Pjesma

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Toi mon amour, mon ami
Quand je rêve c'est de toi

Con las horas transcurriendo tan a prisa, Beelzebub creyó que estaba en una carrera perdida contra las inclemencias del tiempo. Pasadas las primeras veinticuatro horas, se convenció de que Nikola no le llamaría para anunciar que llegaría tarde, también entendió que no podría tener el cuerpo antes de que su estado fuese lamentable e imposible de tocar.

Perdió la posibilidad de abrazarlo fuerte. Todo lo que necesitaba para vivir, le fue arrebatado.

Su situación actual era deplorable. Permanecía postrado en el sofá de su sala de estar, sin comer y sin dormir, esperando la llamada de la estación de policía. Las noticias eran ruidos de fondo, poco a poco, Tesla dejó de ser un titular y pasó a noticia secundaria. Sumergido en la negación del duelo, ni siquiera le importaba recuperar el auto o intentar repararlo, sencillamente no era su asunto pues Tesla era el que se encargaba de los trámites.

Si Tesla quería ese auto, debía volver a solucionarlo todo.

El teléfono sonó cortando su línea de pensamientos intrusivos, no fue necesario que hablara demasiado, tan solo recibió una invitación a una reunión con el socio de Nikola. Beelzebub esperaba que él tuviese alguna buena noticia por lo que ni siquiera pensó en negarse. Era una tarde lluviosa y él tampoco pensó en que debía darse un baño, ni se percató de que está usando el pantalón del pijama todavía, no le pareció relevante pues la reunión requería solo de su presencia no de su apariencia impecable.

Fue hasta que se encontró sentado frente al elegante escritorio, que se sintió pequeño e inadecuado en un mundo desconocido. Con Tesla vivía en una opulencia similar, pero Nikola estaba lejos de ser tan arrogante como el hombre que tenía al frente. Lo observaba con desdén y lástima, escudriñandolo cual si fuese la más insignificante basura en este mundo.

—Nikola hablaba maravillas sobre ti, pero nunca nos dijo cómo fue que se conocieron.

Beelzebub no respondió, sus recuerdos lo llevaron a una cinemática de su primer encuentro con el científico. La música burda, típica de un transporte dedicado a llevar personas sin anhelos, fue el único ruido que reconoció en ese momento. Él que siempre fue un exiliado de la sociedad decadente, no le prestaba atención a las personas que viajaban a su alrededor. No se compadeció de los adolescentes que dormitaban en los asientos desgastados, ni de las madres que arrullaban a sus hijos en esa mañana fría, donde conoció al gran Nikola Tesla en un autobús maloliente.

Ese era el autobús que Beelzebub siempre tomaba, Tesla estaba en él porque su auto se descompuso. Nikola le confesaría, muchos años después, que estuvo observandolo durante todo el trayecto y que terminó persiguiendolo torpemente cuando lo vio a punto de bajar del autobús. Fue así, que ese hombre tan alto y energético, lo empujó sin querer mientras bajaban la pequeña escalinata para salir del transporte público.

Por supuesto, le evitó la caída, lo sujetó de la mano evitando que cayera al asfalto sucio.

Tesla era ese tipo de persona, un héroe oportuno.

Él le dio la mano cuando estaba a punto de rendirse.

—¿Beelzebub?— le llamó Edison al notar que no le estaba prestando atención, lo trajo de regreso a esa realidad terrible que debió quedarse como pesadilla — te decía que ofrezco pagar por todos los planos de Tesla, no me interesa lo que sea, simplemente traelos y te daré todo el dinero que quieras. Debes pensar en tu futuro, Tesla está muerto y tú… tú no pareces del tipo que tenga un plan de emergencia.

El hombre le dio un monólogo sobre lo costoso que sería pagar la casa y servicios, menospreció sus habilidades para hacer negocios y se burló (entre dientes) de su dolor.

Beelzebub parpadeó, con el batir de sus pestañas quiso alejar la bruma que cubría sus ojos. Edison se difuminó, Tesla apareció en su lugar dándole la mano para que no cayera al vacío. Ya que estaba a salvo y harto de escuchar a Thomas, se puso de pie. No lo miró,  salió sin pronunciar palabras. No quiso hacer contacto visual pues los ojos de Edison estaban desprovistos de todo temor, eran fríos y carentes de empatía.

Lo hacían sentir asqueado cuando los recordaba.

Caminando por el amplio pasillo que llevaba a la salida de esa casa, su cerebro repitió esa melodía genérica que se convirtió en su favorita. Mientras la tarareaba como un medio de escape de la realidad, sus ojos cansados alcanzaron a ver, debajo de uno de los muebles, el brillo metálico de un anillo.

Se inclinó para recogerlo pues lo conocía, lo vio tantas veces en esa mano que era imposible no notarlo. Lo apretó contra su pecho como quien encuentra un tesoro.  Seguramente durante su última reunión, Nikola lo perdió, y ahora el destino lo dejó frente a sus ojos como un último consuelo.

Dos semanas después de ese día, cuando ya no había posibilidad de tener un cadáver completo, la policía hizo su aparición tardía e inoportuna. Por supuesto no tenían ningún hallazgo importante, pero aún así el oficial lo citó en su oficina.

—Señor Tesla — habló el policía y el alma pérdida de Beelzebub pareció despertar de un largo sueño. Miró a su costado en busca del señor Tesla y sólo hasta entonces, al ver qué estaban solos, recordó que ese era su apellido de casado.

Avergonzado, desvío la mirada al piso para ocultar su torpeza y el oficial prosiguió:

—Tenemos la sospecha que no fue un accidente, su esposo fue asesinado, seguramente el cuerpo fue ocultado en otro sitio.

Al escuchar esas palabras, el corazón  vacío de Beelzebub se llenó de ira. Entendió porque se mantuvo vivo hasta ese momento.

Debía recuperar lo que era suyo.

Era su deber vengarse.

Ser consciente de su pérdida y su desgracia, avivó en su pecho el deseo de destruir a quien resultara culpable.

Ya no tenía nada más que perder.

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