matar.

–No me importa.

–Por favor, Rayan. Escúchame…

Pero Rayan miró a Naito con una cara increíblemente obstinada. El hombre estaba enrojecido por el calor de su propia fiebre así que Rayan, intentando no forzarlo más de lo que ya lo había hecho hasta el momento, tocó tiernamente la mejilla de Naito y después incluso se la besó… Era mucho más suave y delicado que cualquier cosa que hubiese hecho Elsie por él, por supuesto, pero eso no quitaba el hecho de que fuera increíblemente dolorosa aún así… Naito decidió retirar la cara y finalmente, hizo que la mano de Rayan bajara también.

–Estamos.

Pero Rayan bloqueó la boca de Naito antes de que terminara de hablar. Era feroz, con una cara enojada que daba muchísimo miedo.

–No importa lo que digas, no tengo ninguna intención de volver. No tengo ninguna intención de dejarte ir.– Rayan, quien se detuvo por un momento, sonrió amablemente y agregó:–Ante todo, necesitas descansar. Si te levantas sintiéndote mejor, entonces hablaremos de nuevo. Porque estás enfermo ahora y no es adecuado.

Naito se sintió aliviado al observar que había regresado el viejo Rayan, al menos por algunos segundos. Dijo que sí con una voz pequeñita y cerró los ojos para darse un descanso. El medicamento seguramente iba a hacerle darse la vuelta rápidamente y ponerlo a dormir a profundidad después de horas de no hacerlo pero, después de un par de segundos, se dió cuenta de que no era para nada el caso. Durante todo su sueño, sintió unas manos profundas tocar sus mejillas. Unos dedos que se quedaron en su barbilla y que también le recorrieron el cuello. Bajó, y entonces le tocó el pecho y la espalda antes de detenerse en un punto fijo… Ahí estaba el nombre de su padre, bien grabado en tinta. –Elsie–. Alguien había leído el nombre en voz alta. Un nombre que no era común en el país y que estaba con tinta morada, en letra extranjera. ¡Rayan miró la espalda blanca de Naito como si quisiera matar al sujeto del nombre que tenía claramente grabado en su piel! Lo escupió entre dientes:

–¡Voy a borrar esto!

Incluso mientras intentaba dormir, los hombros de Naito habían logrado ponerse sorprendentemente rígidos ante su voz tan violenta. Abrió los ojos, recargó la espalda… Quería decirle que no hiciera esto o aquello, pero sus ojos estaban demasiado pesados como para reaccionar correctamente y su consciencia, que estaba tratando de despertar, fue capturada por la energía de la medicina tan profundamente que se quedó pasmado bajo un agua profunda. Rayan miró entonces la espalda de Naito, desmayado y sin rebelarse. Mejillas enrojecidas y delgadez sudorosa que se podía ver perfectamente a través de su cabello negro completamente disperso. Su cuello blanco era bonito así que su mano se le fue directo a la sien. Tomó su cabello con dedos temblorosos, lo analizó, era tan hermoso como siempre. Observó unas pestañas limpias. Los labios de Naito, pálidos y secos por el calor severo y de todos modos, bonitos cuando escupieron una única palabra…

–Padre…

–Padre…

–Padre…

Su cabeza estaba blanca y paralizada. Era extraño que un hijo llamara a su padre con tanta urgencia y sensualidad contenida. Se sentía como escuchar y ver un tabú sexual que no debería haber escuchado nunca. Tan horrible, que no logró controlar su creciente ira. En realidad, se elevó desde el fondo… Rayan bajó su mano y puso los dedos en el tatuaje que estaba en la espalda de Naito. Lo frotó hasta que la piel blanca, que estaba bien llena de moretones y cicatrices, se le puso finalmente toda roja.

–Maníaco… ¡Maldito, puto loco!

Rayan tocó el trasero de Naito con ambas manos, lo extendió, y pudo ver entonces el agujero con laceraciones y heridas bastante exageradas. Un agujero rojo e hinchado que podía analizar a la perfección de adentro hacia afuera… Las arrugas se extendían y se encogían y según el movimiento, se enrojecían tiernamente hasta detallarse. Rayan solamente veía un ano, moviéndose como si pidiera que lo
tomara, que lo castigara por hacer las cosas mal. Con los ojos desenfocados, le desabrochó los pantalones y cuando se los bajó, entonces salió un pene lastimado que no podía ponerse bien erecto. Sin embargo, al tocarlo, unos minutos después únicamente, su pene se puso de pie y Rayan pudo entonces recoger saliva de su boca y escupirla en su palma para comenzar a humedecerlo por completo con ella. Naito movió los ojos levemente, como si le doliera y le hormigueara pero estaba todavía
bien dormido y sin saber que estaba pasando… Para salvar a Naito, Rayan escapó de la casa donde estaba encerrado. Recolectó fortuna apresuradamente, lo convirtió en efectivo y contrató al famoso inversionista y asesor Ruscha Bordeaux. Listo para morir en el intento, irrumpió en la mansión de Elsie y rescató a Naito de sus garras pero, Naito, hasta ahora y todo el tiempo, solo estaba allí buscando a su padre. No podía entender. Tenía que decir que estaba feliz. Rodearlo en sus brazos mientras cantaba –Te amo, Rayan-.

Todavía no podía olvidar la voz susurrando que le amaba.

Esos ojos que eran la luz de Rayan, unos ojos que se volvieron azules como un mar lluvioso cuando lo veía.

–Estoy tan contento de que hayas venido a la capital.

–¡¡Dijiste que me amabas!!

Rayan sacó entonces un grito inaudible lleno de pena y dedicado enteramente a Naito, quien dormía con el pene erecto. Lo penetró. Naito soltó un leve gemido cuando se insertó tan descuidadamente dentro de él…

–¡¡Ah!!

Naito distorsionó su rostro y estiró sus manos completamente hacia adelante. El gesto triste, que parecía pedir por ayuda, se derrumbó en la sábana en un instante así que Rayan se apresuró a sostenerle de los dedos. Sentía como si su estómago ardiera con el dolor vertiginoso que venía desde abajo. ¡Un ardor inmenso! Padre solía meterle algo más grueso y más largo que su pene cuando comenzaban a jugar más bruscamente pero ahora este hombre se había insertado tan mal que las lágrimas se acumularon y cayeron hasta morir en su barbilla. Tenía la boca abierta de par en par, pero ni siquiera podía gemir debido al fuerte dolor. Naito apoyó la parte superior de su cuerpo hacia adelante… No le había puesto gel y tampoco lo había preparado adecuadamente, así que sollozó.

–¡Es muy doloroso…! ¡Ah! ¡¡¡Me duele mucho!!!

Naito se encogió de hombros cuando Rayan se empujó sin mirar detalladamente la situación. Parecía haber perdido todos sus sentidos porque no hubo ni una mínima gota de piedad en el pene que entró por el interior completamente seco y se estampó hasta el fondo. Rayan frotó su pene y Naito se conformó entonces con agarrar la sábana nuevamente utilizando toda su fuerza. Cada parte de su cuerpo se estaba colocando en guardia y una vena azul fresca brotó incluso en el dorso de su mano, cuando comenzó a temblar como si tuviera una convulsión. Ni siquiera podía sentir las piernas porque lo estaba insertando en una posición recta increíblemente incómoda y rígida. Blanco como la nieve, parpadeó… Y cuando Naito lloró igual a un animalito, Rayan profundizó entonces la estocada de su pene. El olor corporal de Rayan era de sudor puro.

Una noche solo para dos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora