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Chapter 1: The Fog


Heeseung POV's

Miro el cielo a través de la ventana, grisáceo y bañado en una boira cuya densidad comienza a acrecentarse. Es similar a ver una ciudad polvorienta.

Tras un suspiro, dejo caer mi cuerpo bruscamente sobre el suave colchón de mi cama. Cierro los ojos dispuesto a reflexionar acerca de cómo pagar el alquiler antes del fin de mes, si Dios está de mi lado no acabará en un —muy probable— desalojo.

La vibración que emite mi móvil hace que los abra de golpe, verifico rápidamente la pantalla de bloqueo viendo dos mensajes nuevos provenientes de Park Sunghoon, un compañero de la universidad, el cual llevo tres meses conociendo.

Entro al chat y leo su invitación a tomar soju en el patio de comidas de algún mini-market. Exhalo profundo visualizando por un instante el cielo tan lóbrego aquel día, de inmediato le escribo que esperemos a que la niebla baje. Sería de locos salir a aventurarse por las calles con esta niebla tan terrorífica; imagino a todos los monstruos, de todas las especies existentes, apareciéndome en pleno camino a turbar mi paz y devorarme vivo.

Dejo mi móvil a un costado observando el techo; me abstraigo en mis pensamientos inconscientemente, lo único que me mantiene cuerdo es la pasión que le tengo a mi carrera universitaria. Sin darme cuenta, poco a poco mis párpados pesan y mis músculos se relajan; ningún signo de tensión se muestra en mi cuerpo, se siente liviano de repente. Es como la suave caricia de una pluma, incitándome a danzar entre las nubes por varias horas.

Seguir conectado a la realidad empieza a ser complicado y tras unos segundos me sumerjo el mundo onírico.

En un par de horas, parpadeo despacio buscando enfocar el entorno hasta abrir los clisos por completo. Mi posición ha cambiado, de estar boca arriba me encuentro en posición fetal.

Me siento en el borde de la cama y suelto un gran bostezo de ojos cerrados mientras estiro los brazos y las piernas con torpeza.

Escucho el tono que indica una llamada entrante y chequeo el móvil al instante, es nada más y nada menos que Sunghoon. Ha dejado setenta mensajes en el lapso que he sido envuelto en los brazos de Morfeo, frunzo el entrecejo y atiendo la llamada marcando el botón de altavoz. ¿Qué querrá?

—¿Aló? —digo con voz ronca, a causa de haber despierto recién.

—¿Vas a venir? La niebla ya bajó y además pedimos alitas BBQ para comer —contesta SungHoon desde la otra línea, animado.

—¿Pedimos? —Me rasco la nuca, encorvado.

—Sí, invité a un par de compañeros más de la facultad, estamos en The King of Wings.

La idea de comer con SungHoon y algunos compañeros —espero y sean conocidos míos, porque ser extrovertido no me impide ser tímido al principio— de nuestra facultad no suena nada mal; es más, mi estómago está rugiendo de hambre.

—Espérame, ahí estaré —confirmo, colgando la llamada sin darle tiempo a responder.

Me pongo de pie enderezando mi postura, contemplo el ambiente con el juicio en alto. Es cierto, la neblina perdió densidad considerablemente y será posible transitar las calles sin problema alguno.

Me aproximo al armario, saco un abrigo negro que lucirá bien sobre el polo verde que traigo puesto, un jean negro y en un hábil movimiento jalo un par de zapatillas blancas del zapatero. Me visto, peino mi cabello púrpura, viéndome en el espejo y aplico perfume de aroma cítrico sobre mi cuello y un poco en el abrigo.

Guardo mi móvil en el bolsillo del abrigo y salgo del edificio corriendo para evitar llegar tarde, no sin antes sacar mi bicicleta. Me monto encima y pedaleo veloz por las calles de un Seúl apesadumbrado, cuyas nubes negruzcas le dan un aspecto aún más mohíno.

El letrero neón de una pequeña tienda atrapa mi atención, será buena idea llevar jugo de manzana para los que no deseen beber alcohol. En lo personal, hoy no quiero embriagarme, solo deseo degustar de las alitas mientras platicamos de trivialidades para pasar un grato momento.

