✬ 𝐘𝐨𝐮𝐫'𝐬 ✬ || 𝑨𝒓𝒕𝒊𝒆𝒍𝒐𝒄𝒌𝒔

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La oficina, un sitio en el que el joven rubio realizaba sus tareas cómo monarca del reino de Muy Muy Lejano, y el lugar en el que más detestaba estar, incluso sabía que cualquier otro que hubiera ascendido en aquel mando de suma importancia, se hu...

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La oficina, un sitio en el que el joven rubio realizaba sus tareas cómo monarca del reino de Muy Muy Lejano, y el lugar en el que más detestaba estar, incluso sabía que cualquier otro que hubiera ascendido en aquel mando de suma importancia, se hubiese ajetreado por sus mismas circunstancias en las que trabajaba, ya que el mismo había provocado que el insomnio le ganara y no le permitiese descansar tan solo una hora, cómo algunas veces le era debido.

Ese era uno de aquellos días en los que se la pasaba encerrado en aquella alcoba prestigiosa, le costaba mantenerse estable al firmar y firmar pergaminos, se revoloteaba con estrés tras ver que cada vez los papeles aumentaban, y la montaña de estos mismos se apilaban en una parte de aquel escritorio. La forma en la que sus uñas se clavaban en el mueble, hacía resonar aquel sonido no muy placentero por todo el salón.

Tarde era ya, las manecillas de aquel reloj estaban por marcar las 12:00 A.M., aunque el quisiese que esa fuera su señal de marcharse a su alcoba a descansar, no podía hacerlo, sabía que si no terminaba al día siguiente llevaría mas trabajo por delante.

— Vas a romper el mueble si seguís haciendo eso.

Alzando la mirada, se sorprendió verla despierta aún, era realmente algo inusual, pues ella la mayoría del tiempo prefería quedarse en su habitación a relajarse no salir de allí para su preferencia.

— ¿Qué haces aquí? — Preguntó Arturo, mirando atentamente el reloj. — Es medianoche, deberías volver a la cama.

— Me falta mi compañero de habitación para dormir pacíficamente. — Respondió ella, acercándose hasta quedar parada frente a su marido. Arturo suspiró exhausto, abrazándola por la cintura de manera suave mientras su rostro se escondía sobre el ombligo de Ricitos. — Dale, te hace falta algo de descanso, al igual que a mi.

La de hebras doradas logró mirar el rostro de su amor al separarse de aquel abrazo que el mismo le proporcionó, fijándose en sus párpados cansados e inquietos. — Gracias por preocuparte My Lady', pero me encuentro bien, además, ustedes merecen descansar más de lo que yo lo hago. — Le escuchó decir, sintiendo como colocaba su palma sobre su vientre.

— Ni tú te podes creer esa — Respondió su esposa de manera incrédula. — Tenés un quilombo de trabajo y no podes quedarte acá sin descansar. — Lo regañó la de rizos.

— Vaya.. ¿En que momento volvió la antigua Ricitos..? — Preguntó Arturo sarcástico.

— En el que momento en el que te resignaste a irte conmigo y preferiste quedarte acá sufriendo. — Espetó su esposa.

— Cuando te la encuentres le dices que la extraño — Dijo el rubio carcajeando, Ricitos lo golpeó en el hombro por dicho comentario.

— Bien, vamos.

— Tengo que acabar los trabajos, Ricitos.. — Él se rehusó nuevamente a irse de la oficina.

— Que se joda eso, tienes que descansar. — Lo tomó del brazo y lo levantó para llevarlo hacia la gran puerta de madera.

Arturo aún no se veía convencido con aquella idea, lo hacía por ella. Siempre era por ella, aunque fuesen situaciones de riesgo, siempre tomaba su lado, al igual que Ricitos siempre tomaba el suyo.

Ambos, ahora se encontraban recostados sobre aquel colchón suave y cómodo donde descansaban aquellas noches que lograban compartir juntos, esas noches tan relajantes que aveces Arturo llegaba a extrañar.

El rubio rodeaba sus brazos por la cintura de su mujer mientras ella recargaba su cabeza sobre su pecho, sintiéndose protegida por sus suaves brazos.

— Gracias. — Susurró ella lo bastante audible para que llegara a los oídos de su esposo.

El río.

— ¿Porqué? — Preguntó sin comprender del todo.

— Por darme todo lo que necesitaba.

— ¿Y qué es eso que necesitabas? — Le preguntó nuevamente.

— A vos — Lo miró a los ojos con una pequeña sonrisa. — Vos sos todo lo que necesito.

— En ese caso, te agradezco también, por darme algo que nadie más me podrá dar nunca.

Tocó el vientre de su esposa una vez más, sintiendo por primera vez como la vida que llevaba dentro, se movía, lo que provocó una sonrisa involuntaria en él, era algo risueña pero alegre.

— De nada, Artie. — Sus manos se entrelazaron mientras poco a poco caían profundamente dormidos, alegres de poder seguir juntos a pesar de los obstáculos que atravesaron en su pasado. Entregándose una vez en aquella noche.

 Entregándose una vez en aquella noche

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✬ 𝐘𝐨𝐮𝐫'𝐬 ✬ || 𝑨𝒓𝒕𝒊𝒆𝒍𝒐𝒄𝒌𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora