IV

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Un dolor de cabeza se había instalado permanentemente en la cabeza del hombre mayor ante lo ocurrido en no más de… veinte minutos, llevándolo al punto de dudar de su propia salud mental si no fuera porque uno, estaba correctamente sobrio y vívido como para enumerar todas y cada una de sus tareas de aquí al próximo mes e incluso recitar de memoria el número completo que conlleva π sin ser exclusivamente un genio matemático, un genio, eso, incluso ellos serían capaces de enloquecer  ante la criatura frente a sí. Criatura que no hace unos segundos era un esponjado e inofensivo conejo, criatura que aparentemente de la nada ahora era una mujer morena hecha y derecha, sentada con las piernas cruzadas cómodamente tomando el té en su propio comedor como un invitado más en esa vivienda, invitados que nunca solicitó.

Llegaría tarde al trabajo eso era seguro.

— Me parece una falta de respeto que se queden parados de esa manera y mirándome como si fuera un bicho raro, que, a mi parecer es muy ofensivo, los conejos son mejores.

— Existen insectos lindos como las catarinas y las mariposas ¡Tampoco los ofendas!

— Hm… sí. Siempre has tenido una extraña obsesión por perseguir esas cosas y comerlas, canario.

—  ¡No soy un canario y no como insectos! ¿Por qué hablas como si me conocieras?

La discusión tan solo provocó que la limitada paciencia se le agotase, un tic en unos de sus ojos fue lo suficiente para que arrastrara una de las sillas con suficientemente fuerza como para provocar un molesto chillido que hizo que los dos presentes llevaran sus manos a sus oídos para cubrirlos y quejarse en agonía.

—  Ahora, los dos cierren la boca. Tú Explícate y dame una razón para no dejarte en una tienda de mascotas.

Ordenó señalando a la mujer que poco a poco se reincorporaba, observaba su taza de té y gruñó cruzándose de brazos con fastidio al ver que estaba vacía, era molesto no poder rellenarla por sí misma, su magia estaba limitada y... no tenían mucho tiempo, el sujeto tenía razón.
—  Bien, he ensayado esto durante siglos y quería ver las caras que pondrían. Ejem… ¡Atentos mortales, mi nombre es Mirko, la gran y poderosa bruja!

—  ¿Se supone que debe ocurrir algo ahora? — Interrumpió el rubio alzando una de sus manos como si se encontrase en un salón de clase.

—  ¿Qué?   

— Bueno, no sé, magia o algo parecido… ya sabes. ¡La presentación es lo primero! ¿Cómo puedo creerte si solo dices algo así?

— ¡FUI UN CONEJO HACE UNOS MINUTOS!

En ese momento tanto el rubio como el pelirrojo intercambiaron miradas, se encogieron en hombros y el menor fue el primero en hablar.

— Un holograma.

— No tengo ese tipo de cosas aquí, pero podría pasar fácilmente por algún efecto visual, habrá una convención sobre ciencias y tecnología en unos meses en la ciudad y...

—  ¿QUÉ RAYOS LES PASA A LOS DOS? En serio, canario esta es la segunda vez que arruinas mi presentación, dos veces.

— Te acabo de conocer.

Ofendida, una nube de humo llenó la habitación, Mirko había vuelto a ser un pequeño conejo en cuestión de segundos, una de sus patas golpeó la mesa con insistencia antes de volver a hablar, volviendo al tema.  

— No puedo dar detalles, porque no los recuerdo, pero tú, si tú canario. —  Pausó tan solo para volver a su figura humana, rodeó la mesa y tomó las manos de desconcertado chico. —  Por favor, has que esto termine, devuélveme a Yumi, día tras día comienzo a perder mis recuerdos, no te culpo, fue todo nuestro descuido, solo sé que tu eres el único que puede liberarnos.

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⏰ Última actualización: Feb 26 ⏰

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