Dueños De Nada - Prólogo

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LYDIA

Camino en mitad de la madrugada por la calle arrastrando el vestido que llevaba puesto.

La sangre recién fresca y el barro cubrían la parte baja del vestido. Mis cabellos castaños lleno de hojas secas y lodo estaban salpicados de su sangre. Me dolían los pies de tanto correr y caminar pero no podía detenerme. La verdad era que había escapado de él y había conseguido mi libertad.

Lo había matado.

¿Cómo hablar de todo lo que viví a su lado? ¿cómo dejar mi pasado atrás y huir de mi realidad? ¿cómo contar que dejé mis sueños desmoronarse por alguien que sólo me lastimó? Pues me es dificíl, él me lastimó pero se sintió real todo lo que vivimos juntos. Vivimos un infierno disfrazado de paraíso pero era nuestro y se sintió como que estábamos destinados el uno para el otro, aunque supiese que eso iba a acabar algún día y muy mal. Un amor tóxico que nos llevó al límite y nos dejó en la absoluta nada por tanto arder.

Ardimos pero terminamos respirando la sangre que nos dejó ésto.

Pese a mis deseos de huir, quería volver a su lado. Tumbarme junto a él y vernos a los ojos mientras la sangre nos baña, justo como tantas veces lo hicimos. Como tantas veces en las que nos quemamos en nuestro interior con tanto amor-odio que nos consumió.

Y ésto es lo que nos quedó: una historia retorcida de amor que nos  consumió a los dos y nos hizo ser nada. Una historia de amor que se perdió en el tiempo.

Llego a una iglesia y entro empujando las puertas. El padre Malcom me observa y por su silencio puedo ver que no le extraña verme así.

El padre lo conocía bien. Sabía de lo que Kai era capaz y siempre quiso que me alejase de él. Y ahora, tenía razón, Kai Anderson fue la única cosa en mi vida que no pude arreglar.

Kai Anderson era una pieza única en mi vida que me complementaba y ahora no estaba. Tenía mi libertad pero, curiosamente, anhelaba sentirme presa por él.

—Hija, ¿cómo terminaste así? —Pregunta y yo sonrío.

Porque era libre, libre como una paloma blanca que alza su vuelo en la mañana.

Libre de Kai y sus artimañas.

—Todo terminó, padre. Kai se fue. —Digo con un profundo alivio y fervor en mi alma.

Alivio, porque Kai no podría seguir manipulándome. Fervor, porque, deseaba estar a su merced otra vez.

—¿Terminaste con Kai? ¿Y ésa sangre? —Insiste sin entender.

Kai y yo habíamos jugado a la cuerda floja durante mucho tiempo. Mentiras, sangre, lágrimas, castigos y golpes. Todo éso durante tres años que nos llevó al abismo y me impulsó a quererle tanto como para llegar a la desesperada decisión de matarle.

Me encojo de hombros y sonrío viendo al padre.

—Todo terminó, por fin.

Dueños De Nada - [Kai Anderson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora