Era un tonto.
Estaba claro que no había aprendido nada cuando su mujer lo abandonó, o no habría tocado a Felix. Sentado ante el escritorio, de espaldas al amanecer, Hyunjin tecleó, cometió media docena de errores y apartó el teclado. Se recostó en la silla de cuero, cerró los ojos y volvió a sentir la impronta de su cuerpo contra el suyo.
Cualquier hombre lo desearía. Su cuerpo era curvilíneo y sensual, y su forma de andar era como para volverse loco. No solo había sido estúpido tocarlo, pensar en ello iba a desquiciarlo del todo. Sacudió la cabeza. Soportarlo iba a ser mucho más difícil de lo que había pensado.
Se recordó que era el niñero.
Un empleado.
Se puso en pie y fue a la ventana.
De empleado nada, era el sueño de cualquier hombre.
Y pasaría mucho tiempo allí, tentándolo.
Hyunjin miró la playa. Delicadas huellas marcaban la arena y supo que eran de Felix. Se preguntó si llevaría a Yeji de paseo a buscar caracolas, y si la niña sería feliz allí. ¿Le gustaría su dormitorio, o se sentiría abrumada y temerosa? Las preguntas martillearon su cerebro y tuvo que reconocer que no tenía ni idea de cómo educar a una criatura de cuatro años.
Pero Yeji era lo único que le quedaba en el mundo, y haría cuanto pudiera por ella, le ofrecería todo. «Menos a ti mismo», resonó la voz de su conciencia, y lo asoló el remordimiento. Lo preocupaba traumatizar a una niña inocente e impresionable.
Felix sería perfecto de momento; era una persona encantadora y sospechó que Yeji disfrutaría por fin; llevaba semanas pasando de mano en mano, desde que su madre se mató. Ni él ni Sunhee tenían familia. Un policía lo había informado de la muerte de su mujer; cinco días después, un notario, ejecutor del testamento de Sunhee, le comunicó que tenía una hija.
Park Jihyo, siguiendo sus instrucciones, había rescatado a la niña del Departamento de Acogida de Menores, había buscado un niñero y organizado todo para que se reuniera con él.
Sunhee le había ocultado que tenía una hija.
Y él había tenido mucho tiempo para pensar en la mujer que conoció en un baile de caridad y con la que se casó siete años atrás. Sunhee había sido una belleza, frágil como una muñeca de porcelana, pero se volvió egoísta y acaparadora; le gustaba más su estilo de vida que él.
Criadas, cocineras, viajes... cuanto más le daba, más pedía. Pero cuando le dijo que quería tener hijos y dejar de viajar, ella se negó y discutieron hasta que lo convenció. Debía haberse quedado embarazada la noche anterior al accidente, en la playa.
A pesar de todo, cuando él perdió el atractivo con que la había conquistado, lo abandonó.
No podía reprochárselo, era una mujer débil e inmadura, y él también había cambiado, por dentro y por fuera. Se preguntó qué le habría contado de él a Yeji.
Con un suspiro, volvió al ordenador, hasta que escuchó una suave voz por el intercomunicador.
—Mucho trabajo y poco alimento, convierte al señor Hwang en un tormento.
Hyunjin movió la cabeza de lado a lado, sonriendo, y pulsó el botón del intercomunicador.
—¿Has cocinado? —preguntó, hambriento.
—Sí, y Daehwi no puede ni con la mitad —hizo una pausa y añadió, pensativo— . Nunca he sido capaz de cocinar para menos de seis personas. Menos mal que me gustan las sobras, ¿no?

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UNFAIR || Hyunlix✔
AcakDesde aquel accidente la vida de Hwang Hyunjin no fue la misma, comenzando por la cicatriz que cubria su rostro y cuerpo. Al final su corazón estaba tan herido como su rostro...