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Todas las fichas del lado contrario, todo el dinero, incluso las llaves de su local, los papeles, sus almas pactadas, TODO

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Todas las fichas del lado contrario, todo el dinero, incluso las llaves de su local, los papeles, sus almas pactadas, TODO.

El felino de elegante peinado sudaba, sus piernas debajo de las gran mesa tiemblan en ansiedad, el demonio frente a él, sonriendo enormemente muestra las cartas.

-Lo lamento mi querido amigo, has fallado.-indicó el Demonio de la Radio mientras su voz se distorsionaba.

El corazón alterado del Señor Husk salta, tragando grueso, su nuez de Adán se movió con nerviosismo.

-¡No, espera! ¡Espera! ¡Dame una última oportunidad! ¡Te lo ruego!- suplicó Husk, levantándose de la mesa.

La expresión de Alastor se tuerce en una sonrisa, arqueando una ceja.

-¿Pero como podrías continuar? Ya tengo todo de ti... al menos que quieras apostar lo que llevas puesto, lo cual dudo-se burló de forma cruel el Demonio de la Radio, deleitándose con su angustia.

Husk entró en pánico, y busca con la mirada, cada rincón de su casino ha sido llevado a las garras ansiosas de Alastor.

Sin embargo, a la lejanía, sentada en.un taburete con un hermoso y discreto vestido negro cernido estaba ella mirando la escena con ansiedad.

Las orejas de Husk bajan cuando sus miradas conectan.

Alastor ladeó la cabeza y miró a la dirección donde la damisela evitó su mirada indignada y de forma altanera.

-¡Ooooh! ¿Serías capaz?

Oh, por supuesto que como todo apostador con el sentido natural y arrogante del manto de la suerte que escapaba de sus manos, podría alcanzarla con sus dedos si los extendiera al vacío inexplorado de las posibilidades, lo cuál, al ser la mayor apuesta de su vida, estaba dispuesto al riesgo de que su mano fuera mordida por dientes carniceros en un juego de azar.

-Lo apuesto todo.

Las expresiones de la mujer sentada entre las oscuras sombras en ese rincón eran de poca importancia para uno de los jugadores, una reacción natural que provocaban esas palabras doble filo escuchadas de esos labios que alguna vez la desearon con furtivas y apasionantes consonantes. Su rostro cayó como si hubiera escuchado el peor suceso en su vida desde su muerte, el peso frío que llenó la risa encantadora de Alastor cuando las cartas comenzaron a repartirse se distribuyó por todo su cuerpo. Husk le envío una mirada conmocionada, desesperada.

La dama de negro intentó descifrar la gesticulación de su marido, no lo entendía.

Simplemente por el hecho de que jamás había visto a Husk así, tan desesperado.

Cómo un gato sin hogar acorralado por un feroz perro callejero.

Su corazón late sin constancia, el preludio de una mala sensación arrebate contra ella, su piel muerta se eriza hasta llegar a su nuca. De pronto todo empezó a dar vueltas, le faltaba el aire y sentía que el piso no la sostenía, una sensación sin comprensión que su mente no procesaba.

𝗔𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗮 | ℌ𝔞𝔷𝔟𝔦𝔫 ℌ𝔬𝔱𝔢𝔩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora