Capítulo 10

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Las últimas manchas de nieve se habían derretido y el verde intenso de la hierba del parque situado a la izquierda de Yongsun daba la sensación de que la primavera estaba a la vuelta de la esquina, aunque aún faltaban tres semanas para el primer día oficial de primavera.

Yongkeey la siguió por Roanoke Parkway meneando el rabo, siempre deseosa de aventuras.

Delante de ella, al otro lado de la calle, ya podía distinguir el edificio histórico de la esquina, donde creía que vivía Byul.

Cuando llegó al paso de peatones, la manecilla naranja parpadeó, así que se detuvo y aprovechó el retraso para estudiar el edificio de apartamentos.

El número que había sobre la puerta blanca le confirmó que estaba en el lugar correcto. Yongsun había recordado correctamente: Byul vivía en uno de los Apartamentos Literarios, un conjunto de edificios históricos con nombres de escritores y poetas famosos. El nombre de éste, Washington Irving, estaba esculpido en piedra sobre la entrada, flanqueada por dos columnas en espiral.

El exterior de ladrillo rojo del edificio le daba un aspecto señorial, mientras que las piedras angulares blancas, los adornos de terracota y las ventanas arqueadas bajo la línea del tejado le añadían cierta elegancia.
Una torre con tejado de tejas de arcilla se elevaba por encima de los siete pisos.

De algún modo, el edificio parecía encajar con Byul: era económico, pero atractivo.

¿Atractivo?

Bueno, sí, está bien, sin duda Byul era atractiva. Objetivamente hablando, por supuesto.

El semáforo se puso en verde y ella se bajó de la acera, o mejor dicho, lo intentó.
En lugar de seguirla, Yongkeey se fue en la dirección opuesta, hacia abajo a la Calle 48.

Oh, no. Por fin se le ocurrió por qué se había puesto tan ansiosa cuando se dirigieron calle abajo desde donde ella había aparcado. Esta era la ruta que tomaban cuando iban a la panadería Three Dog a comprar sus golosinas favoritas. Debió pensar que era allí adonde iban.

—¡Yongkeey, no! No vamos a ir a la panadería. Tengo una cita en otra panadería, y si nos haces llegar tarde, Byul se enfadará. No queremos eso; créeme. Puede ser una mujer aterradora cuando está enojada.

Yongkeey no parecía impresionada. En vez de eso, se reafirmó mientras tiraba de la correa con obstinación.

La gente los rodeaba y miraba por encima del hombro para ver quién ganaba la pelea.

El sudor brotó de la frente de Yongsun. ¡Qué vergüenza! Rezó para que Byul no estuviera mirando desde uno de los balcones o ventanas que daban al cruce.

—¡Yongkeey, vamos! —Chasqueó la lengua y se dio una palmada en el muslo para llamar su atención—. Hay un lindo bulldog francés y un adorable golden retriever esperándote.

Finalmente, justo cuando la mano naranja empezó a parpadear, cedió y la siguió.

Yongsun tuvo que trotar los últimos metros para cruzar el cruce a tiempo.

Cuando estuvieron a salvo en la acera, le señaló con el dedo índice.

—No hagas eso delante de Byul, ¿Está bien? No quiero que piense que eres una mocosa maleducada.

Inclinó la cabeza hacia un lado y sus orejas se movieron al escucharla.

—Tienes suerte de ser linda. —Se inclinó para despeinarle el pelaje de la cabeza y la condujo por dos cortos tramos de escaleras hasta la entrada principal, situada en la confluencia de las dos alas en forma de L del edificio. Miró hacia los balcones del último piso, pero no distinguió a nadie.

Soltera Número Doce [MoonSun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora