Hace 5 meses
Si alguien le preguntase a Juanjo su opinión sobre el sexo como concepto abstracto, seguramente respondería que está sobrevalorado.
Que no se malinterprete; como casi todo el mundo, disfruta cuando tiene sus sesiones de revolcón tanto como se puede esperar. Pero a veces Juanjo cree que no ha encontrado a alguien con quien se sienta lo suficientemente seguro como para dejar caer la fachada que ha creado. Alguien a quien permitirle llegar a una parte tan íntima de sí mismo que ni siquiera él visita a menudo.
¿A quién quiere engañar? Si no es capaz de mantenerse la mirada ante el espejo para hablar consigo mismo, ¿cómo va a siquiera plantearse hacerlo con los demás?
Es un pensamiento intrusivo —y recurrente— que vuelve cada vez que llega el momento de tener una conexión más íntima con alguien. Y como Juanjo no se permite tener estas relaciones en un plano romántico, se traduce en que aparece cuando llega el momento de tener sexo.
¿Cómo se llamaba esta vez? ¿Virginia? ¿Valeria? Quizá ni siquiera se lo ha llegado a preguntar mientras bebía con ella antes de pedirle que le acompañase a la habitación de su residencia.
Mientras tenía la boca sobre su centro, ella no ha intentado tocarlo. Sus manos tan solo rozaron sus hombros y guiaban sus dedos, en ocasiones corrigiendo la forma en la que él la tocaba.
Él la hace correrse una vez. Y luego otra.
Todavía con la respiración agitada y los ojos brillantes, ella enreda su mano en su cabello y le inclina la cara hacia arriba para mirarla. "¿Quieres follarme?" le pregunta, con unos ojos marrones tan feroces que Juanjo se siente como si tuviese que rendir cuentas.
No confía demasiado en que la voz vaya a ser tan firme como le gustaría si le responde. Así que Juanjo sacude la cabeza, casi imperceptiblemente.
"¿Quieres algo más de mí? Puedo hacerte una paja si eso es lo que quieres". Parece casi sorprendida por su negativa. "Vamos, has hecho un buen trabajo aquí abajo. Mejor que la mayoría, si me preguntas".
Pero Juanjo no ha sentido nada diferente cuando la rubia ha besado sus labios, de una manera tan frenética que debería haber sido imposible no creer que se trataba de un par de enamorados. Así que se sonroja. Porque a pesar de todo, está duro como una roca en sus vaqueros, todavía excitado de una manera agradable.
"Dime", dice la chica. "Dime lo que quieres".
Algo atraviesa a Juanjo. La mitad de él quiere decir que sí. La mitad de él no quiere que ella lo toque más de lo que ya lo ha hecho —la otra mitad quiere que ella se vaya a casa y lo deje en sus manos y con lo que ha aprendido—. Termina sin decir nada en absoluto.
Valeria —o Virginia— lo mira y le da dos palmaditas en la mejilla. Consulta su reloj, una fina pulsera plateada, y parece decidir que su tiempo aquí se ha terminado. "Gracias por esto", dice, mientras lo mira fijamente. Abre levemente la boca, pero luego la cierra. Como si se debatiese entre decir sus siguientes palabras. "Deberías intentar permitirte disfrutar del sexo. Por si tenías alguna duda... No eres tan malo en eso como crees, si es ese el problema".
Ella sale de la cama y se pone la ropa interior, para después seguir con la falda y su camisa. Juanjo la mira irse, y cuando ya ha salido, se levanta para cerrar la puerta detrás de ella suavemente.
En silencio, se masturba en la ducha.
Luego se acuesta en la cama, observando las sombras en el techo, e intenta no pensar demasiado en ello.
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BABY COME IN [JUANTIN]
FanfictionSi le preguntas a Juanjo, Martin cayó primero. Pero él cayó más fuerte. O cómo se alteró la química cerebral de Juanjo cuando conoció a Martin Urrutia.