Doy media vuelta, planto los pies delante de la tienda para estacionarme y recuesto la bici al lado de la entrada. Ingreso al empujar la puerta de cristal, el sonido que producen mis zapatillas al andar es lo único que se puede escuchar dentro del local. Las potentes luces blancas del establecimiento me dan la bienvenida y las paredes de un suave ocre, agradable.

No puedo negar que aquel silencio infunde una sensación bastante extraña... Siendo específico, esa sensación repentina de estar vulnerable a algo, algo que ni siquiera tienes la mínima idea de qué es.

Qué mala espina.

Aun así, voy a la sección de bebidas sin hacer mucho ruido, agarro el jugo de manzana de caja grande de la góndola y me dirijo a la caja para pagar el producto. Al parecer la dueña no está, así que digo:

—¿Hola?

Nada.

—¡¿Hay alguien?! —Llamo con la esperanza de recibir una respuesta a cambio.

Sin embargo, nadie responde. Ya con cierta preocupación, asomo mi cabeza por la puerta de pequeño vidrio rectangular. Alcanzo a ver a una mujer de espaldas, bordea los 40 años de edad aproximadamente, lleva una remera con flores estampadas y su cabello ondulado le llega por debajo de los hombros.

—¡¿Señora, se encuentra bien?!

Otra vez, sin respuesta. Sigue de espaldas, inmóvil.

No es por ser imprudente, pero necesito actuar, no puedo simplemente irme y hacer como si nada ha ocurrido. Quizás le pasa algo y necesita ayuda.

Doy la vuelta en 'u' hasta situarme justo frente a la puerta. Ojeo a la fémina a través del vidrio de nuevo y continúa petrificada.

Con mi mano hecha un puño, toco la puerta un par de veces en espera de una reacción, así sea la más minúscula; pero ella ni se inmuta, como si jamás hubiera dado golpes en aquella puerta metálica.

No me queda de otra más que apoyar la mano en la perilla y respirar profundo, giro la perilla lentamente sin quitar la vista del vidrio, empujo la puerta hasta dejarla abierta en su totalidad y esta produce un ruido seco al topetar contra la pared; aun así, ella sigue ahí, haciendo caso omiso a todo lo que se proyecta en el espacio que le rodea.

—¿Señora? —articulo en voz baja para no sorprenderla.

Su cuerpo tiembla en breve y se da la vuelta permitiéndome analizarla de pies a cabeza.

Sus ojos eran negros, pero totalmente negros, tanto los iris como la esclerótica son tan oscuras como la noche. Mi rostro revela horror en su máxima expresión, con mi cuerpo escarapelándose en cada mísero centímetro, puesto que jamás he visto algo parecido en toda mi vida.

Entonces sé que el instinto me conduce cuando tiro la caja de jugo al suelo y salgo corriendo de la tienda a por mi vida sin mirar atrás, repitiendo constantes veces el rezo del Padre Nuestro en mi cabeza.

Huyo por un callejón que da hacia la siguiente calle. En un suspiro agitado, me detengo a mirar a ambos lados algo paranoico, con las manos apoyadas en mis rodillas y el cuerpo inclinado.

Una pareja está dándose un apasionado beso a unos pocos metros de mí, al percibir mi presencia voltean rápidamente a la vez, escrutan mi rostro con sus ojos negros acompañado a unas tétricas y vacilantes sonrisas. Me estremezco en mi sitio, sintiendo una rebosante descomodidad, grima, en mi pecho, cada vello de mi piel erizándose.

Corro en línea recta hacia la izquierda, olvidándome hasta de la ruta a mi astroso y baratuco departamento. Solo acelero el paso sin dirección alguna, sin rumbo, con el corazón en la garganta, la adrenalina apoderándose de cada una de mis células y con el cuerpo sudando a chorros.

Estoy arredrado, mi cabeza es un jodido embrollo. Las calles y las casas me amedrentan conforme mis pies avanzan, como teniendo voz propia y relatando un asunto relativamente tremebundo.

¿Qué diablos está sucediendo?

Surrender | heewonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora