I Algo sucedió en el lago

4 1 0
                                    

La luna, se reflejaba en el lago como un espejo. La noche era fresca y silenciosa, solo rota por el canto lejano de un grillo y el susurro de las hojas. Un ambiente perfecto para una cita a solas.

Jonathan, con una sonrisa nerviosa, tomó la mano de Melin.

- Es una noche preciosa, ¿verdad? -murmuró, con la voz apenas un susurro.

Melin asintió, sus ojos color miel brillaron bajo la luz de la luna. Se sentaron en silencio, disfrutando de la paz del momento.

Jonathan sentía que su corazón latía con fuerza en su pecho. Desde hacía tiempo que quería decirle algo a Melin, algo que le quemaba por dentro.

- Oye, Melin -empezó, con la voz temblorosa-, hay algo que quiero decirte desde hace tiempo.

Melin se giró hacia él, sus ojos llenos de expectación.

- Dime -dijo, con una sonrisa en los labios.

Jonathan tragó saliva y se preparó para hablar. Pero en ese momento, un rayo de luz color rojo carmesí rasgó la oscuridad del cielo, dibujando una línea que lo cruzó de lado a lado.

Melin y Jonathan se miraron, con el asombro reflejado en sus ojos.

- ¿Qué ha sido eso? -preguntó Melin, su voz apenas un susurro.

Jonathan no lo sabía. Se levantó y miró hacia el cielo, buscando una respuesta. La luz se había desvanecido, dejando solo la oscuridad y el silencio.

- No lo sé -dijo, con la voz ronca-. Pero ha sido... extraño.

Melin se estremeció. Un escalofrío le recorrió la espalda.

- No me gusta esto -dijo-. Deberíamos irnos.

Jonathan, sin embargo, piensa que el color carmesí del cielo hacía que la atmosfera se viera mágica. Así obtuvo la valentía que necesitaba para decir lo que quiso desde un principio. Tomando aire, se dirigió a la persona que lo acompañaba, con la esperanza de que sus palabras resonaran con la misma intensidad que la aurora que los envolvía.

Jonathan y Melin compartían un silencio cargado de emociones. El, con la mirada fija en el horizonte, tomó aire y rompió el silencio:

- Oye, Melin... desde hace mucho tiempo que nos conocemos y... - Suspiró, buscando las palabras adecuadas - He estado queriendo decirte algo... Me gustas. Y me gustaría saber si... - Tragó saliva, reuniendo el valor necesario - ¿Te gustaría salir conmigo?

Melin, con las mejillas sonrojadas, no pudo evitar desviar la mirada. Aquel brillo inusual en el cielo nocturno volvió a capturar su atención.

- La luz se acerca hacia aquí - murmuró con un tono de temor en su voz.

Jonathan alzó la vista y vio con horror cómo aquella luz incandescente se aproximaba al lago con una velocidad aterradora.

- ¡Vámonos de aquí! - Gritó, agarrando a Melin del brazo. Juntos, corrieron a toda prisa, dejando atrás la tranquilidad del lago.

Un estruendo ensordecedor los alcanzó, seguido por una explosión de luz que iluminó el cielo como un relámpago apocalíptico. El lago, antes un espejo de agua serena, se convirtió en un escenario turbulento. Una onda expansiva, como una bestia enfurecida, se dirigió hacia ellos con una fuerza imparable.

Jonathan y Melin, a pesar de su esfuerzo por escapar, no pudieron evitar ser alcanzados por la brutalidad del fenómeno. Sus cuerpos fueron lanzados por los aires, y en un instante, su destino quedó sellado en la incertidumbre.

Al día siguiente, los rayos del sol se filtraban por las ventanas, iluminando la habitación de Jacob. Su madre se asomó a la puerta y con voz suave lo llamó:

Algo Sucedió en el LagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora