Pov Reese
Eran las 2:30 de la madrugada cuando me encontraba dando vueltas en la cama. Mi cabeza no ha parado de dar vueltas y eso es muy cansino. Me remuevo incómoda por cuarta vez, así que me levanto y voy a la repisa donde tengo todos mis preciados libros.
Ayer cuando venía de regreso a casa supe que habían abierto un café que incluía librería a unas cuadras, debería ser ilegal el que los libros sean tan costosos, pero que puedo pedir si en definitiva son mi debilidad.
Con unas cuentas vueltas me recorrí todo el local sin saber qué libro escoger hasta que vi uno que captó por completo mi atención poesía.Cuando llegué a casa me encontré totalmente sola, aunque no me molestaba en absoluto. Mamá y papá debían estar en el acuario, el legado familiar. Anteriormente era dirigido por mi bisabuelo, luego pasó a manos de mi abuelo y por último llegó a las manos de papá, hace mucho que no voy. Las clases y los trabajos me tienen la vida vuelta cuadritos, estaba cansadísima y subí corriendo las escaleras hasta encerrarme en mi habitación. Me di una buena ducha, salí y me puse lo más cómodo que encontré en el closet, un suéter gris que me llegaba hasta los muslos con un short que tapaba ésta y medias. Dejé que mi cabello se secara por si mismo y me puse a ver series hasta que me quedé dormida
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Finalmente mi burbuja explotó cuando sonó la alarma, ésta vez me levanto lo más rápido que mis piernas me lo permiten, y no es que esté ansiosa por ir a clase pero hoy a primera hora nos toca con el berrugoso Jack
El profe más exasperante que ha existido en toda la historia del instituto.-¡Reese! - llama una voz femenina a mi espalda que reconozco al instante. Aria. Desde que tengo memoria ella siempre ha sido mi mejor amiga
Recuerdo que cuando estábamos pequeñas todo el mundo estaba hablando sobre una nueva muñeca, en cuanto la vi me enamoré totalmente de ella sin embargo apesar de que le rogara a mis padres que me la compraran no la conseguí pues todas se habían agotado en unas cuantas horas. Un día ella llegó a casa con una igual a la que yo quería, yo me enojé y lloré como nunca. Al parecer, esa que ella tenía en sus manos era para mí, era mi regalo número ocho. Me doy la vuelta y la veo junto a los chicos. Les doy una mirada rápida y voy hacia ellos.-Que hay chicos- digo dándoles un abrazo a cada uno. Y así empieza una de las clases más aburridas de la semana.
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SAUDADE
RomanceTuve tanto miedo que el espacio entre la pena y la felicidad pareció acortarse.