Waltz #1

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Las noticias lo despertaron en esa mañana fría. Después de una noche de insomnio y espera, los reporteros fueron más rápidos que la policía. Una docena de hombres corría por la playa buscando el mejor ángulo para televisar la tragedia. Al principio no le dio importancia pero las voces en medio del chirrido metálico de la grúa, inevitablemente captaron su atención.

«El auto de Nikola Tesla fue encontrado en el mar. Los pescadores, alertados por los restos de sus pertenencias personales flotando en el agua, llamaron a la policía. El auto fue remolcado fuera pero aún no encuentran el cuerpo. Se cree que salió proyectado por el impacto y posterior caída al agua.»

Los reporteros convirtieron la desgracia en un chisme para la sociedad ociosa. Aunque no había tiempo para indignarse.

Lo que veía en pantalla le heló la sangre, detuvo sus pensamientos como si cerebro fuese una maquinaria que se quedó sin combustible. Realmente era un auto blanco crudo con sus puertas abiertas y el parabrisas destrozado. En otra toma, pudo ver los restos de sus planos, junto a un guante de cuero, flotando en las aguas frías del mar en calma.

Beelzebub lo estuvo esperando durante toda la noche, Nikola regresaría ese día de un viaje de negocios, no había hora de llegada por lo que fiel a sus costumbres, lo esperó despierto. Tenía la esperanza de que llegara para la hora del desayuno, tenía la esperanza de dormir el resto de la mañana juntos…

Esperanza.

Inmóvil en la orilla de su cama, se quedó pensando en la estúpida esperanza muerta que se diluía como agua fría a través de las fisuras de su roto corazón. El teléfono sonó en ese momento, lo contestó por inercia esperando que fuera Nikola. Era la policía. Le pidieron que fuera a la estación para hacerle preguntas, prometieron que harían todo lo posible para localizar el cuerpo.

Sus voces se convirtieron en un ruido distante, ecos que no lograban alcanzar a sus oídos.

Ya no se hablaba de falsas ilusiones, la realidad dolía, eso era todo lo que quedaba. Beelzebub ignoró las palabras de aliento, en sus sombríos pensamientos esperaba que lo encontraran pronto porque tenía ganas de abrazarlo, quería hundir el rostro en su amplio pecho y perseguir el resquicio de su calidez. Sí tardaban en encontrar el cuerpo,Tesla estaría demasiado frío. Además a Tesla no le gustaba el mar y la suciedad de sus aguas, seguro la estaba pasando mal en ese sitio, probablemente estaba solo y asqueado.

Beelzebub se puso las botas mecánicamente, vistió el abrigo blanco de Nikola como un último intento de llevarlo con él. Siempre fue malo para hacer todo tipo de trámites, necesitaba su apoyo también en esta ocasión.

Abrió la puerta que daba a la calle, se sintió temeroso… como un perro que ha sido abandonado, dudó antes de dar el primer paso ¿A dónde debería ir primero? ¿Qué haría Tesla en su lugar?  Era él quien siempre tenía un plan, trazaba cuidadosamente el camino que debían seguir. Beelzebub se recordaba simplemente siguiéndolo. Tesla era una luz brillante, a través de su brillo, encontró la paz en ese mundo caótico.

El muelle le quedaba más cerca, priorizó la necesidad de buscar con sus propios ojos en las aguas oscuras. Se abrió camino entre el gentío que, como aves de rapiña, buscaban observar los restos del auto lujoso, levantando los objetos valiosos que caían por sus puertas abiertas. Beelzebub atravesando un duelo silencioso, le arrebató a una niña pequeña un pequeño colgante de un gato negro. Nikola se lo regaló a él y él, tontamente, lo abandonó en el auto días atrás.

Era suyo, por eso ignoró los gritos molestos de la madre furiosa, también el llanto de la niña. Ni siquiera se tomó un momento para decirle que el auto y todo lo que estaba dentro le pertenecía, pues eso no le interesaba, para él faltaba lo más importante.

Sumergido en un mar de gente, se perdió en sus pensamientos, la radio en un negocio cercano comenzó a sonar alegremente como un mal chiste. Se escuchaba un waltz, un aburrido waltz en esa mañana fría, como fondo corriente del pésimo anuncio de un restaurante.

Sin embargo, Beelzebub conocía esa pieza. Recordaba a la perfección el momento en que la escuchó por vez primera. Nikola solía escuchar música mientras trabajaba. Beelzebub no era ajeno a su ciencia. También fue un estudiante prodigioso, un genio en otras áreas, por lo tanto, se sentaba en el diván a contemplarlo. Lo observaba en silencio, el sonido de la tiza al deslizarse sobre la pizarra, era una melodía fascinante perdida entre el violonchelo y el piano.

En aquella ocasión, Tesla dejó de lado sus cálculos, lo atrapó con la guardia baja y lo hizo levantarse de su asiento. La calidez de la mano de Tesla sobre su cintura, lo sobresaltó al principio, fue un agarre firme, íntimo y amoroso. Lo atrajo suavemente a su cuerpo, afianzandolo en un abrazo suelto, al tiempo que tomaba su mano derecha para entrelazar sus dedos.

Beelzebub sintió a sus mejillas arder cuando Tesla dio el primer paso, pasos de un waltz elegante que Nikola conocía bien, desgraciadamente su acompañante no sabía nada sobre bailes. Beelzebub tropezó en un par de ocasiones, se avergonzó y rió nervioso, torpemente ocultaba su miedo a equivocarse. Lo observaba de reojo, esperando ver decepción pero su amante no se inmutó. No dejó de verlo con amor, sonriendo dulcemente sin dejar de guiarlo. Lo sostuvo en un abrazo firme, evitando que perdiera el ritmo, sin dejarlo atrás. A pesar de todos los errores cometidos, Beelzebub disfrutó ese baile. Sin que se diera cuenta, bajó la guardia hasta recargar la mejilla en el amplio pecho del científico para escuchar a su corazón latir. La calidez de Tesla era adictiva, podía vivir eternamente de ese modo.

En ese momento de contemplación y añoranza, la vida le dejó bien clara la forma en que Nikola lo salvó.

Lo tomó en sus brazos amorosos, lo guió por la vida enseñándole un camino menos doloroso, lleno de música y calma. Su amor fue un paliativo para su alma atormentada.

Ahora que ya no estaba, mientras observaba su auto vacío, el frío entumeció a su corazón.

Pero no derramó ni una lágrima.

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