O5: Dolor.

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Yo siempre había odiado las actividades al aire libre, pero estaba acostumbrado desde niña a acompañar a mi padre y su familia de campamento

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Yo siempre había odiado las actividades al aire libre, pero estaba acostumbrado desde niña a acompañar a mi padre y su familia de campamento.

Acampar era su tradición familiar. A la que me querían sumar como diera lugar porque según ellos pertenecía a la familia también.

Yo no sentía que fuera así. Tal vez esto se debía a las veces que lloraba porque mi mamá no podía ir al viaje con nosotros, preguntándome qué había hecho ella mal como para que fuese dejada de lado.

Tenía tantos malos recuerdos de acampar que no me lo pude creer cuando, este año como todos los anteriores, me encontré a mí misma atrapada en la parte de atrás de la camioneta de mi papá. Lista para empezar el viaje.

Todo parecía ser igual a todos los años. Excepto por una cosa.

Más bien alguien.

Minatozaki Sana, que decidió unirse a nosotros ahora que sus padres estaban de viaje y no tenía nada que hacer ese fin de semana. Ella nunca había acampado y creía que podría ser una experiencia divertida.

Bien por ella, pero para mí si nos acompañaba sería todo lo contrario a divertido. Verán, estaba intentando no darles tanta importancia a mis sentimientos hacia Sana. Ignorar lo que me pasaba con ella, que dejara de ser la gran cosa para mí. ¡Sería imposible si tenía que verla cada dos segundos!

La quería lejos, me negaba a seguirla queriendo y deseando. No estaba bien. Probablemente JeongYeon y ella incluso estaban saliendo. Tal vez sólo no decían nada porque no creían que nadie tuviese que enterarse de nada, era la vida de ellas.

Dios, joder. A veces extrañaba estar enamorada de la chica que estaba enamorada de mi hermana.

Sí, eso era terrible. Pero no más que estar enamorada de la posible novia de tu hermana.

Me dolía, pero me dolía por mí misma. Porque sufría por ella, por quererla tanto, pero nunca poder tenerla. Porque nunca me vería como la veía a ella. Y porque a veces parecía no tener derecho a que me doliera, siendo mi hermana esa chica que tanto envidiaba de la manera más devastadora posible. Porque a ella le tocaba besarla, tal vez incluso más que besos. Y a mí me tocaba mirar desde lejos.

— Hey, JiHyo. — susurró la castaña a mi lado, inclinándose hacia mí para susurrarme.

Yo, que estaba adormilada y perdida entre pensamientos, giré la cabeza en su dirección y la miré con el ceño fruncido. Nuestras miradas conectaron de manera fija. Sus ojos eran almendrados y oscuros, profundos e intimidantes.

Miré un momento por encima de su hombro. JeongYeon parecía haberse quedado dormida, la señora Park también. Mi papá cantaba las canciones que pasaban en la radio, escandalosamente. Y no quitaba los ojos del camino.

Mi corazón se aceleró como loco y mis mejillas enrojecieron, pensé que en cualquier momento empezaría a sudar. Porque me di cuenta de que de alguna manera estábamos solas.

Y odiaba estar feliz por ello, sabiendo que de todos modos no significaba nada. Lo odiaba. Pero no podía dejar de sentirme complacida por la idea.

— ¿Qué? — le susurré de regreso, finalmente devolviendo mis ojos a los suyos. Y ella me miraba de una manera tan directa y atenta que yo sólo quería encogerme en mi lugar hasta hacerme una bolita.

— Siento que últimamente estás evitándome. — hizo una mueca y confesó, acercándose más a mí. Yo creí que perdería la cabeza —. No sé si me estoy equivocando. Sólo siento que es así.

— ¿A qué te refieres? — le pregunté, haciéndome la confundida. Por dentro me consumía el temor de pensar que ella podía notar lo dolida que estaba.

— Ya no te veo casi.

Ella dejó su cabeza descansar en el respaldo de su asiento, mirando hacia mí. Con su rostro cerca del mío y sus ojos estudiándome sin más. Me repetí que lo hacía para que pudiésemos hablar con más comodidad, ya que mi padre tenía la música a muy alto volumen. Me repetí eso mil veces.

Pero no pude evitar sentir cosquillas en el estómago, mi rostro calentarse y aquella placentera y fuerte presión en mi pecho. Estaba jodida, porque sin importar lo que hiciera Minatozaki Sana siempre causaría cosas en mí. Cosas intensas y apasionadas. Estremecedoras.

— He estado ocupada. — le respondí con la voz hecha un hilo, regresándole la intensa mirada y sin poder evitar bajar a checar sus labios un par de veces. Creí haberla visto hacer lo mismo conmigo. Me dije a mí misma que era mi imaginación.

— ¿Escondiéndote de mí? — soltó con voz ronca. Apreté los labios con fuerza y ella arqueó una ceja en mi dirección.

— ¿Por qué haría eso? Es sólo que he estado ayudando a mi mamá en el trabajo. No todos tenemos un padre millonario que te da dinero para el almuerzo y unos cuantos lujos, eh. — alcé la voz sólo para que mi padre escuchara. Y lo hizo, dejó de cantar de la nada y me observó por el retrovisor unos segundos.

— Está bien, no estás evitándome. — sonrió levemente, sin dejar de mirarme. Y entonces estiró su mano hacia mí, apuntó con su dedo índice hacia mi rostro y segundos después, de la nada la punta de su dedo tocaba una de mis mejillas suavemente.

Creo que me estremecí. Creo que me sacudí, temblé y luego me apoyé en su contacto. Creo que lo pudo sentir. Se dio cuenta. Creí que era así por su mirada en ese momento, que guardaba una intensidad que conocía todos mis secretos. O al menos que parecía conocerlos.

— Uhm, Sana... — murmuró JeongYeon desde donde estaba.

Y tan rápido como se acercó, tan repentino y confuso, así mismo se alejó. Me sonrió mientras se acomodaba hacia JeongYeon, yendo a rodear sus hombros con su brazo.

Yo sólo desvié a la mirada.

Chocar con la realidad era tan duro, pero tan necesario al mismo tiempo, y sabía que en algún momento me ayudaría a crecer y madurar. Pero por esos momentos prefería evitar esa realidad, porque dolía tanto que me sentía morir. No quería verlas juntas y aceptar mi realidad.

Que en realidad yo era nada en esa historia.

Porque más que incomodo, estar enamorada de quién estaba enamorada de mi hermana, ahora era dolorosa. 

 

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❝ If I Was a Rose. ━ SAHYO | adaptación. ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora