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Conforme fue avanzando el día, ni Lisa ni Jisoo volvieron a sacar el tema de mi cumpleaños, y comencé a relajarme un poco. Nos sentamos en nuestro lugar de siempre a la hora del almuerzo. Existía alguna extraña clase de tregua en esa mesa. Nosotras tres — Lisa, Alice y yo— nos sentábamos en el extremo sur de la misma. Ahora que los hermanos Cullen más mayores y amedrentadores —por lo menos en el caso de Suga— se habían graduado, Jisoo y Lisa ya no intimidaban demasiado y no nos sentábamos solas. Mis otros amigos, Kai y Krystal —que estaban en la incómoda fase de amistad posterior a la ruptura—, Hyuna y Dawn —cuya relación había sobrevivido al verano—, Eric, Conner, Camila y Lauren —aunque esta última no entraba realmente en la categoría de amiga— se sentaban todos en la misma mesa, pero al otro lado de una línea invisible. Esa línea se disolvía en los días soleados, cuando Lisa y Jisoo evitaban acudir a clase; entonces la conversación se generalizaba sin esfuerzo hasta hacerme partícipe. Ni Lisa ni Jisoo encontraban este ligero ostracismo ofensivo ni molesto, como le hubiera ocurrido a cualquiera. De hecho, apenas lo notaban. La gente siempre se sentía extrañamente mal e incómoda con los Cullen, casi atemorizada por alguna razón que no era capaz de explicar. Yo era una rara excepción a esa regla. Algunas veces Lisa se molestaba por lo cómoda que me sentía en su cercanía. Pensaba que eso no le convenía a mi salud, una opinión que yo rechazaba de plano en cuanto ella la formulaba con palabras. La sobremesa pasó deprisa. Terminaron las clases y Lisa me acompañó al coche, como de costumbre, pero esta vez me abrió la puerta del copiloto. Jisoo debía de haberse llevado su coche a casa para que ella pudiera evitar que yo consiguiera escabullirme. Crucé los brazos y no hice ademán de guarecerme de la lluvia.

— ¿Es mi cumpleaños y ni siquiera puedo conducir?

—Me comporto como si no fuera tu cumpleaños, tal y como tú querías.

—Pues si no es mi cumpleaños, no tengo que ir a tu casa esta noche...

—Muy bien —cerró la puerta del copiloto y pasó a mi lado para abrir la puerta del conductor—. Feliz cumpleaños.

—Calla —mascullé con poco entusiasmo.

Entré por la puerta abierta, deseando que ella hubiera optado por la otra posibilidad. Mientras yo conducía, Lisa jugueteó con la radio sin dejar de sacudir la cabeza con abierto descontento.

—Tu radio se oye fatal.

Puse cara de pocos amigos. No me gustaba que empezara a criticar el coche. Estaba muy bien y además tenía personalidad.

— ¿Quieres un estéreo que funcione bien? Pues conduce tu propio coche

Los planes de Jisoo me ponían tan nerviosa que empeoraban mi estado de ánimo, ya de por sí sombrío, y las palabras me salieron con más brusquedad de la pretendida. Nunca exponía a Lisa a mi mal genio, y el tono de mi voz la hizo apretar los labios para que no se le escapara una sonrisa. Se volvió para tomar mi rostro entre sus manos cuando aparqué frente a la casa de sehun. Me tocó con mucho cuidado, paseando las puntas de sus dedos por mis sienes, mis pómulos y la línea de la mandíbula. Como si yo fuera algo que pudiera romperse con facilidad. Lo cual era exactamente el caso, al menos en comparación con ella.

—Deberías estar de un humor estupendo, hoy más que nunca —susurró. Su dulce aliento se deslizó por mi rostro.

— ¿Y si no quiero estar de buen humor? —pregunté con la respiración entrecortada.

Sus ojos dorados ardieron con pasión.

—Pues muy mal.

Empezaba a sentirme confusa cuando se inclinó sobre mí y apretó sus labios helados contra los míos. Tal como ella pretendía, sin duda, olvidé todas mis preocupaciones, y me concentré en recordar cómo se inspiraba y espiraba. Su boca se detuvo sobre la mía, fría, suave y dulce, hasta que deslicé mis brazos en torno a su cuello y me lancé a besarla con algo más que simple entusiasmo. Sentí cómo sus labios se curvaban hacia arriba cuando se apartó de mi cara y se alzó para deshacer mi abrazo. Lisa había establecido con cuidado los límites exactos de nuestro contacto físico a fin de mantenerme viva. Aunque yo respetaba la necesidad de guardar una distancia segura entre mi piel y sus dientes ponzoñosos y afilados como navajas, tendía a olvidar esas trivialidades cuando me besaba.

Luna Neva (jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora