La mañana cálida de sábado se desplegaba sobre la carretera, donde el ir y venir de varios autos pintaba un paisaje dinámico. Entre ellos, destacaba uno de color azul claro que avanzaba con determinación. Al volante iba un hombre de unos 30 años, su cabello castaño y lacio estaba peinado con una raya al medio, dándole un aire sereno pero decidido. En la parte trasera del automóvil, su hijo Félix, de 8 años, observaba con curiosidad la prisa de su padre por llegar a la casa de su madrina. Félix heredó el cabello castaño de su padre, pero sus rizos recordaban más a los de su madre. Sus ojos de color pardo oscuro reflejaban una mezcla de curiosidad y expectativa ante la visita que se avecinaba.
— Papá, ¿por qué vamos a casa de mi madrina Mariana este fin de semana? —preguntó Félix, con cierta confusión.
— Bueno, Félix, quiero que pasemos tiempo con ella. Sabes, ha estado pasando por un momento difícil últimamente —explicó Eduardo, manteniendo la vista en la carretera.
Félix asintió, pensativo, mientras seguía mirando por la ventana, sintiendo el viento acariciar su rostro y jugando con sus rizos.
— Papá, ¿por qué Mariana está tan triste? —inquirió Félix, con curiosidad en su voz, el tono de sus palabras resonaba en el interior del auto.
— Bueno, hijo, Mariana perdió a su bebé hace un tiempo y su pareja la dejó. Está pasando por un momento muy duro —respondió Eduardo, con seriedad en su tono, mientras el sol de la mañana iluminaba su rostro.
— ¿Perdió a su bebé? ¿Quieres decir que el bebé murió? —replicó Félix, con una expresión de sorpresa en su rostro, sus ojos se abrieron ampliamente, reflejando la incredulidad ante la tragedia.
— Sí, eso es lo que significa. Y su pareja también se fue, así que está sola en este momento —explicó Eduardo, con pesar en su voz, una sombra cruzaba su semblante mientras recordaba la situación de su amiga.
— Oh, eso suena muy triste. ¿Podemos ayudarla a sentirse mejor? —preguntó Félix, con determinación en su tono, su voz resonaba con la inocencia y la pureza de un niño que solo quiere hacer el bien.
— Eso espero, hijo. Espero que podamos hacer algo para animarla un poco. Mariana y yo somos amigos desde la infancia, y me duele verla así de abatida —comentó Eduardo, con nostalgia en su voz, sus palabras cargadas de recuerdos y afecto.
Entonces, Félix reflexionó un momento. Aunque apreciaba a su madrina y esperaba con ansias verla, le intrigaba la premura de su padre por llegar tan temprano.
— ¿Pero por qué tanta prisa por llegar temprano si de todas formas vamos a pasar el fin de semana juntos? — preguntó intrigado, el misterio se reflejaba en sus ojos mientras miraba a su padre.
Eduardo le sonrió y le explicó:
— Bueno, hijo, sabes que yo trabajo a veces los sábados mediodía y esta vez me tocó el turno de la tarde. Por eso quiero llegar temprano para estar un rato con ella hasta el almuerzo y levantarle el ánimo antes de irme al trabajo. Pero solo tú te quedarás con ella todo el fin de semana.
— ¿Crees que si le hacemos reír se sentirá mejor? —preguntó Félix, con optimismo en su voz, la esperanza brillaba en sus ojos mientras imaginaba el efecto de sus risas en su madrina.
— Es posible, hijo. A veces, un poco de alegría puede hacer maravillas por el ánimo de una persona —respondió Eduardo, con una leve sonrisa en sus labios, el brillo de la esperanza se reflejaba en su mirada.
— Papá, ¿crees que si me quedo todo el fin de semana con ella pueda ayudarla a sentirse mejor? —preguntó Félix, con esperanza en su voz, su corazón latía con la ilusión de hacer algo bueno por su madrina.
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Bajo el Cuidado de Mariana: Entre la Regresión y la Sanación
Short StoryEsta es una historia que te sumerge en una conmovedora travesía donde el amor y la compasión se entrelazan para sanar heridas profundas. Cuando Félix, un niño de ocho años, se convierte en el refugio emocional de su madrina Mariana, quien atraviesa...