Capítulo 1: Encuentro en Helios

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En la vastedad silenciosa del espacio, la estación espacial Helios orbitaba con gracia alrededor de Saturno. Dentro de sus paredes metálicas y paneles brillantes, dos chicas jóvenes llevaban vidas que parecían estar a millones de kilómetros de distancia de cualquier tierra firme.

Mina, a sus dulces 17 años, tenía una mente tan afilada como los láseres de precisión que calibraba en el laboratorio de ingeniería. Sus ojos color avellana brillaban con curiosidad cada vez que analizaba datos o ajustaba los sistemas de soporte vital. Desde pequeña, había soñado con explorar el universo y resolver los misterios que escondían las estrellas.

Chaeyoung, un año menor, tenía un enfoque más artístico de la vida en Helios. Con su cabello corto y oscuro, y una paleta de colores en la mano, encontraba inspiración en los patrones de luz que se filtraban a través de los anillos de Saturno. Sus pinturas eran una alabanza a la belleza cósmica y a las formas caprichosas que el espacio tomaba alrededor de su morada flotante.

Fue en el laboratorio de biología sintética donde sus caminos se cruzaron por primera vez. Mina estaba inmersa en la modificación genética de plantas para resistir mejor las condiciones extremas de Saturno, mientras que Chaeyoung experimentaba con pigmentos que capturaran la esencia de los colores en los anillos planetarios. Sus mundos parecían opuestos: la lógica y la precisión frente a la creatividad y la intuición.

Un día por un leve tropiezo que tuvo Mina con el caballete de Chaeyoung fue qué comenzaron a conocerse, a compartir un tiempo juntas en medio de descansos y no ser simples compañeras de la estación como solían serlo.

A pesar de sus diferencias, pronto descubrieron que tenían más en común de lo que pensaban. Comenzaron a colaborar en proyectos que requerían tanto de la mente científica de Mina como del ojo artístico de Chaeyoung. Discutían teorías sobre la formación de planetas mientras ajustaban los equipos de observación en el módulo de investigación. Entre simulaciones de gravedad cero y paseos virtuales por la superficie de Encélado, encontraron un terreno común en su fascinación compartida por el cosmos.

Una tarde, después de una larga sesión de trabajo en el laboratorio de química en donde ambas intentaban buscar pigmentos nuevo y no tóxicos para Chaeyoung, decidieron tomar un descanso en la cubierta de observación. Desde allí, Saturno se extendía majestuosamente ante ellas, sus anillos resplandecientes como cinturones de hielo y roca. Chaeyoung dejó caer su bolígrafo de gel en la mesa y se recostó contra el cristal transparente.

—¿Alguna vez te has preguntado cómo sería vivir en uno de esos planetas? —preguntó Chaeyoung, sus ojos verdes brillando con fascinación.

Mina se unió a ella, mirando hacia el planeta rojo.

—Debe de ser asombroso. Imagina ver los grandes anillos o estar sentada en uno de ellos. - Mina soltó una suave risa por sus disparates.

Chaeyoung sonrió, luego se volvió hacia Mina con curiosidad.

—¿Qué te atrajo a ti a la ciencia? —preguntó, cambiando de tema.

Mina se tomó un momento antes de responder, recordando su infancia en una pequeña colonia lunar.

—Siempre he sentido que hay tanto más por descubrir allá afuera. Mi abuelo me contaba historias sobre las primeras misiones a Marte, y desde entonces supe que quería ser parte de algo así.

Chaeyoung asintió, escuchando con atención.

—Yo crecí en la Tierra, pero siempre me sentí atraída por la idea de explorar lo desconocido. Las estrellas, los planetas... Todo es tan misterioso y hermoso.

Entre risas y confesiones, las horas pasaron volando. Mina y Chaeyoung descubrieron que, a pesar de sus diferentes trayectorias y enfoques hacia la vida en Helios, compartían una pasión ardiente por el espacio y sus enigmas. Se dieron cuenta de que, mientras más tiempo pasaban juntas, más se complementaban.

La estación espacial Helios continuaba su órbita silenciosa alrededor de Saturno, y dentro de sus brillantes pasillos, dos corazones jóvenes comenzaban a latir al unísono en un universo donde los límites de la gravedad no podían medir la intensidad de sus emociones emergentes.

Esa noche, mientras observaban juntas las luces danzantes del polo sur de Saturno, Mina sintió que algo especial estaba comenzando a florecer entre ellas. No sabía dónde las llevaría el camino que apenas empezaban a recorrer, pero estaba segura de una cosa: mientras estuvieran juntas, el vasto y misterioso cosmos parecía un poco menos intimidante y mucho más hermoso.

Entre Anillos y Estrellas || MichaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora