Gojo Satoru, hechicero de grado especial de la escuela metropolitana de Tokio. Nació el 7 de diciembre de 1980 y es poseedor de las técnicas más poderosas y temidas del clan Gojo. Siendo esto la razón principal junto por su tolerancia al dolor, por...
—escuche que Magos se transportan con esas chimeneas con fuego verde, ¿acaso no tenemos de eso? Digo, sería más rápido y menos aburrido—mientras Satoru decía aquello se dedicaba a mirar por la ventana de un tren.
Era frustrante no poder hacer nada, y aún más tener que llevar ese traje ¡era un estudiante! Debería traer su uniforme, o al menos ropa casual.
—no hay de esas 'chimeneas' como tu dices. No somos Magos.
—¿entonces por qué voy a una escuela de magos? —soltó un resoplido mientras recargaba su mentón en la palma de su mano, aburrido.
—ya sabes porque vas ahi.
—si, a cuidar de un niño.
—tu también eres un niño.
—¡más irónico aún! Tu mismo lo haz dicho, soy un niño. No debería cuidar de otro.
—callate un momento Satoru. Ya me dio migraña. —el director Yaga, quien acompañaba a Gojo, sobo sus sienes con cansancio. Llevaba soportando a aquel muchacho 4 horas de viaje. Y peor aún era que tenían que llegar al callejón Diagon, en Londres.
—¡oh! ¿Es enserio? Aparte de estar aquí atrapado ahora tengo que callarme, genial. Te felicito, deberían darte un premio del mejor director.
—Gojo, para soportarte las diez restantes horas debes callarte ahora.
—¿¡diez horas!? —cuestionó con desagrado Satoru acompañado de un brinco por la desapacible sorpesa.
—así es. Ahora guarda silencio.
—¡voy a morir de aburrimiento!
— inhala, exhala, inhala exhala—Yaga repetía constantemente la palabra en su mente en un intento poco útil para tranquilizar su impaciencia.
Realmente ambos querían llegar a su destino. Uno por aburrimiento, y otro por no poder aguantar al contrario. Aunque Yaga lo soportaría, después de todo, no vería a ese chico tan imperativo y carismático en tal vez unos años...
—¿por qué tienes que acompañarme? Soy totalmente independiente—comentó mientras tomaba todas las golosinas del carrito que constantemente recorría los vagones.
—órdenes...
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—Londres, ¿eh? Vaya que es muy elegante. Aunque huele curioso... —satoru llevaba con él una Cámara fotográfica vieja, con la que tomaba constantemente fotos.
—esta contaminado—Yaga miraba un papel, que parecía ser un simple papelito con una aparente dirección—. Deja de hacer eso.
—¿mande? —pregunto distraídamente Satoru a la par que se alejaba de un anciano con quien recientemente se había tomado una selfie.
—esta en silla de ruedas.
—¿y? Inclusividad. ¿Sabes que es eso? Digo, esque ya estas viejo, ¿sabes?
