Cuatro

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Hoy Kelly está de un pésimo humor. Había faltado a varias clases solo por no querer hacer una aparición publica sabiendo que, ante la más minima provocación, terminaría encajando su lápiz en la frente de cualquiera.

Lo único que le daba al menos una pizca de confort e incluso podría decirse que "emoción", eran los regalos que aparecían en su casillero al final del día.

Pero, justo hoy, no se encuentra con ninguna carta y ni un postre en su casillero.

La castaña frunce el ceño, bastante confundida. Por los últimos tres días, el loco acosador de mierda (como Max y ella acordaron decirle) había insistido con sus regalos, además, el mismo había jurado en su ultima carta que en la próxima habría un poco de té al lado de sus "ofrendas" (y una vez más, como Max, entre risas, decidió etiquetarlos).

No contenta con la realidad, Kelly remueve el contenido dentro del casillero, pero no encontraría nada ni aún que lo vaciara completamente.

Simplemente el día de hoy, el extraño decidió no darle la carta y el postre al que se comenzaba a acostumbrar la ojiverde.

—Nuestro príncipe nos ha fallado.

Max se queja, con ambas manos en su cintura, recargado en la misma fila de casilleros que de costumbre. Incluso él parecía más consternado que la misma Kelly.

—Ni siquiera me interesa.—Kelly alza los hombros, cerrando de un portazo su casillero.—Supongo que por fin desistió, hasta me da gusto. No tendré que seguir soportando sus estúpidas insistencias.

Totalmente "desinteresada", la mujer acomoda un sedoso mechón de cabello detrás de su oreja y procede a caminar con gracia hacía la salida, dispuesta a irse y acabar con la locura que había sido su día.

Sin embargo, el rubio detrás de ella se queda en su lugar, viéndola alejarse.—Aún es temprano.

Él insiste, ganándose la mirada fastidiada de la chica en tacones.

—Lo es, por eso ya quiero irme a casa.—Dice con obviedad.

—Siempre cuando salimos, tus ofrendas están aquí.—Explica. Kelly se ríe por sobre su hombro, llena de ironía, ¿Así que es ahora cuando el cerebro de Verstappen decide funcionar y no para las clases de química?—Osea, a las 6, ahora mismo son las 4:20.

Revisa su reloj de muñeca. Kelly alza las cejas, no sabía que Max podía leer un reloj de manecillas, ella creía que simplemente lo tenía de accesorio y no porque realmente lo utilizara.

Él está decidido a esperar, no porque le interesaba la intención del loco acosador de mierda, si no porque realmente tenía hambre y no había lugar existente en esa estúpida ciudad donde pudiera probar esos jodidos postres que hacían bailar sus papilas gustativas. Probar la delicia de la repostería lo hacía sentir de maravilla, entonces, se tenían que quedar si o si.

—¿Te enamoraste, Max?—Ella se burla, tomando la dulce opción de carcajearse en su rostro. Pero al menos, Kelly había volteado a verlo por completo.

Por su parte, el hombre hizo una mueca y le enseñó el dedo de en medio.—Me pudro de hambre, Piquet. Nunca me sentí tan ansioso de probar algo desde que tu prima me dejó pasarle la lengua por el coño en navidad.

Max se ríe, dejando en claro su punto (aún que no de la mejor forma).

Piquet rueda los ojos, internamente asqueada por el comentario del más alto. Sin duda, Max es solo un hombre más.
Igual no era una sorpresa.

Y ese pensamiento la lleva a querer esperar al hombre quien trata de conquistarla con palabras que jamás otro dijo o intentó. Tiene gracia para escribir, es realmente convincente acerca de su sinceridad perfumada en el papel pulcramente doblado.

𝐷𝑖𝑒𝑧 𝑐𝑎𝑟𝑡𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝐾𝑒𝑙𝑙𝑦  ᥫ᭡. 𝐶𝑎𝑟𝑒𝑙𝑙𝑦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora