Prólogo

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El reloj apunta las diez de la noche, pero Jeon Jungkook no se percata de ello: primero, porque está demasiado ocupado tecleando en su ordenador y, segundo, porque, en realidad, no tiene un reloj con manecillas.

Vamos, ya casi nadie tiene de esos. Han quedado obsoletos, como los métodos rudimentarios de la sociedad enterrada.

De todos modos, no es algo que le apetece discutir, sencillamente, porque no está en la misma sintonía que nosotros.

Su mente está en otro lado, totalmente concentrado en las tres pantallas frente a su rostro y en la tremenda necesidad que tiene de que el módulo, encomendado por su líder de proyecto, esté listo para antes de que vuelva a amanecer.

Con las luces apagadas, pareciera que el departamento está en silencio, puesto que no puede escuchar nada más que su pensamiento lógico-matemático fluyendo y las yemas de sus dedos, rojas cual tomates, chocando contra su teclado inalámbrico.

Sin embargo, la realidad lo azota con fuerza cuando suena su celular y se da cuenta de que tiene la música a todo volumen, inundando el interior de su hogar.

Después de sobresaltarse al caer desde su codificado cielo imaginario hasta la silla giratoria (donde ha estado sentado por horas), detiene la música y contesta la llamada, escuchando la voz de su madre, quien, en primera instancia lo pone muy nervioso.

—No sigues en el estudio, ¿verdad?

Jungkook niega rápidamente, como si la mujer pudiera verlo y, tratando de no hacer ruido, se levanta, recordando que tiene la habilidad para caminar todavía.

—No —le dice con naturalidad, mientras avanza por el departamento rumbo a su habitación.

Y no es que su madre le aterre (aunque sí, su madre le aterra), más bien, es que no deja de sorprenderle su capacidad para descifrar cada cosa que hay a su alrededor, por muy oculta que esté: esa amañada mujer, donde pone el ojo pone la bala y explota cráneos por todos lados. Medio siglo de vida, y unos cuantos años más, no han pasado solo en balde.

»... llevo rato tumbado en la cama.

—Jungkook, apégate a tu horario laboral, por favor —sí, lo ha descubierto otra vez: ella siempre lo sabe todo—. Vas a enfermarte si sigues así. Tienes que salir de tu mundo y divertirte.

—Lo hago, me divierto.

—Con Hoseok no cuenta.

—¡Claro que sí!, ¡Él es un payaso!

—Un payaso que claramente no puede ser tu novia.

"Otra vez con lo mismo", piensa y rueda los ojos, enfadándose aún más porque un ruido externo comienza a perturbarlo.

Los vecinos están discutiendo y sus voces se cuelan por la ventana abierta de su habitación.

Por un momento, escuchar la alterada conversación ajena le causa curiosidad y considera ponerse a ello, pero luego recuerda que está mal espiar y que tampoco le gustaría que alguien lo escuchara si discutiera. Por eso se ríe mentalmente de sí mismo y cierra la ventana, volviendo a su madre con un mejor humor.

—Mamá...

—Dahyun me llamó anoche para felicitarme por mi cumpleaños.

Entonces, se queda congelado a mitad de la pequeña sala de estar.

»... ¿Por qué no la invitas a cenar?, parece que tiene muchas cosas para contarte.

—No —establece de repente, ignorando que su corazón ha comenzado a bombear con irregularidad—. No volveré a hablar con ella.

Mikupido || kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora