your dreams are just dreams
Yacía en la penumbra de su habitación, las sombras se alargaban como recuerdos que no quería enfrentar. El reloj en la pared marcaba las horas con una lentitud cruel, como si el tiempo mismo quisiera prolongar su agonía.
Las fotografías en el viejo álbum lo miraban con ojos desvaídos, como si también hubieran perdido la esperanza. Cada imagen era un eco de momentos felices, ahora sepultados bajo capas de tristeza y soledad.
Las cartas amarillentas por el tiempo, sucias pero con sus palabras de amor y promesas, yacían en el cajón olvidado. Las hojas se desmoronaban al tacto, como mi corazón que se desgarraba con cada recuerdo. Las lágrimas, compañeras silenciosas, trazaban surcos en mi piel mientras leía una y otra vez tus dulces palabras. Pero tú ya no estabas aquí para sostenerle, para secar sus lágrimas o para simplemente mirarlo con melancolía.
La ventana abierta dejaba entrar el frío de la noche, como un abrazo vacío. Afuera, la lluvia caía con insistencia, como si el cielo también compartiera su dolor.
Y en ese instante, mientras el viento susurraba secretos que solo él entendía, supo que había perdido algo irremplazable. Algo que que había dado fuerzas para seguir adelante, incluso cuando todo parecía desmoronarse.
Y así, en la quietud de la madrugada, con el eco de tus risas aún resonando en mi mente, pronuncié la frase que me atormentaba: "Una razón más para estar contigo".
Pero esta vez, no era una razón de alegría ni de esperanza. Era la razón por la que mi corazón seguía latiendo, aunque ya no estuvieras a mi lado. Una razón que me condenaba a vivir en la sombra de lo que una vez fuimos.
Satoru se encontraba solo en su gran pero vacía mansión, las sombras de la noche se alargaban por las paredes, y el silencio era abrumador. El recuerdo de Suguru lo atormentaba sin piedad. Cada noche, como un ritual doloroso, se sentaba junto a la ventana, mirando hacia la ciudad iluminada, y se culpaba una vez más.
El pasado regresaba con fuerza, como una maldición que no podía ser exorcizada. Recordaba los días de su adolescencia, cuando Suguru era su confidente, su compañero de risas y secretos. Juntos compartieron sueños, esperanzas y un amor que parecía eterno. Pero algo se interpuso en su camino, algo que él no pudo evitar.
Fue un malentendido, una discusión acalorada que se salió de control. Suguru estaba herido, y Satoru, cegado por la ira y el miedo, ambos comentiendo actos irreversibles.
Suguru se había separado de él porque estaba roto, lleno de odio hacia los no hechiceros y obsesionado con sus ideales.
En ese momento, Satoru no existía para él. Suguru estaba atrapado en su propio mundo de dolor y desesperación, una barrera mental algo que ni con sus seis ojos pudo romper.
Desde entonces, vivía en un abismo de culpa. Las noches eran las peores. Se imaginaba a Suguru allí, en la oscuridad, acusándolo con la mirada. “¿Por qué?” se preguntaba, “¿Por qué esto tuvo que pasar? ¿Por qué no pude salvarlo?”.
Las lágrimas brotaban sin cesar. Se culpaba por no haber luchado lo suficiente, por no haber buscado una solución pacífica. Se torturaba con los “y si…” y los “debería haber…”. La soledad era su única compañera, y la culpa, su única amiga.
En su mente, Suguru seguía vivo. A veces, creía escuchar su risa, su voz suave. Pero era solo una ilusión, un eco doloroso de lo que una vez fue. Suguru se había ido, y Satoru era el único responsable. La noche se cernía sobre él, y susurraba una y otra vez:
—Lo siento, Suguru. Lo siento —Pero las palabras no podían cambiar el pasado ni devolverle la vida a su amado. La culpa era su condena, y seguiría atormentandolo hasta el último de sus días.
Apartó la mirada de la ventana, su celular vibrando en su mano. Nanami, su otro amigo, lo llamaba con urgencia desde la escuela de hechicería. ¿Qué emergencia podría haber?
Se apresuró por el pasillo, el corazón latiendo con ansiedad, no solía tener este tipo de reacciones pero estaba en un estado de debilidad. Algo detuvo sus pasos, un cuadro colgado en la pared, justo al lado de la puerta de salida, atrapó su atención.
Cuatro figuras pelinegras, dos niños y una niña, junto al adulto, estaban retratadas en él. Sus ojos, profundos y oscuros, parecían felices pero a la vez irreales, como si ocultaran secretos insondables.
El niño mayor sonreía exageradamente con una alegría que parecía ser forzara, mientras que la niña y el niño más pequeños tenían expresiones más tímidas, como si estuvieran a punto de reír. El adulto, con cabello negro y ojos penetrantes, sostenía sus manos, formando un círculo de unión.
El fondo del cuadro estaba bañado en tonos de azul y gris, como si perteneciera a un mundo distinto al nuestro. No sabía quiénes eran esos cuatro ni siquiera había pensado que es cuadro estaba ahi, pero algo en esa pintura lo inquietaba profundamente. Le eran familiares esos rostros y a la vez lejanos.
Sus seis ojos estaban inquietos, perturbados. El eco de sus voces resonaba una y otra vez en su mente.
<<Su rostro, es él...>>
<<Es solo una ilusión>>
<<Esto es malo>>
<<...Suguru>>
Satoru se aferró al chaleco de su uniforme, sintiendo el latido acelerado de su corazón. No lo decía en voz alta, pero se cuestionaba por qué lo consideraban el más fuerte. Su mayor desafío no era enfrentarse ni exorcizar maldiciones, sino ocultarse bajo un manto negro que cubría sus ojos.
Vivía con el miedo constante de que su corazón se desbordara y volcara, una vez más, en un intento desesperado por mantenerse oculto.
Con un suspiro, se alejó del cuadro y salió. La urgencia de la llamada de Nanami seguía resonando en su mente, pero los ojos vacíos del cuadro lo perseguirían durante mucho tiempo más.
Quizás, en algún rincón de su corazón, también había un secreto que esperaba ser revelado.
¡Saludos, queridos espectadores!
Aunque esta historia pueda parecer breve, es solo el comienzo. Como un primer episodio, nos adentramos en un mundo de posibilidades y secretos. La verdad aguarda en las sombras, y la ilusión nos envuelve como un velo misterioso.
No se preocupen, habrá más. Más giros, más personajes, más mundos entrelazados. Así que permanezcan atentos, porque la próxima vez, la recompensa será aún mayor.
...Nos vemos en el próximo capítulo.
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Una razón más para estar contigo ©
Short StorySatoru había perdido todo. Después del "reencuentro" con su antiguo amado mejor amigo, el incidente en Shibuya lo había dejado marcado, no solo físicamente, sino también en lo más profundo de su ser. La ciudad ardía, y con ella, su corazón. Pero no...