cuatro

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Rebusqué entre las amarillas hojas de aquel grueso libro de anuncios un buen laboratorio para imprimir las fotos que había tomado ayer

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Rebusqué entre las amarillas hojas de aquel grueso libro de anuncios un buen laboratorio para imprimir las fotos que había tomado ayer. Sakura había partido temprano a su empleo y llegaría tarde, así que tenía que buscar alguna manera de pasar el rato.

Refunfuñé para mis adentros por no entender nada de lo que me mostraba el libro y me pregunté entonces cómo podría encontrar el laboratorio si no sabía siquiera leer el anuncio. Definitivamente tenía que aprender italiano. Aquella idea me hizo pensar en Naruto y reí como tonto al recordarle. Pero eso abrió paso una pregunta que me hizo fruncir el ceño... ¿Por qué?

Sin embargo, no era tan tonto como para no entender absolutamente nada de ese anuncio, me ubiqué un poco al distinguir las imágenes y garabateé la dirección en un papel de aquel lugar que parecía ser lo que yo buscaba.

Salí del departamento con la dirección en mente que afortunadamente había encontrado en la guía, mientras trataba de acomodar mi cámara fotográfica en el morral color verde olivo que cruzaba por mi pecho. Mis pies siguieron caminando entre tanto que intentaba introducir toda la cámara y de pronto mi andar se vio interrumpido al chocar con otro cuerpo.

—¡Lo siento!— dijimos ambos al unisón.

Levanté la mirada y me topé con un bello rostro meramente inmaculado. Su piel levemente canela hacía lucir oscuros sus ojos y las pestañas se expandían sutilmente hacia abajo. Las ondas perfectamente intactas se encontraban cómodamente acomodados y peinados, haciendo que algunos cabellos tomaran incluso un tono más claro que el castaño que los pintaba. Sus labios rosados en forma de corazón se estiraron y un par de arruguitas se formaron a los lados mientras se dibujaba una bonita sonrisa cuadrada.

—Hola— pronunció.

—Hola— dije, medio atontado por el bello rostro juvenil que tenía justo enfrente.

—Perdóname. Es que soy un poco distraído— musitó, ligeramente ruborizado.

—No, no, el distraído soy yo— dije y luego me reí.

—Soy Kiba Inuzuka— me estrechó la mano.

—Sasuke— me presenté.

—Eres japonés— adivinó.

—Sí, Tokyo, de allí vengo.

—¿En serio? Yo nací en Osaka. Soy japonés también; pero con raíces europeas-explicó.

Ahora había entendido entonces, por qué me había hablado desde un principio en japonés; pero luego dirigí la mirada hacía la puerta del departamento en el que él iba a introducir la llave antes de que yo le chocara.

—¿Vives aquí?— balbuceé, al captar el trío de números que formaban el trecientos ocho.

—Sí, con mi tía; te dije que tenía raíces europeas.

La vieja gruñona con la que Sakura me había dejado la llave de su apartamento era tía del lindo muchacho que me sonreía en este instante. Abrí los ojos ante la sorpresa.

manual de lo prohibido- narusasu adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora