7.

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—Buenas noches —dijo Félix entrando a la habitación

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—Buenas noches —dijo Félix entrando a la habitación.

Guió su vista hacia la chica, notando que estaba sentada, con la mirada clavada en el suelo, su rostro estaba serio, se notaba como si estuviera perdida en su pensar.

—¿Te sucede algo? —preguntó, dejó la charola en el suelo, y se acercó a ella.

—¿Ah? —alzó su vista, conectado con la del chico —No, no... Solo, estaba pensando en algo.

—¿Puedo saber en qué? —sacó la llave de su bolsillo, listo para liberar las manos de la chica.

—Me quedé pensando en el para qué me quieren esos hombres —un sentimiento raro se presentó en él, y más tomando en cuenta que si sabía —. No quiero estar aquí.

Félix liberó a la mujer, tan pronto como lo hizo, guardó la llave de nuevo en su bolsillo. Luego, tomó ambas manos de Sam y las acarició con cuidado.

—Sé que este lugar es horrible, tú no mereces estar aquí —ella lo miraba extrañada —. Ellos... Son unos imbéciles, mereces vivir tu vida, no estar en este maldito infierno.

Alzó su vista, topándose con aquellos ojos cafés, esos ojos en los que de la nada se empezó a perder.

—No sabía que eras así —señaló con una sonrisa.

Él rió, acarició por última vez sus manos y se puso de pie, acomodó la silla y se sentó. Samantha tomó el plato de comida, al parecer dicho sabor de la misma ya se le había hecho conocido, y pronto al parecer ya se había acostumbrado.

—Félix...

Atendió al llamado, sintiéndose vulnerable ante el mismo.

—¿Qué pasó?

—Tú si sabes para que me quieren ellos, ¿verdad?

Sintió como su cuerpo tembló, no quería decirle, todo porque ante su parecer para lo que Juan verdaderamente la deseaba era simplemente horrible.

—Si lo sabes, dímelo. Por favor —suplicó ella.

Al final soltó un suspiro pesado, aceptando que le diría la verdad.

—Ellos... O bueno, Juan, me dijo el para que te quieren, le pregunté porque se supone que ellos siempre piden el rescate de cada persona que secuestran, sin embargo, ésta vez no lo hicieron, cosa que se me hizo raro. Cuando le pregunté, me dijo que... —su voz se entrecortó por unos instantes —. Que tú eras un buen juguete de tortura.

Aquello sorprendió a la chica, la llevó a un estado de shock y miedo rotundo, cosa que hizo que la comida que estaba ingiriendo se estancara en su garganta, haciéndola toser.

La tos se propagó, sentía que su garganta ya dolía. Félix, preocupado, se acercó a ella con el vaso de agua en sus manos.

Se lo dió y ella hizo el esfuerzo de tomárselo con cuidado. Al parecer funcionó, la tos bajó y ella trató de respirar.

My sweet hell ══ RiverducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora