Justicia

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 El tiempo en la encrucijada funciona de forma diferente; lo mismo sucede con la percepción

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El tiempo en la encrucijada funciona de forma diferente; lo mismo sucede con la percepción. En mi caso, a pesar de en un tiempo haber sido el ángel que veía sobre los cruces de la historia, ahora era solo un invitado en el espacio de Sylvana. No existía lugar en el que posara mi vista, que no fuera determinado por ella, y aunque quisiera evitarlo, me encontré como testigo en primera fila del testimonio de Tomas Deveraux.

—¡Sylvie! —Su grito fue tan desgarrador, que casi provoca que Edith perdiera el balance—. ¿Dónde estás, hermana?

—Donde nadie puede encontrarla, pero tú puedes alcanzarla. —La inconfundible voz de Lucifer hizo caer las escamas de los ojos de Tomas, y abrió su entendimiento. A la derecha del condenado, el verdugo trató de separar a Edith de Tomas, pero el sacerdote, inconsciente de la intervención demoníaca, pronunció que la niña traía salud a su alma, y que cualquier elemento que llevara a una confesión, tenía el permiso de Dios.

—¿Quieres saber qué pasó esa noche, hermana? —Su voz comenzó a resquebrajarse. Nunca sabremos si su testimonio se escuchó en la Signoria, pero en la encrucijada, su voz se amplificaba, llegaba con el viento desde los cuatro caminos—. La voz que dijo dulces palabras a tu oído destiló veneno en el mío. Los ojos que admiraron tu belleza esa noche, supuestamente descubrieron faltas en inocentes.

—Lucifer —dije con firmeza—; Lucifer está provocando esto.

—Silencio, mi ángel —sus palabras sonaron agrias, con un toque de ironía que hasta ese momento no había descubierto en su voz—. No te atrevas a tergiversar el lenguaje más puro. El cielo y el infierno no caben entre dos que vivieron abrazados nueve meses en el vientre de una madre fría e impasible. El mundo entero podrá engañarme, pero mi hermano, nunca.

—Las manos —continuó el desgraciado— que desvistieron tu cuerpo, desgarraron mi alma y todo aquello que hicieron en la cama se convirtió en una certeza en mis ojos y en mi alma, en donde los protagonistas no eran otros de Giovanna y Ferracane.

Traté de moverme, pero la voluntad de Sylvana se hizo férrea y me dejó clavado allí, donde estaba de pie, mientras que ella se alejaba con cada paso.

—Tu éxtasis se convirtió en mi furia ciega. Ferracane nunca vio el puñal. La estocada mortal fue certera y a su espalda, para luego abrazarlo, mientras seguía clavando el puñal, hasta escuchar ese corto suspiro que anunció su muerte.

—¿No es curioso, amor? —Sylvie preguntó en la distancia—. La posesión fue tan perfecta, que ahora que su voz está libre para decir lo sucedido, suena como tú lo harías, excepto que, hay dolor en sus palabras.

—¿Sabes lo que más duele, Sylvana? —Tomas Devereaux continuó hablando como si la hubiese escuchado un segundo antes—. La misma confianza que existió en ti, la misma entrega, estaba reflejada en Giovanna. Todavía puedo escucharla diciéndome que despertara, que su atención por Ferracane no era comparable a su amor por mí, me dijo incluso, «todo tiene remedio», antes de que la hiciera callar con un corte certero en la garganta. Sangre de pureza en las sábanas, sangre de fidelidad jurada en los adoquines. El mundo en rojo. Todo está perdido, ¿tengo que decir más, Sylvana, o puedo volver a callar?

En el principio [Inédito]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora