❝Él es mi turrito, le gustan los
pilotos❞
¿Quién diría que Charlie caería rendido a los pies de aquél peli-negro en cuestión de una carrera?
Aunque quizá, el primero en hacerlo había sido Babe.
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Naret Babe Estaba acostumbrado a viajar en avión desde muy pequeño, primero por los diferentes trabajos de su madre y luego por si mismo, siempre en primera clase. Ocho horas, máximo diez. ¿Pero 40 horas de viaje? ¿Dos transbordos? ¡Por las calzas de merlín! Babe sentía que se iba a quedar sin trasero, ya se imaginaba que al momento de bajarse del ultimo avión su atributo mas preciado habría desaparecido.
Para su suerte se bajó del último avión con todas sus partes intactas y no tardó en encontrarse con su querido amigo Thanapon, no era difícil reconocer a un Tailandés y mucho menos modelo, puesto que no muy lejos tenía un guardaespaldas que le vigilaba por si acaso, pero no se le acercaba.
La última vez que Babe y Jeff se habían visto databa de casi un año atrás en un evento de Celine en New York, por lo que ambos corrieron a encontrarse con un reconfortante abrazo.
—Hola, amigo, tanto verte... ¿tiempo?—se avergonzó por la risa de él al separarse del abrazo, su español era asqueroso y siempre mezclaba las palabras cuando estaba nervioso—. Sorry, i don't speak spanish.
Ok, su pronunciación de inglés tambien era nefasto.
—Ya te echaba de menos, tonto—le apretó las mejillas, haciendo al chico poner los ojos en blanco—, y mi nombre es Jeff, no "amigo".
El cerebro de Babe trabajaba rápido, le entendía perfecto al español. Despues de todo, podía considerarse políglota, pero sin práctica del habla.
—E-es lo mismo, idiota. Jeff es amigo de Babe, entonces Babe le puede decir amigo a Jeff.
—No me acostumbro a escucharte hablar en tercera persona, ¡pero es tan lindo!—sonrió, aplaudiendo suavemente. Parecía un niño—. Vamos a mi casa. ¡Te vas a morir cuando la veas!
Babe solo había visto la casa de su amigo mediante video-llamada, puesto que era la primera vez que pisaba tierras Argentinas.
Salieron del aeropuerto, cada uno con una valija, y un lindo auto gris los esperaba. Babe no lo miró mucho, pero tenía mucha pinta de valer varios millones.
—¿Qué traés acá adentro, Babe?—señaló la maleta violeta, le había costado todas sus fuerzas levantarla del suelo y meterla al baúl—, ¿piedras?
—Son mis zapatillas y algunos cosméticos—respondió con naturalidad. Como si fuera algo que siempre llevara a todos sus viajes.
—"Algunos" muchos, Narett—replicó.
Babe sonrió al oír su apellido ya que le traía lindos recuerdos: ellos se conocieron a los doce años en una gala especial en Bangkok, Jeff no manejaba muy bien el idioma natal de sus padres y no entendía que Babe le estaba explicando que Narett era su apellido. Por muchas semanas, Jeff creyó que ese era su nombre -a pesar de que podría haber consultado a alguien más, el confiaba en su oído-, y cuando Babe finalmente pudo manejar mejor su español, le dijo que dejaría de ser su amigo si volvía a llamarle de aquella manera. Sin embargo, con sus edades actuales, era divertido.
