Capítulo 2

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—Cariño, ¿te encuentras bien? —pregunta mamá una vez me ubico a su lado en el cementerio.

—Muy bien, ¿por qué lo preguntas?

—Antes te he visto hacer algo raro en el interior del coche.

—Estaba bailando.

Grace borra su sonrisa y enmudece.

El cementerio tiene un abundante y precioso césped verde que hoy está apagado, sin vida, como el cielo cerrado y grisáceo. Corre brisa y las hojas de los árboles echan a volar y las flores de las tumbas cercanas se mecen de un lado hacia otro. El cementerio está siendo únicamente visitado por los invitados al funeral de Margaret.

Alrededor de un hoyo, pendiente de la misa que oficia el sacerdote, observamos cómo el ataúd de la fallecida se va llenando de flores. Grace rompe a llorar y se refugia en los brazos de papá que consiguen calmarla. Louise Fields solloza y se enjuga las lágrimas con un pañuelo mientras su marido pasa el brazo por encima de sus hombros.

Marc tiene las manos delante y unidas, sujetando un tulipán blanco. Va hacia el ataúd, desliza sus dedos por la madera y alza la mirada hacia el cielo encapotado, manteniéndola ahí por unos largos segundos. Deja a buen recaudo la flor sobre la gran multitud de flores de colores vistosos y se aleja.

Bajan el ataúd hacia el interior del hoyo con unas cuerdas. Los trabajadores dan lo mejor de sí mismos para que sea un punto final digno de recordar. Sin embargo, una de las cuerdas se rompe ligeramente y el ataúd impacta contra una de las paredes, abriéndose un poco y empujando hacia el frente a Margaret.

La multitud contiene la respiración y se asusta.

—¡La va a matar! —grita algún invitado.

—En todo caso, rematar.

Me muerdo la lengua después de decir eso. Nuevamente me gano el protagonismo. A las caras conocidas que me escudriñan les susurro una disculpa rápida. Trato de dominar mi lengua y mis músculos para no volver a meter la pata en lo que queda de celebración.

Una vez el ataúd enterrado, la familia Fields forma una fila para recibir el pésame de cada invitado. Grace espera pacientemente a que llegue el momento. David me palpa uno de los hombros en un intento de subirme el ánimo.

—Lo siento mucho, querida—dice mamá a Louise cogiéndole las manos—. He sido muy afortunada por haber podido estar junto a ella todo este tiempo. Sin duda, dejará un gran vacío en todos nosotros.

—Muchas gracias por tus palabras, Grace. Ella te apreciaba mucho. Le devolviste la sonrisa y las ganas de disfrutar de cada segundo a pesar de sus achaques.

—Ahora ya descansa en paz—continúa papá.

—No va a haber más dolor. Ahora nos cuidará desde el cielo.

Es la primera vez que escucho a Andrew Fields. Él dirige sus ojos hacia mí y esboza una pequeña sonrisa que me hace sentir culpable por el estropicio causado. Abro la boca para disculparme, pero él se me adelante.

—No te preocupes. Son cosas que ocurren. Los nervios pueden ser muy traicioneros.

Asiento.

—Mi más sentido pésame—susurro al matrimonio Fields.

Louise acaricia mi barbilla con ternura y hace lo mismo con mi cabello. Andrew me coge la mano y da una palmadita sobre ella. Continúo avanzando para dejar paso a los demás, llegando hasta el más joven de los Fields.

—Un funeral muy bonito.

—Un despropósito grotesco y rimbombante, en mi opinión.

Su vocabulario tan enriquecido me deja atónita y sin palabras. Me limito a asentir, quizá en un vano intento de darle la razón y transmitirle lo mucho que lamento haber metido la pata en un día tan emotivo y señalado en su vida.

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⏰ Última actualización: Mar 02 ⏰

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Celest Saywell y los 00: Cartas al príncipe azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora