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Papá me vino a visitar una o dos veces, pero le pedí por favor que me dejara solo. El cuarto se volvía cada vez más opresiva, y necesitaba un respiro, aunque fuera temporal. Total, no tenía cómo irme. Mis fuerzas eran limitadas, y la idea de enfrentar la realidad exterior era abrumadora.

Ahora, acostado en la casa que ahora era de Takashi, en el cuarto de invitados, tengo tiempo de sobra para contarles todo lo que hicimos desde que nos conocimos. La habitación estaba impregnada con la esencia de Takashi, como si sus recuerdos fueran parte integral del lugar. La cama, las paredes, cada rincón parecía resonar con la historia que compartimos.

Desde los primeros días de amistad hasta los momentos más difíciles, recordé cómo Takashi y yo habíamos enfrentado juntos los desafíos de la vida. Era como si cada objeto en esa habitación tuviera una historia que contar, un testimonio silencioso de las risas compartidas, las lágrimas derramadas y la complicidad entre dos amigos.

Recordé cómo nos conocimos en la escuela, nuestras travesuras y debates interminables. Las noches en las que planeábamos el futuro, llenas de sueños y esperanzas. También recordé las peleas y desacuerdos que amenazaron con separarnos, pero que solo fortalecieron nuestra amistad.

Luego del suceso sobre la petición del poema, él siguió entregándome poemas para que los siga dibujando. Día tras día hasta que pasó un mes.

- ¿Cómo te llamas? - Me preguntó luego de sentarse al lado mío.

- ¿Ahora tengo que dibujar preguntas? - Pregunté en serio.

- No, tonto. ¿Cómo te llamas? - Se acercó a mí.

- Kenichi...

- ¡¿Tus papás también son japoneses?!

- No... a mi papá le gusta el anime. Quería llamarme Gohan pero mi mamá no lo dejó.

- Ja, Gohan... Che, y ¿Por qué sos tan tímido? Estás como muy nervioso cuando estoy yo. ¿Tenés ataques de pánico?

- Yo...

- Tranquilo, solo jodo. Me llamo Takashi, creo que ya lo sabés. La gente cree que soy un tipo malvado que planea cosas contra el mundo solo porque tengo voz grave y soy muy callado.

- No-no parece que seas ca-callado.

- Exacto, no lo soy. Pero con la gente que cree que soy así me comporto de esa manera. Cuando alguien me llama la atención o siento que no me vé así, saco mi verdadero yo: Un chico muy charlatán.

Takashi tenía una manera única de romper el hielo y hacerme sentir cómodo. Su actitud relajada y su sentido del humor aliviaban la tensión que sentía. A pesar de sus bromas, empezamos a compartir más que solo poemas y dibujos. Surgió una conexión genuina entre nosotros, y cada día se volvía una oportunidad para descubrir más sobre la personalidad de Takashi y la mía.

Este intercambio de risas y confidencias marcó el comienzo de una amistad especial, una que iría mucho más allá de las palabras escritas y los trazos en un papel. Con Takashi, descubrí que la verdadera amistad no conoce barreras y puede florecer en los lugares más inesperados. 

Nuestras mamás, al descubrir que sus hijos solitarios finalmente tenían amigos, decidieron fomentar nuestra amistad y nos animaron a pasar más tiempo juntos. Desde ese momento, empezamos a frecuentar la casa del otro con mayor regularidad. Fue durante una de esas visitas que vivimos una experiencia particularmente extraña en su hogar.

Estábamos ambos sentados en su cuarto, Takashi en la cama y yo en el escritorio mirando algunos de los juegos que tenía en stream. La habitación estaba impregnada con una mezcla de emociones y el suave zumbido de la computadora creaba un ambiente acogedor. Takashi, siempre intrigante, me observaba con curiosidad mientras explorábamos la amplia variedad de títulos que adornaban su historial de compras.

¡Silencio!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora