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Facundo

Hace días que no sé nada de Carolina, desde el martes precisamente y ya estamos a domingo. Puede ser que haya errado en contarle lo que me pasa, ahora veo que no estuvo bueno, ni fue constructivo, y la entiendo. No hay reacción para lo que hice, y si quería conservar la amistad fue una gran forma de hacerlo, sin dudas.
Inevitablemente pensé en Clara también, de quien no tuve noticias hasta ayer. Coincidí con ella en que lo mejor era hablar tranquilos cuando vuelva de Porto Alegre. No quiero perderla, en realidad, no sé bien qué quiero.

El entrenamiento fue intenso y me destruyó. Dejo las llaves en el recibidor y le doy una mirada al departamento. Que vacío se ve. Solo tengo las cortinas, un sillón, el mueble de la tele y la televisión. Nada de decoración ni nada que haga sentir este lugar mi casa. Debería comprar algunos adornos, decorar un poco pero no tengo ganas.

Decido bañarme para aliviar la tensión y porque siento que en la ducha pienso mejor. Mientras me pongo shampoo en el pelo, pienso en Carolina. Ni siquiera me la crucé en algún momento, pareciera que intenta evitarme, y creo que no la culpo pero en igual medida siento que es una decisión un tanto abrupta. No le dije que estaba enamorado de ella, ni mucho menos, si no que simplemente le expresé mi confusión. Aunque fue motivo suficiente para elegir alejarse, y me encantaría hablar con ella pero no quiero invadirla tampoco.

Cuando termino de bañarme, cierro la canilla y agarro la toalla para enrollarla en mi cintura. Salgo del baño y en la habitación elijo que ponerme, simplemente opto por un short de fútbol y una remera negra. Me pongo medias y chanclas, y salgo de la habitación para ir a hacerme unos mates. Dejo el agua calentarse en la pava y escucho dos golpes en la puerta. No espero a nadie, pero decido atender. Abro la puerta y del otro lado la veo. Tiene un conjunto de jogging y buzo gris, además de unas medias y chanclas, su cabello recogido en una cola despeinada, no puede verse tan hermosa con una vestimenta tan simple, aunque en realidad sí, porque ya es hermosa sin intentarlo.

—Hola, Facu.— saluda sonriente.— No estaba segura de que estés.

—Hola, pasa.— digo haciéndome a un lado para dejarla entrar.— Hace un ratito llegué, ¿mate?

Consulto señalando el mate al cual le estaba poniendo yerba, y asiente. Se sienta en las banquetas y me observa preparar todo.

—¿Qué onda tu vida?— pregunta y sonrió ladeando mi cabeza.

—Nada muy interesante. Entrenando nada más.— cuento y asiente conforme.— ¿Vos?

—Laburando un montón. Medio estresada pero bien, que se yo.— cuenta y asiento. Le aviso que el mate ya está y me dice de ir al sillón para tomarlo. La sigo hasta ahí y nos sentamos frente a frente.

Inevitable - Facundo ColidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora