Los chorros de agua en formas amorfas caían a borbotones de la cabeza de Charlotte, al fin y al cabo, lo disfrutaba.
Se sumergió en la bañera de nuevo, sus cabellos flotaban arriba de ella en su propio espacio acuoso, cerró los ojos, dejándose ahogar por unos breves segundos.
Alastor.
Aquel nombre la hizo incorporarse de pronto y abrir los ojos carmesí; al salir del agua se llevó las manos a los labios, recordando la sensación que sus labios danzantes le habían proporcionado en aquel fugaz y fogoso beso de unos instantes atrás, lamió aquellos dígitos espantando la excitante sensación.
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