El aire se convirtió en fuego, el fuego en luz líquida. Un haz brillante surgido desde lo alto de la bóveda celeste habría abrasado y cegado cualquier ojo que lo hubiera avistado, incluso por espacio de un instante. Brotado del firmamento, atravesó al Tercer Descendido, penetrando en las entrañas de la tierra.
El suelo se agitó violentamente, temblando como un animalillo atenazado por el dolor. Aquella reluciente estela que acababa de cruzar la atmósfera solo existió durante un mero segundo, uniendo cielo y tierra.
De norte a sur, de este a oeste, el viento aullaba, arrancaba árboles como si su atronador soplido acudiera para impulsar el creciente oleaje a una altura más y más imponderable.
Un hombre vestido de negro contemplaba la impresionante escena, seguida de aquella inmensa ola que se aproximaba a tierra a una velocidad vertiginosa. Su rostro se hallaba desfigurado por la rabia y el rencor.
⸺ No es tan fácil escapar del Telar del Destino..., Padre de las Mentiras.
Después desapareció, dejando que el mar engullera y purificara la tierra para futuras eras venideras.
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⸺ ¿Renegados? ¿Estás seguro de eso, Neuvillette? ⸺sintiendo su corazón pesado, el alcaide del Fuerte Merópide dejó escapar un suspiro⸺ No pongo en duda tu investigación, pero... ¿Los Renegados no eran criaturas de viejas leyendas e historietas para hacer que los niños se fueran a dormir pronto?
La lluvia caía con fuerza en el exterior del Palacio Mermonia sobre toda la nación, el traqueteo contra las ventanas y los golpes contra el suelo indicaban que cada vez se avecinaba un diluvio con más ímpetu.
El juez supremo de Fontaine negó ligeramente con la cabeza, a la vez que le acercaba un vetusto libro de tapa dura y oscurecida por el tiempo, de hojas amarillentas y débiles.
Wriothesley tomó aquel objeto entre sus manos, sus dedos acariciando la fría cubierta, trazando consigo el símbolo de la misma. Un símbolo que nunca había visto antes, ni él ni nadie a decir verdad en aquella era de Teyvat.
Abrió aquel ejemplar por la primera página, un fuerte olor a cerrado inundó sus fosas nasales. Comenzó a pasar sus páginas, sin pararse a leer absolutamente nada de lo ahí escrito, debido a que aquella lengua, no era ninguna conocida hasta el momento.
⸺ Ya he contactado con la Facultad Haravatat de la Academia de Sumeru y ninguno de ellos ha sabido decir de dónde o cuándo procede ese alfabeto ⸺se apresuró a explicar Neuvillette antes de que el contrario le inquiriera sobre el tema⸺. Incluso han llegado a afirmar de que se trata de una lengua de fuera de Teyvat.
⸺ ¿Acaso es eso posible?
⸺ ¿Existe algo imposible?
Siguió pasando más y más hojas, sin pena ni gloria, hasta que Neuvillette lo detuvo en una en específico. Su depauperada mano enguantada señaló lo que parecía ser un escudo, el cual formaba un astroide. Wriothesley alternó su atención entre ese símbolo y la inquisitiva mirada del juez.
Mientras tanto, en los confines de las preciosas dunas doradas de Sumeru, una joven eremita reencontrada consigo misma, acompañada de su más fiel compañero, una antigua creación del Rey Deshret.
⸺ ¡Benben! ¡Mira esto!
Ante ellos se alzaba, imponente y solemne, una silenciosa estatua de pulida obsidiana. No parecía ser parte de la civilización de Al-Ahmar, ni tampoco de aquel ruino cuyas puertas se encontraban bajo las arenas doradas.
No, era diferente, y evocaba una extraña sensación de peligro. Pero aquella joven, de nombre Yeht, no parecía importarle en aquel momento. Ya lo había perdido todo a fin de cuentas.
Se acercó a aquel monumento, ubicado en una extraña cámara en las profundidades de unas ruinas desconocidas y ciertamente extrañas, como si no debieran estar ahí realmente, como si alguien las hubiese puesto en ese lugar a propósito para que fueran encontradas...
Gotas de lo que parecía ser un oscuro aceite goteaban de entre las entrañas de la cueva, alrededor de la estatua, formando un grotesco charco ennegrecido alrededor, frío y viscoso. Benben comenzó a girar entre sí, sus picudas terminaciones dando vueltas, nervioso. Yeht se percató de esto, deteniéndose.
⸺ ¡Tranquilo, Benben! Enseguida nos iremos de aquí, este sitio tampoco me inspira demasiada confianza. Pero ya que estamos aquí, deberíamos al menos saber de qué se trata esta estatua, ¿no crees?
Se dirigió hacia la imagen, retirando la tela que cubría delicadamente la parte superior de su rostro. Sus dorados ojos se encontraron con un fulgor inquietante que provenía del rostro de aquella figura. Benben enloqueció todavía más.
⸺ Por el Rey Escarlata. ¿Qué... Qué es esto?
Yeht pisoteó el charco inconscientemente, habiéndose acercado lo suficiente a aquella inmensa talla como para percatarse de la inscripción que decoraba su pies. Sus dedos trazaron lentamente las letras, reconociendo un alfabeto totalmente desconocido para ella. Si bien era cierto que no estaba versada en tales temas, podía afirmar a ciencia cierta que jamás había visto ni imaginado siquiera que tales caracteres pudieran existir en Teyvat.
Unas oscuras manos, como si estuvieran cubiertas por ceniza, de características más animales que de humanas, aparecieron por ambos costados de su cabeza, acariciando su pelo, sus mejillas. Pudo notar la presencia de alguien más allí además de Benben, acercándose a su oído. Con un suave susurro, más bien similar a la débil melodía de las brisas del desierto arrastrando la arena, le dijo:
⸺ La sangre alimenta a la sangre. La sangre llama a la sangre. La sangre es, fue y será, por los siglos de los siglos...
Voz temblorosa, gutural, inhumana, hasta el punto de no saber si aquellas barbáricas palabras habían sido un sueño o no.
La joven eremita, casi hechizada, repitió aquella frase de forma automatizada, habiendo sido parcialmente hipnotizada.
La cueva donde se encontraba aquella estatua comenzó a desmoronarse, la extraña entidad desapareció tan rápido como apareció en escena. Yeht, inmóvil por el miedo y embrujada por el desasosiego, comenzó a ser empujada por Benben para que salieran de allí lo antes posible y evitar ser aplastados. Los irises de aquella efigie ya no les miraban con recelo, pues ahora, aquello que estuvo confinado en su interior...
Había sido liberado.
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⿻ : 𝗙𝗢𝗥𝗦𝗔𝗞𝗘𝗡。 𝐍euvillette × 𝐖riothesley × F!Reader.
Fantasia❝ Te has abierto paso en mi corazón donde pensé que no había espacio para 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗺𝗮́𝘀. Has hecho que las flores crezcan donde cultivé polvo y piedras. Recuerda esto: si 𝗺𝘂𝗲𝗿𝗲𝘀, yo tampoco sobreviviré más allá. ❞ 𝐍euvillette...