Fin.

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¿Qué era lo peor que le podía pasar a un omega cada dos meses de su vida? El celo. Ese momento en el que se la pasan una semana entera con dolores insoportables los primeros cuatro días para que los siguientes tres estén con las hormonas al tope. Desafortunadamente nuestro querido protagonista ahora sufría en su habitación los últimos dolores en su vientre que le exigían un alfa. Los supresores no hacían más efecto después de haberlos estado tomando cuatro días seguidos. Su omega le exigía algún alfa que lo auxiliara. Y aunque tuviera cuatro en casa estos se encontraban encerrados en una de las habitaciones de alguno de ellos mientras pensaban algo que pudieran hacer por el omega que estaba encerrado en su propia habitación soltando lamentos del dolor.

Entre los cuatro se miraban atentamente esperando alguna idea de los demás. El chico índigo era su prioridad en esos días tan difíciles para él. Ellos habían hecho lo posible para que se sintiera lo suficientemente cómodo los primeros cuatro días pero al empezar el quinto tuvieron que encerrarlo con llave para evitar algún accidente. Aunque sabían perfectamente que podían hacer para auxiliarlo ninguno quería ser el primero en dar la idea porque pensaban que los demás lo mirarían mal por tener esos pensamientos sobre su compañero de grupo. Pobres... si supieran.

— Tengo una idea... Pero no sé si les guste. — El que se logró atrever hablar fue el menor del grupo llamando la atención de los demás quienes estaban dispuestos a todo solo para parar de escuchar los llamados del índigo.

— Habla ahora o calla para siempre. — Exclamó Kazuha en un intento de alivianar el ambiente tan tenso que se había formado mientras esperaban que el menor comentara algo sobre la idea que había tenido.

— Pues... 

🌸

Mientras los demás terminaban de discutir sobre lo que harían. El omega de cabello índigo se removía incómodo en su cama por el dolor que sentía. No podía creer que tenía a cuatro alfas exquisitos a solo el alcance de una puerta, pero esta estaba cerrada con llave. La verdad no tenía muchas opciones así que cómo pudo se levantó de la cama para sentarse en el suelo sacando una caja de cartón que estaba debajo de esta. Rebuscó por unos segundos hasta que por fin encontró lo que tanto le urgía. Nuevamente se subió a la cama acostándose boca arriba con las piernas dobladas. Sin mucho esfuerzo se deshizo de su short al igual que su ropa interior dejando la parte interior de su cuerpo completamente desnuda.

Lo que había estado rebuscando era un pequeño dildo de color azul que había comprado hace tiempo para casos cómo aquellos. El frío objeto se paseó sobre su entrada que estaba empapada en lubricante natural por culpa del celo, haciéndolo temblar ligeramente. Tal vez estaba un poco mal hacerlo si sus compañeros de grupo estaban en casa pero... No podía más con ese estúpido dolor. Si ninguno de ellos estaba dispuesto auxiliarlo entonces lo haría por su cuenta.

Al estar en celo su entraba se encontraba lo suficientemente dilatada cómo para poder meter aquel objeto de dieciocho centímetros en su entrada. Sin ningún tipo de delicadeza introdujo aquel pene de plástico en su interior de una sola estocada haciendo que los dedos de sus pies se apretasen mientras soltaba una gemido bastante alto. Estaba tan necesitado que eso se había sentido jodidamente bien. Sin esperar más empezó a menear aquella cosa en un Vaivén rápido que lo hacía gemir sin preocuparse por los demás. Lloriqueos salían de sus labios cuándo ni siquiera eso podría satisfacerle de la manera en que quería. Estaba completamente cegado, quería cada vez más. Necesitaba a un alfa.

Pero no contaba que la puerta de su habitación fuera abierta por no uno, si no por cuatro alfas que estaban dispuestos a lo que sea para que su pequeño omega parara de sufrir. Los movimientos de la mano del omega no habían parado pero si habían disminuido la velocidad un poco debido a la sorpresa de tener a sus compañeros de casa mirando con atención cada uno de sus movimientos de muñeca que hacía entrar para después sacar aquel pene de plástico repetidas veces. Una gran sonrisa se formó en los labios del omega al verlos, así que para provocarlos aumentó los movimientos de muñeca mientras empezaba a gemir un poco alto. Pero su sonrisa aún se hizo más grande cuándo los vio entrar por completo a la habitación despojándose de sus prendas lo más rápido que podían. Tener a un omega tan caliente en celo dispuesto a todo no era de todos los días.

! Omega ☆ Scaramouche haremDonde viven las historias. Descúbrelo ahora