Epílogo: Sonata de la Luna Negra.

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"Brindad consuelo a aquellos quienes sus seres amados han partido. Será mi condena hacer de guía para aquellos cuyas almas fueron olvidadas." Arconte; Siervo del jardín blanco.

El vacío se cierne sobre nosotros. La inconmensurable oscuridad renuente al abandono abniega de nuestra liberación. Nos teme, sí. Y vaya que lo hace. Es consciente de su inevitable caída. Por ende nos acecha a cada instante, en busca de cualquier ápice de duda o lugar donde nuestra voluntad flaquea. Con el pesar de los nuevos días su temor crece junto a nosotros. Poseemos aquello que una vez le brindo eternidad y pues resultará la pieza de mayor valor en esta cruzada. Hemos sido testigos de su grandeza, de sus victorias y en contraste, nunca de derrotas. Todo, gracias a lo que ahora yace inocuo en nuestras manos. Día tras día, la fuerza del individuo crece. Más y más talentos únicos surgen de la opresión del tirano lóbrego. Pero aún no es el momento, Él aún es fuerte. Sabe que somos una amenaza, lo tiene muy claro, pero su arrogancia se niega a dejarle ver aquello que ante sus ojos sangrientos se muestra. La caída es inevitable y Él lo sabe, muchos piensan que ha sido cegado, que su otrora radiante protector no es conciente de lo que se le echa en ciernes. Yo no soy capaz de apoyarles pero no desestimo sus voces.

Más que dolor no ha traído y el hambre de justicia ruge en los vientres de la creciente marea del odio. Nos resguardamos en las sombras, somos los expectantes siervos de la noche, aguardando en silencio la hora de nuestra ascención.

De radicales pecamos y no pues de benevolentes en iguales formas. Pero ya mucho dolor hemos de haber superado bajo sus garras corruptas. Aquellos quienes bajo muestra de desfachatez juraron escudar nuestros más primarios intereses, ahora yacen acérrimos a las tentaciones de los brindados por el adversario. No juzgamos su humanidad, "Lance la primera piedra aquel que no haya pecado". Nadie es libre de culpa. Somos solo eso, Humanos. Ante lo cual, con mucho pesar, he de admitir que es nuestra naturaleza tomar todo lo que en nuestras manos es dado; y arrebatar aquello que se nos es negado. No podemos dejar más a un lado la necesidad inminente que se nos es mostrada. Ya frívolos salvadores previos a nosotros se han alzado y han sido, todos, los que sin dejar ni sus huesos por hienas han sido devorados. No hay otra forma, el cambio debe darse por la mano de aquellos que en carne propia han sentido el ardor de la traición. Todos una vez no tan lejana al ahora le hicimos entrega de su poder. Promesas, que ahora no recalcan más que nuestra causa, impulsan el irascible clamor de una nación impulsada por aquellos a quienes los ojos del espectador juzgarían como desleales. Una vez nos vislumbre como tales. Nos ví como la fugaz esperanza de un cambio innecesario. Pero cuánta bruma cegaba tan claros ojos. La incapacidad compartida por muchos para ver el horror encarnado en miriadas de escenarios cada día, fue sino la principal razón de hallarnos como la escencial causa del desventurado final que recae en este antaño sagrario de esperanza. La tenue e irreal sensación de seguridad se disuelve constante ante la inminente necesidad del cambio. No son diferentes aquellos quienes al tirano lealtad le juraron. No todos, por desgracia. Murmullos de necios indulgentes aún logran atravesar los muros tras los que reposa perenne sobre su trono, moviendo las oscuras fuerzas que reptan en lo más profundo del corazón mortuorio. Nuestros sueños a la par que pesadillas atormentan las noches perpetuas atracando sin compasión nuestras mentes e ideales.

Día 5 de las lunas gemelas. Año del cuervo ciego. Bitácora del Ex-Duque Andrew Gregory D' Le Rouge.

La suave tinta recorre las roidas hojas amarillentas. Con pesar, un suspiro incontenible logra escapar del angustiado redactor. Con un toque de suavidad cierra el tosco diario envuelto entre oscuras cubiertas de piel, que es dejado a un lado en compañía de la lujosa pluma que contrasta a la vista del precario libreto. El angustioso sonido de la lluvia resonaba entre las desgastadas paredes de la habitación, un par de goteras escapaban a las remiendas del tejado haciendo eco al caer sobre los cuencos grisáceos a escasos momentos de desbordase. Cinco continuos días de ardua lluvia atormentaban a los habitantes de los suburbios, dónde solo aquellos quienes en sus moradas ya no eran bienvenidos estaban dispuestos a enfrentar el cruel azote de los vientos y los diluvios que en apenas horas habían desbordado los acueductos de la ciudad.

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⏰ Última actualización: Apr 14 ⏰

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