》𝙁𝙞𝙤𝙧𝙚 ☆₊⊹

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 ʜᴀʏ ᴄᴏsᴀs ᴇɴ ᴇsᴛᴇ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ǫᴜᴇ ɴᴏ sᴇʀᴀɴ ᴀᴄʟᴀʀᴀᴅᴀs ɴɪ ᴇsᴘᴇᴄɪғɪᴄᴀᴅᴀs, ᴄᴏᴍᴏ ᴘᴏʀ ᴇᴊᴇᴍᴘʟᴏ; ʟᴀ ᴀᴘᴀʀɪᴇɴᴄɪᴀ ᴇsᴘᴇᴄɪғɪᴄᴀ ᴅᴇʟ ʟᴜɢᴀʀ. ᴅᴇʙᴇʀᴀɴ ᴅᴇ ʏᴀ ᴛᴇɴᴇʀ ᴇɴ ᴄᴜᴇɴᴛᴀ ʟᴀ ᴀᴘᴀʀɪᴇɴᴄɪᴀ ᴅᴇ ᴄᴀᴅᴀ ᴜɴᴏ ᴀʟ ʟᴇᴇʀ ᴇsᴛᴏ.


  La habitación estaba envuelta en un caos tumultuoso, con voces que se elevaban en un coro de ansiedad y confusión. Algunos discutían entre sí, otros caían presos del pánico, y en medio de aquel escenario desesperante, incluso se escuchaban sollozos desgarradores. La tensión en el aire era palpable, como una tormenta que amenazaba con desatar su furia en cualquier momento. Sin embargo, en medio de aquel caos, la figura del jugador 3# parecía inmune a la conmoción circundante, ya sea porque no le otorgaba importancia o simplemente porque estaba sumida en un sueño profundo.

   En su cama, la figura de la niña yacía encogida como una bola, resguardada entre las sábanas como un armadillo temeroso. Pero en este caso, no era un armadillo; era una niña roncando, o al menos lo había sido hasta que alguien se acercó por su espalda y la movió con cierta inquietud, como corroborando que aún estaba con vida.

   —Mmmph... un ratito m-más... — Entre sueños, la niña soltó un gruñido lastimero, como si el simple acto de despertar fuera una afrenta personal. Se revolvió levemente en la cama con la determinación de poner fin a cualquier molestia que la perturbara en su sueño.
    — Ah, ya. Pues, qué va. Pensé que estabas muerta. — El individuo rodó los ojos con exasperación, para luego volver a sacudirla con suavidad pero persistencia. — Niña, despierta. — Repitió esa persona, observando con curiosidad la aparente indiferencia de la jugadora. El jugador 3# asintió ligeramente con la cabeza, pero se negó a abrir los ojos, como si estuviera decidida a mantener su siesta sin realmente estar enterada de lo que pasaba a su alrededor.

No hubo más palabras por varios segundos. 3# continuó descansando sin problemas, como si de una siesta vespertina se tratase. Pronto, la misma voz se hizo escuchar nuevamente, pero esta vez con un tono más amable. Si 3# no estuviera durmiendo, podría pensar que se trataba de un abogado a punto de venderle una estafa.


   — ¿Te sientes mal? Venga, arriba. —Insistió con gentileza el individuo, tratando de romper la barrera de indiferencia que la niña, de forma considerablemente adorable, parecía haber erigido a su alrededor. 
   Es en ese momento cuando la niña parece conectar cables y despertarse de manera algo nerviosa y extrañada, con el pensamiento de «¡Hey, a mí jamás me hablan bonito!» pues sus padres tampoco es como que le demostraran mucho cariño.
   Acomoda su cabello revuelto y parpadea lentamente, aún tratando de asimilar dónde diablos está.   
   — ¿Qué es este lugar? — Pregunta con voz curiosa. Acomoda las mangas de su vestuario y lo observa con inquietud. ¿En qué momento se había cambiado de ropa? ¿Dónde estaba? Luego miró al tipo; no lo reconoció en absoluto, pero llevaba un traje idéntico al que ella tenía puesto.
  — ¡Eu, para, esta no es mi ropa! — Se llevó las manos al rostro con nerviosismo, ahora sentada sobre el colchón de la cama.
   No pudo evitar notar que el hombre tenía un número escrito en su chamarra. Era el número 25#. La jugadora 3# lo miró con desconcierto, sintiendo que el número guardaba algún tipo de significado, pero aún incapaz de entender completamente el enigma en el que se encontraba.   

Antes de que pudiera preguntar cualquier otra cosa, el tipo la interrumpió.

   — Sí, todos tenemos la misma ropa. Yyy... yo tampoco tengo la más mínima idea de dónde estamos. — Se llevó la mano a la nuca y se rascó con incomodidad, como si quisiera aliviar la tensión en el ambiente. Observó a la niña con curiosidad, notando que no parecía superar los 9 años de edad. — ¿Cómo te llamas? —
   Podría decirse que le mintió al decir eso, ya que de alguna forma tenía una idea de qué hacían en ese lugar. No es como que se hubiese olvidado de que tenía una gran deuda monetaria y decidió acudir a un extraño con maletín que se encontró en la parada del tren.

   3# lo miró de arriba a abajo con inseguridad, algunas sospechas. Era un hombre alto de tez morena, llevaba el cabello recogido con un pedazo de tela rota y unos lentes sobre la nariz. Otros dirían que es alguien relativamente normal, pero ella no confiaba en ese tipo.

   — Me llamo Fiore... ¿y tú ereees? — Le cuestionó con una ceja levantada. 
Sorprendentemente para 25#, la niña no prestaba atención a las personas de los alrededores, a pesar de que a tres camas de distancia había un grandulón de rulos llorando, sumido en su propia desesperación. La situación alrededor parecía caótica, pero Fiore y Alec parecían formar una pequeña burbuja de conversación en medio del caos.   
   — Alec, me llamo Alec. Un gusto, Fiore. — Asintió levemente en forma comprensiva, transmitiendo cierta tranquilidad en un entorno tan desconcertante.
   Antes de pronunciar palabra alguna, dirigió su mirada con detenimiento hacia su atuendo, escudriñando cada detalle en busca de esa confirmación que esperaba encontrar. Buscaba desesperadamente el indicativo de un número, ese peculiar distintivo que Alec y ella compartían. Mi mirada exploradora se posó en una parte de la chamarra, y en un instante, la conexión se estableció: ¡Bingo! Al igual que su compañero, su chaqueta también llevaba impreso un número, pero la diferencia resultaba intrigante. Mientras que Alec ostentaba el número 25# con orgullo, ella exhibía el número 3# con un misterio que desataba un sinfín de preguntas en su mente. La curiosidad se apoderó de ella, preguntándose qué significado oculto o destino compartido podría existir entre ambos números. La intrigante similitud y, al mismo tiempo, la desconcertante idea de que los estén enumerando como si de animales se tratasen...de todas formas, el interrogativo se cerro con el simple pensamiento de «No es mi problema».

   Fue sacada de sus pensamientos con una palabra.
   — ¿Hola? 

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