Capitulo especial Lemon obscenidad

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Mu estaba muy cansado. Miraba despreocupadamente el techo, pues acababa de regresar de un viaje de varios días entrenando con Kiki. Cuando llegó a la torre, Mary estaba allí para recibirlo con una comida caliente en la mesa y una sonrisa en su rostro. La cena transcurrió en una mezcla de conversación relajada y risas compartidas. Apenas terminaron de comer, Kiki se retiró a su habitación a dormir, exhausto por el largo entrenamiento y viaje. Mu, por su parte, estaba en su habitación a punto de tomar un baño. Ya se había quitado la túnica superior y sólo llevaba pantalones. Estaba sentado en su cama, sumido en sus pensamientos, hasta que sintió una presencia familiar tras la puerta.

Mary se acercó tímidamente a la habitación de Mu. La notó indecisa y le extendió la mano invitandola a entrar. Ella entró tímidamente. Mu se preguntó qué necesitaba a esa hora de la noche. Su meditación se vio interrumpida cuando percibió cómo Mary se subía a la cama, se sentaba detrás de él y lo abrazaba por la espalda, apoyando su delicado mentón en su hombro. Él recibió con agrado su acercamiento, percibiendo la redondez de sus pechos y la calidez de su cuerpo. El aliento de ella sobre su oreja derecha y las manos pequeñas de Mary pasando sobre sus costados, uniéndose por encima de su abdomen.

No era la primera vez que ella lo abrazaba, ya que solía iniciar todos los contactos, pero sí la primera vez que lo hacía cuando él no tenía ropa que lo cubría en esa zona. Mu, aún sin darse cuenta de las intenciones de Mary, se relajó ante su toque, dejándose llevar por la sensación relajante.

La vida de Mu como ermitaño había sido solitaria. Mary, al no verse rechazada, se volvió más atrevida. Percibiendo la inocencia de Mu en asuntos más íntimos, decidió tomar la iniciativa. Sus manos expertas continuaron moviéndose por los hombros de Mu, y sus caricias se volvieron más insinuantes.

Mu, ajeno a las sutilezas, cerró los ojos, entregándose al tacto suave y cariñoso. "Te he extrañado", ella le susurró dándole un delicado beso en la oreja, estremeciéndolo. Eso... era nuevo. Ella tenía una toalla húmeda que pasaba lentamente por su espalda. Apartó su largo cabello hacia un lado y limpió su cuello seguido de los hombros. Un suspiro salió de los labios de Mu. "Mary", murmuró Mu, percibiendo cómo su corazón se aceleraba y su sangre corría hacia sus mejillas y un lugar muy bochornoso para él.

Mientras la otra mano de Mary recorría los pectorales de Mu, los recorría suave y lento hasta llegar a su ombligo, donde hizo círculos alrededor de este, haciendo que Mu se arqueara un punto y un gemido brotará desde su garganta. "Shuss, no querrás que Kiki nos escuche", lo silenció ella con suavidad, siguiendo con sus caricias, despertando su miembro, el cual, ante sus delicadas atenciones, se puso duro. "Por favor", le imploró, inclinando su cabeza hacia atrás. El movimiento le dio a Mary más acceso a su blanco cuello, el cual ni lenta ni perezosa comenzó a besar suavemente. Él estaba temblando, sonrojado, y llevó una de sus manos a la muñeca de ella, sin hacer ningún tipo de fuerza, estaba sorprendido por la intensidad del momento, comenzó a comprender las verdaderas intenciones de Mary. "Por favor, ¿qué?" Preguntó ella susurrando en su oído, sin parar de acariciarlo .

Esto había logrado descontrolarlo, dando como resultado jalarla hasta sentarla en su regazo. Mu la miró duramente, reprendiéndola en silencio. Ella solo revoloteó sus pestañas como dos mariposas frágiles y hermosas. La bruja continuó su recorrido desde su clavícula, dibujando círculos de nuevo hasta su ombligo, donde él creyó que se detendría, pero no. Continuó y regresó arriba hasta sus abdominales, y él no pudo más. La tomó de la muñeca, deteniéndola en el acto. Mu solamente podía mirarla en silencio y sin perder el contacto visual, la besó. Los besos suaves se profundizaron lentamente a medida que la necesidad comenzó a crecer. Mary enroscó sus dedos en el largo cabello de Mu y lo acercó un poco más. Los mechones de cabello entre sus dedos eran tan suaves como la seda. La melena larga y sedosa del hombre provocó que ella sintiera una ligera envidia, aunque pudo calmarla cuando olió ese delicioso aroma varonil, esa mezcla de menta y lavanda parecía una droga que estaba cautivándola a no desprenderse de ese cuerpo que mostraba musculatura y el trabajo dedicado. manteniendolo firme, duro y llamativo.

El deseo de muerte de MuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora