Mine ♥︎

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El día que debería ser el más feliz de su vida finalmente había llegado, a solo horas de casarse con un hombre al que ama, el cuál con mucho esfuerzo y perseverancia le conquistó, había tenido la paciencia y empeño de conocerlo y poco a poco meterse a su vida ignorando lo complicado e inestable que llega a ser en ciertas ocaciones.

Y luego de varios meses, le había propuesto matrimonio, y, aunque quizás pudiera parecer apresurado, a JungKook no le podía importar menos, el quería a Seungri, y era lo que importaba.

—Te miras impecable cariño. —Le alagó una de sus mejores amigas, quien le colocaba los últimos toques de polvos y sombras en su rostro.

Jungkook le sonrió, y se miró en el espejo mientras ella le colocaba una pequeña peineta de flores a un lado de su lacio cabello. Ella había hecho un increíble trabajo, sus párpados estaban coloreados de sombras oscuras, acompañadas de pequeños toques de brillo en su lagrimal, sus labios rojizos y brillantes y sus mejillas con un rubor natural, si él ya era bonito, y hacía que cualquiera babeara al verle gracias a su angelical presciencia, ahora definitivamente más de uno caería desmayado al verlo.

—Wow, eres increíble Soo. —Le sonrió, y ella le arrugó su nariz antes de ajustar su traje blanco y darle unos golpecitos en sus hombros.

—Gracias, JungKookie. —Miró por la ventana que daba vista al enorme jardín donde las personas estaban moviéndose de un lado a otro con una cantidad exageradas de flores y decoraciones— Iré a ver cómo están las cosas allá abajo ¿Está bien que te deje solo? Tu madre no tarda en venir.

—Tranquila, ve, no me pasará nada si me quedo solo un tiempo. —Volvió a sonreírle, y ella solo asintió con una sonrisa de vuelta antes de caminar e irse por la puerta de la gran habitación.

JungKook suspiró, mientras se desplomaba en la silla giratoria, mirándose al espejo de nuevo y sonriendo al verse, se miraba increíble, y esperaba que Seungri le alagara por eso, aunque no se esperaba mucho ya que él no es precisamente detallista u observador.

Todo lo contrario a cierto rubio que parecía nunca querer dejar sus pensamientos.

Se regañó internamente por recordarlo en ese momento. ¿Por qué nunca se lo sacaba de la cabeza? Había pasado más de un año desde su ruptura, aunque teniendo en cuenta que había acabado una relación de cuatro años (casi cinco) superarlo no había sido del todo fácil, y podía decir que no lo había hecho totalmente, ¿Podían culparlo? Sacarse a ese hombre de su sistema era imposible, salir con alguien nuevo había sido una tortura, todo el tiempo los comparaba con él, acostarse con ellos era insatisfactorio y tenía que pensar en esas manos y cuerpo de infarto sobre él para llegar a correrse, había sido un martirio total.

Maldito Park JiMin.

Hasta que llegó Seungri, y, solo podía decir que él es la prueba viviente de que el que persevera si alcanza.

Le había costado aceptarlo, no iba a negarlo, pero, al final lo hizo, le ha cogido mucho cariño, y es literalmente el prototipo de un hombre perfecto (ignorando esos detalles que no se le comparaban con JiMin) pasar tiempo con él es agradable, el sexo no es tan malo y está bien, así que cuando le pidió matrimonio no dudó en aceptar. Pensaba que de esa manera iba a poder dejar el capítulo de JiMin atrás y pasar al nuevo con Seungri.

Se rió un poco, pues era tan egoísta al solo pensar en él y utilizar a Seungri para su propio beneficio.

Escuchó la puerta de su habitación asignada ser tocada, y pudo imaginar que era su madre, por lo que con una sonrisa perezosa se levantó de la silla y empezó a caminar hacia la puerta de madera, y tomando la perilla para abrirla lentamente...

Mine ♥︎ jikook Where stories live. Discover now