1

444 43 17
                                    



Draco solo quería un verano tranquilo después de estar lejos de casa por dos años. Quería ambientarse y restablecerse en la ciudad que gran parte de su vida le había dado felicidad, pero que por una búsqueda personal, había dejado atrás por un largo tiempo, y que ahora, le daba la bienvenida como una vieja madre a su hijo perdido.

Extrañaba muchísimo a sus padres, y desde luego, a su hermana. Verán, los primeros dos meses en Francia le habían resultado casi insoportables, desde que había pisado el país ya se encontraba arrepentido. Esa misma noche había llamado a Darcy, su hermanita, y sollozó fuertemente por teléfono, alegando querer regresar a casa.

Se había quedado con su tía Bella, pero ella era una mujer de lo más fría y casi nunca estaba, así que Draco pronto comenzó a extrañar la compañía, el ruido en su hogar, las pláticas cara a cara y ser mimado por su gemela y su madre. En Francia ya no tenía nada de eso, y descubrió que se sentía solo.

Sin embargo, al llegar el tercer mes, mientras caminaba con aire melancólico por Louvre y un helado a medio derretir en su mano, se topó con quien sería su salvación por el resto de su estancia. Un joven de tez oscura y sonrisa encantadora se acercó y lo invitó, hablando el francés más horrendo que Draco había escuchado nunca, a acompañarlo a una función que su banda tendría esa misma noche. Y como no tenía nada mejor que hacer, ni ese, ni los siguientes días de su vida, al entrar la noche, decidió aventurarse a la dirección y acompañarlo al pequeño bar que marcaba el panfleto.

Fue la mejor decisión que tomó en meses. La música que tocaban era increíble y aunque Draco trató de pasar desaparecido, no pudo evitar saltar y vitorear cuando la función terminó. El mismo chico que había visto esa mañana, se acercó y le regaló otra sonrisa, feliz de descubrir que había asistido. Era italiano, por eso tenía un acento tan marcado, y su nombre era Blaise Zabini. Al ser ambos menores de edad, Draco le invitó un refresco mientras platicaban sobre sus planes en Paris. Resultó que la banda solo estaba de paso, estarían un par de meses y después se irían; la mayoría rondaba entre los quince y diecisiete y venían acompañados por los padres de la chica a cargo del bajo. La mención de padres le recordó a Draco lo lejos que estaba de su familia, y por poco comenzó a llorar, pero cuando Blaise lo notó, lo jaló del brazo y se lo llevó a bailar.

Esa noche, Draco regresó a la casa con el corazón tranquilo. No estaba solo, había encontrado un amigo.

La banda se fue cuando se hizo un año desde que Draco había llegado a Francia, pero para entonces, después de que ellos se hicieran muy amigos suyo, y que fueran y vinieran por todo Paris, bromeando, cantando y descubriendo nuevos lugares en los cuales tocar su música y divertirse, Draco se quedó tranquilo cuando descubrió que, al irse ellos, Paris seguía teniendo su encanto. Se había enamorado del lugar y ahora solo podía sonreír cuando caminaba por las mañanas en Louvre y, a diferencia de lo que pensaba meses atrás, esta vez no se sentía solo.

Pero después de maravillarse por varios meses más, al mirar su calendario y ver que la fecha en la cual había dejado Londres se acercaba por segunda vez consecutiva, no dudó en llamar a su madre y avisarle que regresaría. Dos años fuera habían sido más que suficientes y ahora era tiempo de volver a casa.

♦︎♦︎♦︎

—Buen día, disculpe, a mi me dijeron que mi maleta estaría en la banda número dos, pero lleva dando vueltas desde hace una hora y mi maleta no ha salido, ¿sabe usted qué ha pasado? -le preguntó a un hombre uniformado, alto y fornido, que estaba esperando junto a uno de los postes de la sala del aeropuerto, pero este no le contestó- ¿Hola? ¿Qué no me escucha?

He's the girl  • Harco •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora