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Adrien

Un sonido lo hizo removerse de su posición, aún sin querer abrir los ojos. Por alguna razón, sentía que su cuerpo estaba muy adolorido y su cama más dura de lo habitual. Aquel sonido volvió a acentuarse cerca de su oído, como un pequeño susurro.

—Adrien...

El aludido no respondió de inmediato. Una sensación adormecedora envolvía su mente, similar a la de una especie de trance, y no podía distinguir si aquella voz era parte de sus pensamientos o de la realidad.

—Oye, Adrien.

Adrien volvió a ignorar el llamado, se apegó más a su almohada —o a lo que asumía que era— y cuando estaba por volver a caer en la inconsciencia producto de su agotamiento...

—¡Adrien Agreste! —ante el repentino grito, el rubio abrió los ojos de golpe y en un intento torpe de incorporarse, se estrelló de bruces contra el suelo. Su pequeño kwami no tardó en acercarse, mirándolo con cierta preocupación.

—¿Te encuentras bien, niño? 

El rubio levantó la cabeza del suelo, y le dedicó una mala mirada.

—¡Claro que no, Plagg! No era necesario que me despertarás de esa forma —se quejó, creyendo que le había vuelto a jugar una broma.

El kwami hizo un gesto de negación, ofendido.

—Te traté de despertar varias veces, pero tú no reaccionabas. Parecías una de las momias del museo —Plagg declaró. 

En el fondo, realmente se había preocupado por el estado de su portador. Luego de aparecer en un callejón poco transitado, la transformación de Chat Noir se deshizo de manera instantánea. El kwami salió expulsado del anillo, solo para encontrar a su portador inconsciente sobre un contenedor de basura. Fue un alivio que recobrará la vitalidad a los pocos minutos, pero no es algo que diría en voz alta.

—Ja, ja. Muy chistoso —Adrien contestó, con una sonrisa sarcástica. Cuando se incorporó, observó el lugar por primera vez, cayendo en cuenta que no estaban en su habitación.

—Plagg, ¿sabes en dónde estamos?

Mientras Adrien se sacudía la suciedad de los pantalones, el kwami revoloteaba a su alrededor. 

—No lo sé —respondió—, pero es mejor que salgamos de aquí, Adrien. Este lugar no me da una buena espina.

El chico asintió y empezó a caminar con cautela, siendo seguido por el kwami.

—Además, debemos ir por mi Camembert, muero de hambre —Plagg añadió, provocando que Adrien suelte un resoplido.

No importaba si la situación era extraña, su kwami seguía siendo un glotón.

Al llegar a la salida del callejón y luego de asegurarse de que esté escondido en su chaqueta, Adrien empezó a andar por las calles de París. Sin embargo, luego de unos minutos se dió cuenta que algo no andaba bien.

Se encontraba en París, de eso no tenía duda alguna, pero... no era la París que él conocía. No sabía muy bien como explicarlo, solo tenía la sensación de estar en un lugar distinto al que recordaba.

Ese lugar no era su París. No era la ciudad que protegía junto a su lady.

"Ladybug".

De repente, algunos recuerdos que había pasado por alto se colaron en su mente, haciendo que se detuviera en medio de la acera.

Recordó todo lo acontecido en la mañana. El desayuno solitario de siempre, él llegando a la escuela junto a su guardaespaldas, las clases transcurriendo con normalidad, los comentarios de Nino sobre un videojuego, los vídeos de Alya para su blog, el tartamudeo de Marinette, su sesión de fotos en el parque, Marinette y Luka conversando cerca de allí, una nueva villana akumatizada, una pelea muy difícil junto a su lady, y luego aquel rayo...

El día en que Chat Noir desapareció (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora