Capítulo 3 - Introducción Max

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Mayo 2015

La siguiente historia transcurre en el estado de Bogotá, en un pueblito alejado de la civilización, un pueblo marginado por la sociedad pues sus habitantes viven sumidos en la pobreza económica y cuya esperanza de vida ronda de entre los doce años hasta los treinta y dos.

Una zona rural donde cada persona vive día a día arriesgando su vida para conseguir las provisiones, unos trabajan largas horas bajo el sol para llevar alimento a sus casas, mientras que otros...

Bueno, eso es otra historia.

Corría por las estrechas calles del pueblo mientras cargaba una bolsa con algunas frutas que había robado de unos extranjeros, a mi espalda tres hombres extranjeros con palos en las manos me perseguían con un claro gesto de molestia.

La gente solo me veía correr, ya tenia fama de ladrón y a decir verdad, nunca me importo lo que pensaran de mí, a mis diecisiete años me había vuelto experto en moverme por el pueblo, escalando por los callejones hasta corriendo por los techos.

¡Ven acá estúpido! — grito uno de los hombres, podía sentir el odio en sus miradas, pero también por el tono de su voz sabia que se estaban cansando, no estaban acostumbrados a correr.

Gire por la calle entrando en uno de mis callejones preferidos, ese callejón en particular tenia salientes que me servían para subir, me amarre la bolsa al cinto y comencé a subir sin perder tiempo, cuando por fin llegue arriba vi como los hombres llegaban al callejón.

Lo perdimos — exclamo uno de ellos mientras se dejaba caer de rodillas al suelo.

Maldita sea — gruño su compañero — pero tu querías salir a turistear — le recrimino a su compañero que yacía en el suelo — debimos quedarnos en la ciudad.

Oye, es bueno conocer estos lugares, la situación de cada lugar es diferente — se defendió el sujeto que continuaba en el suelo.

Tonterías — recrimino nuevamente el hombre para luego voltear hacia atrás — vamos, volvamos al hotel.

Tras aquella charla amena el trio de idiotas regreso por donde vinieron, era probable que se deshidrataran antes de llegar a la ciudad, pero ese ya no era mi problema.

Analice la situación en la que me encontraba, la luz del sol se encontraba en todo su esplendor por lo que deberían ser cerca del mediodía, el punto donde el calor es más alto, saque de mi cinto un pequeño spray y lo rocíe sobre mi frente, eso me ayudaba a mantenerme hidratado, descanse un poco y reanude mi marcha por encima de los techos.

Después de un largo rato bajé por fin llegando a una de las calles principales del pueblo, solía estar vacía en días de calor y aquel día no fue la excepción por lo que no tuve ningún retraso y seguí aquella calle hasta llegar a una casa hecha de madera, era humilde y sin puerta de entrada.

Ya llegué mamá — exclame mientras hacia a un lado la cortina que servía de puerta — y traigo cosas.

Hijo mío — escuche la voz de mamá proviniendo de la cocina, por su tono diría que se encontraba preocupada — me alegro de que llegaras... — observo la bolsa que tenia en el cinto para luego lanzarme una mirada de furia — ¿De nuevo robando a comerciantes?

No — respondí mientras me quitaba la bolsa y la ponía sobre la mesa — se la robe a unos extranjeros, les dije que yo les metería las frutas en la bolsa y cuando pagaron me fui corriendo.

¡Eso está mal! — grito con furia mientras tomaba las frutas — un día de estos alguien te vendrá metiendo un tiro por ladrón.

Eso no pasara mamá — dije confiado mientras me recostaba en el suelo — conozco este pueblo como la palma de mi mano, además, esos cobardes nunca cargarían un arma.

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