Gris

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Anuncios y anuncios en todos lados, todos hablan del hijo muerto en vida que el angel de la curación había engendrado, se le dijo de mil formas que se entendían de sobre manera ¿Quién si no él para saber que ese niño no tenía sentimientos? ¿Quién además de él lo había descubierto? ¿Dios? En momentos críticos Rafael no podía pensar con calma, pero sí con claridad; una cualidad que solo él entendía y sabía que cuando todo estuviera mal encontraría la manera de devolver la vida los ojos de su bebé.

–No podemos criar al niño en la tierra.– Aún siendo el que más calma poseía de los siete arcángeles, esa situación comenzaba a fastidiarlo ¿debía soportar a su esposa decirle eso todo el tiempo?

–Rafael, es lo mejor para el niño, incluso si tiene que pasar adversidades y–

–¡¿Adversidades, Uriel?! ¡¿Escuchas los disparates que estás diciendo?!– Suspiro cansado y se dejó caer en el sofá blanco que había sido manchado de sangre una vez ya.– Tú no sabes siquiera qué es lo mejor para el niño, no puedes ver lo que le pasará ¿cómo me aseguras que es lo mejor para él?

Asustada ante la reacción de la perturbación de la paz, miró el suelo y jugando con sus manos entre sus nervios emitió un sonido que ahogaba un "no sé".– Podemos intentarlo, mi amor, dijimos que haríamos todo por Nicolás, hagamos todo por Daniel también.– se arrodilló frente a su marido y tomó sus manos buscando consuelo y afirmación.

–¿Hacer todo por Daniel? A él jamás le va a importar que su madre renuncie a un puesto de alto rango como el que tenemos en el cielo. ¿En serio sacrificaras así tu vida?– apartó las manos y se puso en pie, dispuesto a irse y continuar su búsqueda para la cura, pero el sonido del fuego lo detuvo.

–Tú eres su padre, pero... ¡Yo soy su madre, y si tengo que renunciar a este fuego, lo haré!– apretó sus manos con fuerza antes de darse cuenta que ardían en las llamas de su propia rabia.– Incluso si implica abandonarte. Te amo, Rafael, pero no voy a renunciar a mi hijo por tí. Soy madre, y lo seré antes de ser una mujer.

Anonadado se dejó caer al suelo, pero no por miedo o angustia; su corazón latia tan fuerte que pensaba saldría huyendo de su pecho y explotaría en cualquier instante, su mente solo pensaba en "que hermosa se ve", estaba completamente prendado de esa mujer y justo entonces cayó en cuenta... La seguiría al infierno si era necesario. Si ella sería madre antes de elegir ser una mujer, él también lo haría y sería también hombre. Se dispuso entonces a complacer a su mujer en todo lo que necesitara y la amó con toda la intensidad que Dios le permitió.

Tomó una decisión, aún si su hijo tenía que vivir adversidades y aprender a usar la fuerza bruta o si eso implicaba que lo odiara, lo haría. Si su hijo sentiría de nuevo, él lo haría; sin importar si era rencor. Viajó a la tierra con el permiso de Dios... Pero ¿qué había de Miguel? ¿Aún lo odiaba?

–Sabes bien que no me robé a tú hija.– Antes de abandonar el paraíso trató de entenderse con su hermano de armas.– Samuel te lo dijo, lo que ella y yo sentimos es genuino.

–Ese no es el asunto Rafael.– se acercó amenazante al angel enfrente y con una postura erguida lo tomó del hombro y apretó con enojo.– Tú jamás lograrás proteger a Uriel de nada. Mi hija es demasiado para tí, ella es la vida y la muerte encarnadas en un angel.

Molesto ante la afirmación tomó el brazo de su contrario y en un movimiento rápido lo aventó al suelo, haciendo que cayera de espaldas.– ¡Eso no fue lo que dijiste cuando mataron a mi hermano! ¡¿Que Uriel no era el arcángel más reemplazable de los siete?! ¡¿Mi hermano era una burla para tí, Miguel?! No hables de Uriel como si yo no supiera lo que es capaz de hacer. Mi hermano era el más fuerte de todos, y por tu culpa Dios lo encarnó en alguien débil e inestable como tu hija.– Tomó lo que hacía falta de su casa y salió del lugar con toda su rabia e ira contenida.

"Tranquilo, Rafael, eres el arcángel sanador y eres quién sana hasta las mentes más rotas de la tierra. Todo el mundo a orado en tu nombre, tienes una institución que te sigue como clérigos aún sin saberlo. No puedes perder la cordura." Se lo repitió de camino y todo el tiempo se lo decía a su existencia; trataba de ser firme y mantener la calma.

En los años siguientes tuvo otro hijo, un pequeño niño albino que tenía una hermosa y enorme sonrisa que alegraba a todos, pero cuando volteado a ver a Daniel, no percibía ni un  pequeño indicio de cariño o alegría. No había nada, solo un cascarón con razonamiento, que lo hacía sentir muy orgulloso, realmente adoraba e idolatraba todos los logros de su hijo pero él no mostraba ni signo de sentirse bien.
Eso lo desanimaba tanto como el primer día que lo vió a los ojos.
Sus días así se iban, pláticas y prácticas rutinarias de ejercicio y defensa, trabajo en el hospital y como esposo, nada cambiaba en el semblante de Daniel, aunque Raguel y Nicolás sonreían todo el tiempo y salían a correr por todo el campo entre carcajadas, ellos se aburrian y se enojaban tanto como un ser humano, que había momentos en que olvidaba que era un angel. Pero ese día lo recordó.
Un día de otoño en que las hojas caían en silencio al suelo y los árboles ondeaban sus ramas con la brisa fresca de la noche, el exceso de calma lo incomodaba; el hospital estuvo tan ajetreado como siempre pero, por alguna razón algo no le convencía y necesitaba volver a casa con urgencia, no le importaba tener que doblar turno la siguiente vez... Quería ir a casa y asegurarse de que todo estuviera en perfecto estado, pensar que su instinto le mentía y recostarse en el regazo de su esposa después de un suspiro. Alguien salvelo de es agonía.  Se apresuró en volver a casa y miró todo alrededor tratando de notar algo diferente, pero nada había... Hasta que llegó a casa.

–¡Rafael, no encuentro a Daniel en ningún lado!– sus mejillas estaban coloradas de tanto correr y buscar, él podía escuchar aquel latido tan agitado que... Tuvo miedo por primera vez en toda su vida.

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⏰ Última actualización: Mar 07 ⏰

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