Cuatro preguntas

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¿Quién eres? ¿Cuál es tu misión? ¿Quién eres? ¿En qué puedes servir?

Justo en el instante en que el tiempo vio la luz, comenzaron las preguntas. Seguíamos siendo eternos, pero ya no éramos atemporales. La primera caída, la de Lucifer, marcó una nueva era.

Muchos de nosotros no teníamos asignaciones a nuestro cargo. Él nació siendo el lucero de la mañana. Suya era la perfección, la estética elevada que exigía que su rostro estuviese por siempre cubierto, por dos alas finas y traslúcidas. Las mismas se enraizaban en la base de su cuello, curvándose en ascendente hasta descansar contra su cabeza como corona de laureles. Cuando no ejercían la función de escudo, se posaban desdobladas sobre sus hombros, como una membrana fina bañada en polvo de diamante.

Hubo un instante en el que no existía sensación tal como el terror, por el hecho de que su luz estaba siempre presente.

Y entonces, cayó, llevando consigo la tercera parte de las huestes celestiales. Si están interesados en el parecer de otros, pueden leer cualquiera de sus libros sagrados.

Yo solo recuerdo la impresión en su rostro, esa marcha vertiginosa en la que su expresión pasó de sorpresa a angustia a odio. Una emoción tan intensa que hizo bajar una lágrima. La primera, la única derramada por un ángel a las puertas del cielo.

Cayó de forma aparatosa, indigna, con un grito ahogado ante la espada de un arcángel que, hasta momentos antes, había estado por debajo de su rango.

El infierno se abrió ante nuestros ojos para recibirle. Aquellos que quedamos al borde del abismo, no pudimos evitar cuestionar lo sucedido.

El averno era tan perfecto en su diseño y propósito que fue imposible no considerar que todo había sido previsto por el relojero.

No hubo momento para la duda. De manera inmediata, las preguntas que nos hicieron olvidar nuestras divagaciones ocuparon todo.

¿Quién eres? ¿Cuál es tu misión? ¿Quién eres? ¿En qué puedes servir?

Las preguntas tomaron el lugar de nuestra voluntad, limitando la expansión de nuestros pensamientos a algo más allá de lo asignado. Fue la primera vez que el cielo exigió fidelidad, y con ellas, comenzó la primera de muchas noches.

Quisiera decir que mi parecer se impuso, que tuve el mismo atisbo de rebeldía de Lucifer, pero mi caída, como la de todos los hijos de la segunda, estuvo atada a mi destino y función.

—¿Quién eres?

—Soy Nathanael —contesté sorprendido de pronunciar un nombre que hasta ese momento no existía.

—¿Cuál es tu misión?

—Ver que todo en la Tierra sea tal cual en el cielo. Ver sobre el orden de lo creado.

En el principio [Inédito]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora