Capítulo 2

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Madrid, España
Dos años después

Miro el reloj, ya son las doce pasadas. Bufo y respaldo la cabeza en la ventana mientras Hugo, el chofer que me retribuyó la compañía, cruza la calle Gran Vía. El evento se ha alargado más de la cuenta, y solo quiero llegar a casa, darme una ducha e ir a dormir.

—Mañana por la tarde hay una reunión programada con la delegada del departamento de Actualidad y Moda Internacional. —advierte Natalia.

Natalia Suárez es mi representante des del día que aterricé a España, y no puedo estar más agradecida.

Es inteligente, amable y una excelente trabajadora. Y además, mi amiga. Es un alivio tener a alguien con quien contar, teniendo en cuenta que no es fácil empezar de cero en un país que no es el tuyo.

—¿A qué hora? —consulto.

Desbloquea su Smartphone, revisa el programa y me mira con convicción. —A las seis y media.

La grabación fue transmitida en todas las cadenas de televisión habidas y por haber. En menos de un año pasé de tener doscientos seguidores en Instagram a cuatro millones. Una locura. Hasta se organizaron manifestaciones contra la violencia de género.

Ahora trabajo en una de las revistas Españolas más influyente del momento. Empoderada es el nombre que elegí para mi sección. Jamás imaginé llegar tan lejos. Me dedico a darle voz a mujeres que han sido maltratadas para que se sientan acompañadas y no solas como me pasó a mí. Suspiro sin ánimos.

Hugo, tan eficiente como de costumbre, estaciona delante del portal. Le doy las gracias por ser tan considerado y después me volteo hacia Natalia.

—¿Quedamos a las ocho? —propongo.

—Allí estaré como un clavo.

Recojo el bolso, salgo del coche y le lanzo una sonrisa antes de irme. Hemos cogido como rutina ir a tomar café antes de entrar al trabajo. Chismorreamos de los futuros romances en la oficina y apostamos en quien se liará con quien. Mañana votaré por Iris, la chica de prácticas que no para de entrar y salir del despacho de David, el de Recursos Humanos.

La semana pasada Natalia votó por mí y por Oliver, el hijo del señor Díaz, mi jefe. Es evidente que perdió la apuesta. Oliver es atento, educado y moreno con ojos verdes. No voy a negar que es un partidazo, pero ahora solo estoy centrada en mi carrera.

Accedo al ascensor y presiono el botón redondo que hay justo encima de los otros quince. Aún no puedo creerme ser propietaria de algo, y menos de un ático  en el centro de Madrid considerando que hace unos años no tenía ni para llegar a final de mes.

Me llevo la mano al pecho impactada cuando veo la puerta del ático abierta, el pomo forzado y las luces encendidas. Cierro los ojos y respiro hondo antes de pasar. Me encuentro el interior hecho un completo desastre. Paredes pintadas, cristales rotos y mi ropa tirada por el suelo. ¿Quién diablos ha hecho esto y porqué? Que yo sepa, no tengo enemigos.

Avanzo con prudencia, quizá aún no se ha ido y esté escondido en alguna parte. Siento que me va dar un ataque al corazón. Camino de puntillas para no hacer ruido. Entro a la cocina, abro el primer cajón y agarro un cuchillo. No soy una asesina, pero con algo tendré que defenderme si me atacan. Luego reviso el salón, las habitaciones y el baño, pero ni rastro de nadie.

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⏰ Última actualización: Apr 03 ⏰

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