El frío helado del suelo empedrado congelaba todo mi cuerpo al entrar en contacto con mis pies desnudos, la única luz visible eran los faroles colgantes ubicados al lado de cada pintura. Afortunadamente, los extraños personajes que habitaban los cuadros dormían. Encontraba cierto placer en pasar las noches a oscuras, merodeando e inmersa en mis pensamientos.
Habían transcurrido dos meses desde mi llegada a Hogwarts, y los rumores sobre mi aún hacían presencia entre los estudiantes. Realmente no me importaba, solo serían dos años y luego, podría hacer lo que quisiese con mi vida y dejar atrás todos aquellos prejuicios que me persiguieron desde mi nacimiento.
Los profesores me advirtieron, desde un principio, que no deambulase a altas hora de la noche por el castillo, y, aun así, me encontraba merodeando en zonas desconocidas a medianoche. La inmensidad arquitectónica me deslumbraba, el aspecto gótico del castillo le daba un sentido nostálgico y abrumador a mi caminata. Solo el eco de mis pasos descalzos golpeando el suelo, y el frío aire rompían el silencio, envolviéndome en una oscuridad absoluta.
Pude notar que me había alejado demasiado de las mazmorras cuando una ráfaga de viento azotó mi cuerpo de un segundo a otro. Había llegado al patio principal, desolado, la única compañía eran las estrellas, qué en una noche completamente despejada como esta, cubrían todo cielo. No había risas, no había alumnos haciendo duelos, nadie jugaba ajedrez mágico ni gobstones. El silencio era puro. Me recosté sobre los asientos que rodeaban la fuente principal del patio, era inevitable el impulso de mirar al cielo e intentar contar cada estrella.
Estuve a punto de ceder contra el sueño cuando un ruido interrumpió mis pensamientos. Mi primer instinto fue empuñar mi varita mientras adoptaba una posición defensiva. A pesar de examinar cada rincón del patio con detenimiento, no había indicio alguno de otra presencia más que la mía en compañía del cielo estrellado. Comencé el retorno a las mazmorras, aun con la varita en mano y observando a mis alrededores con cada paso que daba. De un segundo a otro, y sin haberlo previsto, mi cuerpo entero chocó contra algo, tardé segundos en entender la situación. Una figura masculina se erguía frente a mí, con su rostro inmerso en las sombras creadas por los pilares, con un aura oscura y gélida que cubría toda su persona. Un sobresalto recorrió mi corazón al considerar la posibilidad de que los profesores descubriesen mis andanzas nocturnas. Sin embargo, no parecía tener la edad suficiente como para ser profesor, y estaba vistiendo la clásica túnica obligatoria negra, que dejaba en claro, con un pequeño escudo, a que casa pertenecías.
- ¿A caso no te dijeron que está prohibido para los estudiantes caminar por el castillo en plena madrugada? -dijo, en un tono tan frío y aislado que provocó un congelamiento definitivo de mi sangre.
- Supongo que lo mismo podría preguntarte a ti. -dije, en un intento por sonar convincente y defensiva, aun así, la duda y temor eran más que evidentes en el tono de mi voz.
La tensión en el aire era palpable, como si estuviéramos en medio de un duelo silencioso, cada uno evaluando al otro en busca de debilidades. Mis sentidos no dejaron de estar alerta ni un segundo, captando cada detalle de aquella figura misteriosa frente a mí: su postura erguida, los gestos apenas perceptibles y la forma en que su mirada parecía atravesar mi alma sin esfuerzo alguno.
Sin apartar la mirada, me esforcé por mantener mi compostura, sin embargo, el nerviosismo no hacía más que crecer dentro de mí. Finalmente, el desconocido rompió el silencio, su voz resonando con un eco sutil en el pasillo desierto.
- No todos obedecen las reglas. -dijo, dando un paso hacia adelante, con un rostro completamente inexpresivo y distante.
Cada músculo de mi cuerpo se tensó ante su respuesta y acercamiento, ¿representaba este sujeto algún tipo de amenaza? La incertidumbre se apoderó de mí, nublando mis pensamientos, nunca antes había visto a esta persona.
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Dark Beauty
General FictionNo podía vivir sin él, pero su oscuridad me consumía, me desgastaba mental y físicamente. Lo amaba tanto que terminé sucumbiendo a él, uniéndome a el, jurando inquebrantablemente que de ahora en más, mi vida y la vida de Tom Riddle, estarían unidas...