IV.

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Una delicada mano presionó el botón de apagar de su alarma, como siempre eran las 6:30 AM.

Una buena hora para aprovechar a hacer su rutina como todos los días, la lógica es hacer tiempo para llegar justo a las 8 AM preparado.

Sus ojos azules dejaron el paso de ver las líneas que hacían por todo su cuarto el sol, sus cortinas estaban media abiertas y supuso que su madre fue la que lo abrió, ella siempre se despierta más temprano para hacer el desayuno y ir a abrir la cafetería.

Desde que su madre se divorció de su padre, cambiaron las cosas. Ya no había mentafetami as en su bebida o otras drogas para experimentar con él sin su consentimiento, en si, desde que cambió de colegio, las cosas ya no eran tan iguales como antes.

Su madre era más demostrativa y no era tan ignorante como su padre desde siempre, era tratado como debía ser. La mujer estaba decidida a cambiar la vida de ella y su hijo con tal de que estén bien psicológicamente y vivir una vida normal, aunque sabía que le faltaría una figura paterna.

Pero el rubio estaba seguro que prefería que su padre esté lejos como lo está ahora, vive lejos y pagaría pensión. Desde entonces su vida mejoró y pudo mejorar también su relación con su madre, ella fue la que lo apoyó para inscribirse a clases de gimnasia ya que se mostraba interesado y también fortalecía su físico. Su madre y Bebe fueron las que le enseñaron los cosméticos y varias cosas para cuidar su imágen si él quería, le enseñaron y también aprendió en internet, costó tiempo hacer todo el skin care y ejercitaciones, algunos cambios con esfuerzos y voluntad que a sus ojos, cambió que no podía contener su alegría.

Como le traía felicidad, también había partes malas de todo eso.

No podía dejar la rutina de todas las mañanas, se sentiría pésimo arruinar todo su esfuerzo y volver a ser ese niño tembloroso e miedoso, nada favorable.

Se autoconvenció que no podía estar un día sin hacerlo ya que se sentía sucio, su mayor miedo son los granos, también las arañas obvio.

No importa si era sólo un grano en su frente o otro lado, se desesperaba, era terrible verlo por dos días para que pueda desaparecer y claro, la que más odiaba en su vida era si le salía un grano cerca del labio, era la peor condena que tendría pero ya aprendió a desaparecer los sin reventarlos y eso le aliviaba.

Él no podía dejar su rutina o se sentiría vacío, piensa que todo lo que tiene ahora es por la estricta rutina que conllevaba desde los 13 años.

No quería perder a sus amigos y su pareja si ven a la persona que destruyó hace años.

Sería rechazado por ellos, era lo que menos quería.

El rubio volvió en si cuando escuchó a su madre hablarle desde la cocina, así que se apresuró a comer y haría después su rutina.

—Mi niño tardaste mucho.— Habló la mujer al pequeño que estaba bajando de las escaleras.

—No fue tanto, sólo unos minutos, no te preocupes.— Le besó la mejilla, una muestra de cariño que le demostraba a su madre.

—Deberías descansar más, no es bueno para un jovencito despertar temprano.— Dijo dulce la mujer

—Estoy bien ¿Si?.— La miró y esta asintió.

Y así comenzaron a desayunar, hablaron de algunas cosas o recuerdos, al rubio le gustaba su tiempo sólo con su madre, era como una versión suya pero en mujer, la perdonó por todo y no se arrepentía por hacerlo.

Al subir a su cuarto, suspiró y echó las manos a la obra, literalmente para proceder su día a día.

...

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