Hubo un lugar en el que se selló a una niña sin humanidad, alguien que no podía empatizar con seres que vivían por debajo de su entendimiento. Humanos y otra clase de criaturas inferiores.
Era tan fría como un témpano de hielo, cuando sus miradas posaban sobre las personas estás se asustaban, pues sentían estar en presencia de un depredador que amenaza su existencia con cada mirada.
Un solo vistazo a sus ojos o a su rostro en general eran suficiente para convencerte de que no era humana.
Había algo en ella que despertaba un miedo a lo que alcanzaba a parecerse a lo humano, pero que se detenía a medio camino.
Su cabello era de un color que recordaba a las grandes algas marinas que habitan en las profundidades del mar. Un verde turquesa oscuro que te hacía dudar de si en realidad se trataba de un ser nacido para habitar pantanos, cuya existencia en tierra firme se trataba de ni más ni menos que un error de la madre naturaleza.
Sus ojos eran en cambio de un maravilloso color púrpura que brillaba en la oscuridad. Muchas se preguntaron si eran para ver en la oscuridad, pero no. Yo opino que eran para atraer a sus presas al pantano en el que nació, de la misma manera en la que las bombillas atraen a las polillas a su muerte.
Mi descripción podría asustar a muchos, pero que no se equivoquen. Ella no era malvada. Simplemente no era capaz de vernos como personas. De la misma manera en la que nosotros no reconocemos los derechos de las hormigas, ella no era capaz de reconocer los nuestros.
Los humanos intentamos acercarnos a ella de distintas maneras.
En la antigua Grecia la intentaron convertir en un dios. Pero nunca despegó más allá de los cultos mistéricos, y otras banalidades poco ortodoxas. Y su existencia permaneció en el mundo de lo oculto hasta la llegada de Colón a América, dónde su existencia fue recuperada por organizaciones heréticas y de carácter pagano.
No fue hasta mediados de la edad contemporánea dónde su existencia fue reportada a organizaciones de carácter más profesional. Profesionalmente idiotas quiero decir, pues creyeron que podrían utilizarla para sus fines.
Por supuesto no fueron ellos, sino ella, quien los redujo a los simples insectos a los que estaban destinados a ser.
No había nadie, ni nada que pudiera despertarla de su largo sueño.
Porque lo peor de todo es darse cuenta de lo ingenuos que fuimos al creer que ella estaba encerrada en contra de su voluntad.
Ella nunca escapo de su prisión porque carecía de motivos para hacerlo, era un simple bebe que prefería permanecer dormido, que a levantarse para trabajar.
Pero aunque ella no lo sabía, no existe nada que dure para siempre, y su largo sueño no iba a ser la excepción.
Hubo un día, mucho tiempo después de que la humanidad abandonase el mundo, en el que tres grandes sombras se acercaron al templo maldito, y liberaron, cómo quien libera a un tigre enjaulado, a la tierna niña de las ataduras del tiempo que dormía arropada en ellas.