Las orejas de Alastor se agacharon y su ceño se fruncía en una expresión de disgusto.
Una punzada le hizo que los ojos se le salieran de las órbitas, la herida era algo profunda y la cortada recorría casi la mitad de su torso; esta quemaba cada vez que Charlie intentaba curarla con que diablos sabe.
-Charlie...
-Quédate quieto
-Para...
-Pero tú...
-¡Para!
El demonio se incorporó en una mezcla de ardor y molestia, fijó la mirada en su abdomen y el hilillo de sangre saliendo de la herida. El líquido salpicó en la mano de Charlie.
Ella lo lamió.