Surrender | heewon

에피소드 2

Chapter 2: Him (The Sent)

Heeseung POV's

¿Cómo la desolación puede materializarse a la velocidad de la luz? La humanidad se ha envuelto en mantos de desesperanza y pesimismo que los lleva a emponzoñar sus almas, haciendo fenecer su lado humano.

Han pasado tres semanas desde aquella vez, cuando por primera vez conocí a la gente con la oscuridad aprisionada en sus ojos. A simple vista, aparentan ser civiles, pero al ver sus ojos te percatas que carecen de racionalidad, que son cualquier cosa excepto humanos y que solo deambulan sin un destino determinado. A veces son agresivos, a veces son pacíficos, a veces te persiguen hasta que no puedes escapar de ellos, a veces...

Un grito horrísono se manifiesta en las afueras de mi nuevo alojamiento —me trasladé hace un par de días a la zona más serena posible—, tallo los ojos poniéndome de pie. Sin querer me he quedado dormido un par de horas por desvelarme en vigilancia; aunque ha transcurrido un tiempo desde el evento, no puedo evitar conservar mi miedo a eso, que ha tomado posesión de la ciudad.

Mis manos están sucias, con rastros de polvo por sostener un bate de beisbol viejo que encontré en la azotea de la casa toda la noche. La supervivencia no es lo mío, soy demasiado medroso para llevar a cabo el ir a buscar provisiones todos los días. Así que hay días en los que solo como un snack y tomo agua del fregadero —no hay teteras aquí.

No sé ni siquiera cómo sigo vivo. Primero, doy las gracias a Dios; segundo, agradezco el haber ido a la iglesia todos los domingos —a rastras por mi abuela, pero cuenta—; tercero, no quiero perecer en vano.

Voy hacia el refrigerador a paso descansado, acompañándome un bostezo, y cuando lo abro está vacío. Frunzo los labios, indignado, por mi incapacidad de salir a saquear toda una tienda sin temer.

Valentía no tengo, carezco de eso en absoluto, pero en esta ocasión tengo que hacer aquel gran sacrificio si quiero que mi estómago deje de rugir en protesta por la falta de alimento.

Antes, necesito un arma que pueda noquear fácil. Suspiro con pesadez, cierro el refrigerador, encolerizado, y me dirijo a la puerta que conduce al sótano. Una vez abierta, bajo las escaleras escuchando el crujido que emite la madera vieja a cada uno de mis pasos hasta llegar a la planta de abajo.

Torpe, toqueteando en la pared derecha, busco el interruptor. Siento el botón con la yema de mis dedos y no dudo en encender la luz; el foco titila al inicio, no obstante luego se prende sin fallas, ilumina de manera céntrica el espacio y, a duras penas, examino una pala en un rincón.

Voy tras ella y la sostengo con ambas manos. No es pesada, al contrario, es liviana. Subo rechinando los escalones nuevamente al subir, me adentro en el dormitorio donde he colocado mis cosas temporalmente y tomo una mochila.

Quizás no vuelva nunca más. Coloco mi mano en mi cadera y suspiro, la ventana me da una vista hacia los arbustos del exterior, la mayoría consumidos por el fuego, y un vecindario mustio. Una pizca de nostalgia se instala en mi pecho, esta casa será recordada en mi memoria como mi primer alojamiento apocalíptico.

Tonterías.

No dudo en sacudir la cabeza con una sonrisa ladina pintada en mi rostro, al tiempo que abro con rudeza la mochila desde el cierre. Dos mudas de ropa, encendedor, velas, cuchillo, vendas, cargador, móvil, radio: es todo lo que empaco para mi improvisado viaje.

Jamás creí que me tocaría sobrevivir en el fin del mundo. Segun mi lógica, sería ese personaje que muere a los 2 minutos y por una estupidez.

Tras afirmar el agarre en la tira de la mochila al colocarla en mi espalda, echo la cabeza para atrás y pido perdón a Dios por cualquier mal que haya emprendido en el pasado para que se apiade de mí. Camino por la casa hasta tomar posición delante de la puerta principal con la pala en manos.