Somos eternos -HIATUS-

Capítulo 21: Un intento de escapar

Nota del autor: No soy dueño de Harry Potter

Hedwig era su compañero constante ahora. El Círculo usaría sus propios búhos para dirigir el flujo de conversación, ya que colectivamente decidieron que Harry necesitaba esa conexión ininterrumpida de algún tipo de cara amistosa en su tiempo en Privet Drive.

Harry entendió por qué tenía que permanecer en la casa; los Weasley casi le exigieron que regresara a la Madriguera cuando se consideró seguro para él hacerlo. Mientras que los Bell habían expresado interés en que lo visitara en algún momento, mientras vestían sonrisas preocupadas y características de admiración. Parecía que sus escapadas a la Cámara se habían convertido en un secreto a voces en sí mismo.

Se sintió cálido saber que tanta gente se preocupaba por su bienestar, sin embargo, esa parte de él que se estaba volviendo más tranquila y silenciosa en los profundos recovecos de su mente, estaba llamando a alguien para rescatarlo.

Sus piernas fueron llevadas hasta su pecho, su álbum de fotos tendido en sus piernas mientras descansaba sobre su ombligo. Hedwig estaba posado sobre su hombro derecho, con la cabeza acariciando cariñosamente su mejilla. Su camisa holgada y con la mano no podía cubrir su brazo, por lo que, por el lado de su visión, su nueva cicatriz le llamaría la atención constantemente. Era extraño, porque lo que había ocurrido ni siquiera un mes antes parecía más un mal sueño que una horrible pesadilla viviente.

Las suaves cortezas de Hedwig retumbarían en sus oídos de una manera calmante. Él siempre tendría la ventana – ahora bar libre – abierta para dejarla explorar los cielos, pero ella siempre estaría cerca.

"Ese es un pájaro increíblemente especial allí, Harry", le había dicho una vez el profesor Flitwick. Fue justo después de su ataque de la embrujada Bludger cuando Hedwig de alguna manera se había encontrado entrando en un ala del Hospital cerrada. "Ella actúa más como una madre cariñosa que como una simple mascota." La mirada que tenía cuando dijo que esas palabras eran extrañas, pero Harry tenía mayores preocupaciones en ese momento, así que lo dejó ir.

Pero ahora podía verlo. La afición que compartían entre sí incendiaría su corazón con deleite; siempre podía contar con la paz que sentía cuando estaba en presencia de su amigo plumoso para llenar su alma con una integridad que aún no podía entender.

En ese momento, y en otros como este, cuando se sintió atrapado y tan lejos del mundo que había llegado a aceptar como suyo, Harry Potter miraría las fotos antes que él. Porque eran los vínculos con la magia, los amigos y la familia, que nunca podría entrar en la prisión en la que residía. Despreciaba que se viera obligado a vivir aquí, pero sabía que Dumbledore tenía razón. En todo caso, los eventos de los últimos dos años fueron evidencia suficiente para sugerir que sus preocupaciones sobre su seguridad tenían mérito: Quirrell y el Basilisco eran lo suficientemente evidentes.

El futuro era un remedio tentador y dulce que lo hacía contar los días, horas y minutos hasta que pudiera probar el sabor fresco y sacárico de su nueva normalidad. Hasta entonces, él tomaría la vida como ha venido, día a día, y se lamentaría en secreto mientras se aferraba a lo que yacía ante él.

1111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111

Minerva McGonagall no era una mujer feliz. Ella no había regresado a esta casa desde aquella fría noche hace tantos años.

Había sido su elección reunirse con su estudiante en casa con la información injusta que debía entregar.

Llamó a la puerta del número 4 con un corazón pesado y un ceño fruncido en la cara. Ella enderezó su túnica y ajustó su sombrero para que se sentara correctamente. Se abrió a la escena de un hombre carnoso con una cara morada y un ceño fruncido. Palideció considerablemente el momento que acogió a su visitante.