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Lee Felix miró la gran casa de piedra gris y se preguntó qué encontraría dentro. ¿Al Príncipe Encantador o al dragón?

Probablemente al dragón, si había algo de verdad en los rumores que los lugareños habían compartido durante el viaje en barco a la pequeña isla de Jeju. Se preguntó si Hwang Hyunjin sabía cuánto lo temían, mientras sus ojos recorrían los arcos de las ventanas, las almenas y la torre.

Felix solo vio la soledad que embargaba todo.

—Joven —dijo el taxista deteniéndose ante la mansión—. ¿Está seguro de que viene «aquí»?

—Oh, sí, estoy seguro, señor Kang—replicó sin mirarlo. ¿Por qué todos los habitantes del diminuto pueblo de la isla le preguntaban lo mismo, como si se enfrentara a una ejecución?

Hwang no era más que un hombre.

—El señor Hwang no es exactamente amistoso, ¿sabe?

—No es extraño, si todo el mundo actúa como si les hubiera pegado un mordisco —lo miró, arqueando una ceja.

Él enrojeció levemente.

—De algún sitio habrá salido la idea —farfulló él, saliendo del coche para sacar sus maletas.

Felix lo siguió por los empinados escalones que llevaban a la puerta delantera.

Le habían contratado para ayudar a una niña de cuatro años, la hija de Hwang Hyunjin, a acostumbrarse a vivir allí. A vivir con un recluso, un hombre encerrado en un castillo y aislado de todo contacto humano. Iba a ser un trabajo duro, se había enterado por el cotilleo de que en los últimos cuatro años nadie había puesto el pie en la casa, excepto para entregar provisiones.

Sentía pena por la niña; acababa de perder a su madre y no conocía a su padre. Felix había llegado antes para acostumbrarse al entorno.

El señor Kang dejó las bolsas en el suelo. El se volvió para pagarle y lo vio escribir en un pedazo de papel. Cuando le entregó el dinero, él le dio el papel.

—Aquí tiene mi número. Si necesita que lo saque de aquí, o algo, llámeme.

—No es un monstruo, señor Kang—dijo el, conmovido por el innecesario gesto.

—Sí, joven, lo es. Grita y gruñe a cualquiera que pone el pie en su terreno; hizo picadillo al chico que entrega el pedido del supermercado. No quiero ni pensar en lo que la haría a usted —cuando Felix lo miró con determinación, el señor Kang suspiró—. Hace años un hombre diseñó y construyó esta casa para su futura esposa, que quería vivir como una princesa. Hizo que trajeran cada piedra del interior, algunas incluso de Inglaterra e Irlanda. Ella murió antes de que estuviera acabada, y antes de casarse.

—Lo dice como si creyera que está maldita o hechizada —comentó Felix, pensando que era una historia muy triste.

El señor Kang, sin contestar, miró la doble hoja de madera de la puerta como si fuera la entrada de una cueva. Felix se sonrió y alzó la aldaba de bronce, era una cabeza de dragón. «Bueno, señor Kang, si quiere mantener a la gente alejada de aquí, está haciéndolo muy bien», pensó, dejando caer la aldaba.

—Adelante —se oyó por el intercomunicador. Era una voz profunda y arenosa, una especie de rugido ronco y estremecedor.

—¿Ve lo que quería decir? —dijo Kang.

—Bobadas —replicó el con firmeza, abrió la puerta y entró. Una lámpara encendida, sobre una mesita de madera tallada, creaba sombras en el vestíbulo. El dejó el bolso y el maletín en el suelo, se volvió y vio al señor Kang meter las bolsas apresuradamente y retirarse hacia la entrada.

COVER ME || Hyunlix✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora